La lección involuntaria de nuestros congéneres de 1925
Lo he convertido en una gozosa tradición anual, como comprar los primeros panellets, ver Eurovisión como si se tratara de una trascendente cumbre internacional o decepcionarme ante la nueva película de Woody Allen. Paul Fairie elabora en las redes unas deliciosas recopilaciones anuales en las que muestra las predicciones que hacían para el año en curso los periódicos de un siglo atrás. Estos son los vaticinios sobre el 2025 de la prensa de 1925 que más me han llamado la atención: los humanos llegarán a vivir 150 años, San Francisco será la mayor ciudad del mundo, la humanidad será calva, no se fumará, habrá una crisis de suministro de harina o las mujeres vestirán vestidos higiénicos de una. Algunas predicciones hacen gracia porque quedan cortas, como la del redactor que aseguraba que habría gigantescos aviones... de 50 pasajeros. Otros, hay que decir, aciertan lo suficiente. Entonces la radio era un medio todavía incipiente, pero ya había quien imaginaba que cien años después, la mayoría de los crímenes bancarios se harían a través de las ondas (en vez de ir pistola en mano). El The Macon News, por ejemplo, estaba convencido de que la comida se serviría en las casas con tuberías conectadas a grandes cocinas comunales. No es el caso, pero Glovo y similares comienzan a acercarse a esta distopía con las llamadas dark kitchens.
Después de esa mirada, forzosamente tierna, sobre nuestros antecesores de hace un siglo, la conclusión es siempre la misma: suficientes problemas tiene la prensa para levantar crónica de lo que acaba de pasar por complicarse la vida haciendo predicciones, y nada menos que a cien años vista. Ahora, la ventaja de echar largo, como bien saben pitonisas de todo el mundo, es que entonces tus clientes lo tienen complicado para reclamar. Porque, efectivamente, dentro de cien años todos calvos, que dicen en español.