Inquietantes alegados en favor de los centros de inmigrantes

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Torrentes de salivera, este miércoles, en los quioscos. Ursula von der Leyen abrió la puerta al establecimiento de campos de internamiento de inmigrantes fuera del territorio de la UE, en una idea implementada ya por la primera ministra italiana Giorgia Meloni. La idea, expresada sin tapujos, es mantenerlos a raya mientras se decide si aceptarlos o deportarlos. La devaluación de la vida humana, la guetización y la conculcación de derechos humanos básicos son evidentes, pero varios países transitan ya por ese camino espinoso. La salivera, claro, proviene de las húmedas bocas que han pasado meses y meses criminalizando la inmigración y ahora ven un modelo posible para externalizar un problema que revela las costuras de los discursos bonistas de la UE. El Mundo hacía un editorial inusitadamente ponderado, que bendecía el proyecto pero alertaba de los peligros para la dignidad que centros así pueden comportar. En el caso deAbc, en cambio, el entusiasmo era extático y se escudaba en el perverso argumento de “Si no queréis alimentar a la ultraderecha...”.

Inmigrantes intentando saltar el muro con la ayuda de una escalera hecha por ellos.

De hecho, era elocuente ver cómo calificaba estos equipamientos (“centros de acogida a solicitantes de asilo”) y qué frase utilizaba para referirse a la propuesta de Sánchez de reconvertir el aeropuerto de Ciudad Real en una instalación equivalente (“centro de acogida de inmigración irregular”). La primera opción era aplaudida como pragmática y la segunda era menospreciada como una “ocurrencia”. Es decir, sí a unos centros que suelen estar reventados más allá del aforo... si no los vemos en casa. En este sentido, es necesario aplaudir el título valiente de la editorial de un día antes en El País (“Europa subcontrata el maltrato a los inmigrantes”), porque evidencia que estas soluciones imaginativas sólo benefician a los gobiernos que las aplican, no a las personas que sufren sus denigrantes consecuencias.

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