El legado de la heroína

Un instante de 'Memoria de la heroína'
Periodista i crítica de televisió
2 min

El martes el Sin ficción hacía un trabajo de memoria histórica en un sentido muy distinto al que suelen tener este tipo de miradas en el pasado. Memoria de la heroínabuscaba como testigos a las víctimas de esta droga, no sólo consumidores y exconsumidores, sino también aquellos que perdieron a personas queridas por razones vinculadas a su consumo. Es una perspectiva que da una dimensión sociopolítica, que va más allá del drama familiar detrás de cada caso.

El documental comenzaba con las declaraciones de Carla Simón. Su testimonio servía de anzuelo, porque se trata de una persona con reconocimiento público. A través de sus películas, la directora de cine se ha adentrado en las implicaciones vitales y emocionales de haber tenido a unos padres que murieron del sida consecuencia de la adicción a la heroína. Siempre ha sabido aportar profundidad, sensibilidad y matices a esta circunstancia con un discurso que se aleja de los tópicos. Las preguntas que se hace la directora sobre cómo esta situación condicionó su vida y cómo la heroína y el contexto social determinaron la vida de sus padres permitían abordar el resto de historias con mayor complejidad.

La obsesión del documental era no caer en el juicio ni perpetuar el estigma que siempre ha habido sobre la adicción a las drogas. Estaba muy bien planteada la inclusión de imágenes de archivo de los años ochenta, algunas de ellas muy conmovedoras, como las de las madres que se manifestaron contra la droga en Galicia sacudiendo la puerta de la casa de un narcotraficante. Es una manera de abordarlo no como casos aislados sino como un problema estructural en el que incluso existían implicaciones políticas, con la connivencia de los cuerpos de seguridad, especialmente en Euskadi.

Un hecho destacable que resonaba de una manera más implícita en el espectador era el testimonio de los exconsumidores que lograron superar la adicción. Porque eran personas que rompían absolutamente con el estereotipo del consumidor de heroína que la cultura audiovisual ha potenciado. También era útil para evidenciar la transversalidad del drama de las adicciones. Las posibilidades económicas y el entorno familiar no eran ninguna garantía, pero en ocasiones facilitaban unas oportunidades de recuperación de las que no todo el mundo dispuso. Pero el documental trataba a todos los testigos por igual. Y estaba muy bien cómo incorporaba también a los consumidores con problemas de exclusión social que se afanan aún por vivir con graves secuelas y otras adicciones. Una dosis de realidad para subrayar las consecuencias a largo plazo de la heroína y su crueldad.

El final era casi poético. Se cerraba el círculo compartido entre la historia de Carla Simón y la de Xúlia, otra de las protagonistas. Con los créditos finales se recogía el recuerdo de algunos ex consumidores sobre las sensaciones de la heroína. Prueba del enorme poder de esta droga a pesar del paso de los años.

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