Una guerra a pie de teclado (1): la semilla de la duda

Mural "No a la guerra" de Maximiliano Bagnasco, en Buenos Aires, inspirado en una de las fotos convertidas en icónicas y que la propaganda rusa intenta desacreditar.
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BarcelonaDesde hace tres días, cuando Tomas sale de su trabajo en una agencia de publicidad lituana se va a casa y llama a rusos al azar. Intenta hacerles ver que la información que probablemente tienen sobre la guerra en Ucrania está basada en un relato fantasioso, impuesto férreamente por Putin en los medios de comunicación del país. Les recomienda que llamen a familiares o amigos que tengan en Kiev, en Lviv, en las ciudades atacadas. La mayoría no quieren escucharlo. Una señora mayor lo amenazó con llamar a la policía. Los pocos que expresan reservas con la invasión lo hacen con el miedo de quien teme que está diciendo alguna inconveniencia en una sociedad altamente vigilada.

Tomas es uno de los miles de voluntarios que se han apuntado a la iniciativa Call to Russia. Una web les proporciona números de teléfonos de pago de ciudadanos particulares rusos y a través de llamadas de WhatsApp intentan ganar de individuo en individuo la batalla del relato sobre el conflicto en Ucrania. O, como mínimo, depositar la semilla de la duda. "Lo más habitual es dar con alguien que repite de pe a pa los argumentos que hace circular el Kremlin –explica al ARA Tomas, de 38 años–. Con estos es imposible razonar. Como mucho les dejo con una pregunta: si Putin es el gran llibertador, ¿por qué los ucranianos que huyen están yendo masivamente a Polonia y no a Rusia?".

De vez en cuando alguien sí que acepta el diálogo. "Suelen ser personas que, por principio, están en contra de la guerra aunque creen que, a pesar de todo, Rusia está haciendo lo que le corresponde, porque han comprado también el argumento propagandístico de la nazificación". El grupo más interesante, para Tomas, son los que admiten que la guerra no tiene justificación, pero se declaran incapaces de hacer nada. "No les pido que se manifiesten, porque sabemos que podrían acabar detenidos fácilmente. Pero sí que consideren cómo pueden compartir su punto de vista".

¿Por qué haces esto?

— Quiero escuchar cómo piensa la gente ordinaria y cómo se sienten por todo este conflicto.

¿Crees que se puede provocar un impacto?

— De cada 100 llamadas, unas 20 acaban convirtiéndose en una conversación razonable. Es una manera de ayudar.

Los voluntarios como Tomas pueden dejar feedback en la misma web que gestiona la iniciativa. Según explicaba a este diario un portavoz de Call to Russia, en estos primeros días se ha conseguido llamar a unas 2.000 personas por hora. Y hasta 7.694 voluntarios han dejado un informe sobre cómo les ha ido. Un tercio de las llamadas no se llegan a contestar. Un 19% dicen que se han equivocado de número. Pero en un 25% de casos se establece un diálogo. "Hemos de recordar que se trata de conversaciones increíblemente difíciles, teniendo en cuenta la propaganda masiva y la represión a la que están sujetos los rusos. Por eso pensamos que las conversaciones personales, ni que sea picando a puerta fría, son la única manera de esparcir la verdad por el país", declaraba el representante de esta iniciativa, que aceptó hablar bajo condición de anonimato.

Call to Russia es solo un ejemplo de cómo esta guerra se libra en el frente, pero también en la trinchera de la información e, inevitablemente, de la desinformación. El jueves una fotografía de AP sobre el bombardeo de una maternidad en Mariúpol se abría a las portadas de la inmensa mayoría de diarios de Occidente. No en Rusia, donde las primeras páginas del día mostraban asépticas imágenes de burócratas. Y los propagandistas de Putin se afanaban a negar el ataque en el hospital ucraniano. El embajador ruso en Reino Unido, por ejemplo, aseguraba que la imagen era una fabricación protagonizada por una instagramer, descalificaba al fotógrafo tildándolo de "propagandista" y afirmaba que el hospital hacía tiempo que no estaba operativo y que se había convertido en una base para el Batallón Azov, un grupo paramilitar neonazi. Twitter borró el mensaje del diplomático, pero la negación del incidente es la única narrativa permitida en un país donde el gobierno niega incluso la existencia de una guerra puesto que, según su relato, solo están practicando una "operación militar especial".

En medio de esta guerra de intoxicaciones informativas, pero también de negación de la realidad palmaria, el periodismo juega un papel clave para discernir los hechos de las fake news. Y toma especial relevancia el papel de los verificadores. La agencia Efe tiene un departamento especializado en discernir el grano de la paja infoxicadora, dirigido por la periodista Desirée García. En el caso de la fotografía de Mariúpol, Efe Verifica ha comprobado que el hospital fue efectivamente bombardeado por efectivos rusos. Y, además, ha comprobado –a través de la ONU– que el centro estaba en funcionamiento en el momento de ser atacado. A menudo las intoxicaciones rusas toman forma de (falsas) verificaciones: plantean una teoría conspirativa e incitan al lector a "pensar por él mismo". Es decir, lo hacen dudar por sistema. "La propia cuenta de la embajada rusa en Twitter difunde publicaciones que simulan verificaciones y que en realidad incorporan falsedades", explica al ARA García. "Además de Twitter y Facebook, Rusia está usando plataformas de mensajería cerrada, como Telegram, para enviar propaganda directa a contactos en medios de comunicación occidentales".

Tuit de la embajada rusa en el Reino Unido que extiende dudas sobre el bombardeo de una maternidad en Mariúpol.

La tipología de las desinformaciones ha variado en poco tiempo. En los primeros días de la invasión lo más habitual era encontrar por las redes fotografías y vídeos antiguos, descontextualizados o manipulados. Son fáciles de fabricar, pero también de desmentir y cualquier usuario puede localizar fácilmente, haciendo una busca inversa en Google, si una determinada imagen ya se ha usado con anterioridad. En cambio, a medida que la situación se enquista, ganan peso otro tipo de falsedades, más centradas en el relato propagandístico. Estas son más difíciles de verificar por el ciudadano corriente.

Además, las campañas de propaganda utilizan una palanca muy efectiva: el temor y la amenaza. "La guerra, como la pandemia, es un acontecimiento que genera mucho miedo e incertidumbre –recuerda García–. Y estos sentimientos son los que más empujan a los ciudadanos a buscar información, en busca de respuestas, y a compartir información con la finalidad supuestamente altruista de ayudar a nuestro círculo de confianza. En estos momentos tomamos menos precauciones a la hora de compartir información y esto activa a menudo la cadena de la desinformación".

¿Quién va ganando?

El uso de las fake news para minar el ánimo del bando rival, o para cohesionar internamente –la otra cara de la moneda–, no es de ninguna forma exclusivo de Rusia. También Ucrania juega con la fabricación de mitos mediáticos que le refuerzan el relato de ser el heroico David resistiendo contra Goliat. Es el caso del llamado Fantasma de Kiev, un presunto piloto que se supone que con su Mikoyan MEDIO-29 ha conseguido hacer caer un número creciente de aviones de combate rusos a solas: hasta seis naves en las primeras 30 horas de la guerra. Cuentas oficiales ucranianos han compartido noticias y vídeos con sus gestas, pero las verificaciones practicadas sugieren poderosamente que se trata de una invención.

Con los dos gobiernos alimentando la desinformación, es inevitable preguntarse quién está tomando la delantera en esta guerra. Para García, Putin es quien tiene claramente más recursos al alcance. "En el caso de Rusia, se han hecho más esfuerzos al diseminar falsedades o afirmaciones engañosas, a través del relato de la guerra tanto de sus dirigentes como de las cuentas oficiales y medios afines. Su uso es mucho más sofisticado y tiene una escala mucho más grande que la de Ucrania", explica.

Ahora bien, del mismo modo que sobre el terreno las tropas rusas se están encontrando una resistencia inesperada, en el campo de la información no se aprecia que Putin haya conseguido clavar una pica que agriete la unidad entre el bloque de Occidente. El historiador y traductor Ian Garner, especializado en propaganda de guerra rusa, cree que Putin no está obteniendo los resultados que esperaba en este terreno. "Se hace difícil saber el impacto de la desinformación rusa en todo el planeta, pero me parece evidente que, más allá de la extrema derecha y la extrema izquierda –por motivos diferentes–, el mundo está unido contra la narrativa del Kremlin", declaraba en la conversación telefónica con el ARA.

Garner alaba, además, las habilidades comunicativas de Zelenski y su capacidad de adaptarse al interlocutor. "Cuando habla con Boris Johnson es capaz de citar a Churchill, porque sabe que el propio Johnson se ve como una especie de sucesor suyo. Y, efectivamente, consigue que los diarios británicos le recojan el mensaje, también en parte gracias a estas referencias". Pero el síntoma más evidente de la incomodidad rusa sobre cómo evoluciona el frente informativo es el cambio constante de narrativas. "En los diez primeros días hemos visto cómo han lanzado un montón de ideas. Primero se trataba de liberar Ucrania de los fascistas. Después se jugó la carta de las bombas nucleares. A continuación, un par de días de descanso y, enseguida, circulaban historias sobre consecuencias económicas. Esto ha sido superado por la historia conspirativa de las armas biológicas. Todo ello sugiere que todavía no han encontrado un relato de éxito que encienda la mecha y se extienda realmente por el país. Hay que suponer que irán probando hasta que encuentren que una arraigue y se convierta en popular".

Mientras esto no pasa, se van abriendo algunas rendijas en el monolítico relato promovido por Rusia. Esta semana el canal televisivo Zvezda –vinculado al ministerio de Defensa– acogía un programa de debate. De entre el público se levantó un militar, vestido con uniforme, para compartir un razonamiento incómodo: si cuando lucharon en Afganistán murieron soldados, y cuando lucharon en Chechenia también murieron soldados, ahora que se lucha en Ucrania seguro que morirán soldados. En el momento de proponer un minuto de silencio por los reclutas muertos, desde la mesa saltó el presentador para cortarlo por lo sano y, en tono de regaño, reprenderlo: "¿Lo que están haciendo nuestros chicos es chafar la escoria fascista! Es un triunfo. ¡Es el renacimiento de Rusia!".

Los opositores a Putin confían en que la mordaza informativa –con penas de hasta quince años de prisión para quien difunda lo que lo Kremlin considere noticias falsas– chocará con la dura realidad de los soldados que no volverán. Los familiares de los militares constituyen una de las esperanzas a la hora de romper la visión imperante de una operación rápida, quirúrgica y aséptica. Ellos constituyen, a estas alturas, los principales depositarios de la semilla de la duda.  

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