Pepe Domingo Castaño: "Cuando nos marchamos de la SER no quería ir a la Cope"
LondresLeyenda de la radio española, todavía en activo a los 79 años, Pepe Domingo Castaño publica las memorias Hasta que se me acaben las palabras (Aguilar), un texto que desprende añoranza en la primera parte y que en la segunda ofrece, entre otros muchos detalles, una de las versiones del terremoto que sacudió el área de deportes de la Cadena SER en 2010. Más allá de los cotilleos, que ya importan relativamente, el libro desnuda la voz de un maestro; una voz sobre todo amable.
En el podio de los últimos cuarenta años de la radio española, ¿en qué orden sitúa a Pepe Domingo, Iñaki Gabilondo y Luis del Olmo? ¿Primero, segundo y tercero?
— Iñaki Gabilondo, Luis del Olmo y Pepe Domingo.
Muy modesto, me parece usted.
— Yo no me pondría ni de tercero. Hay gente mucho más importante. Mi podio sería Joaquín Prat, Iñaki Gabilondo y Luis del Olmo.
¿No es paradójico que un 'aprendiz' de monje acabe en la emisora de la Conferencia Episcopal?
— Tiene gracia, ¿verdad? Y, cuando nos marchamos de la SER, yo no quería ir a la Cope, porque la Cope no estaba en un buen momento radiofónico…
¿No quería ir por motivos ideológicos?
— Entre otros, sí. Porque me decían: "¿Cómo que te tienes que ir a la Cope, que es la emisora de los obispos…?"
Y de derechas.
— …Y de la Iglesia, ¡está claro! Y te decían que había obispos y curas por los pasillos. Y te acojonaban un poco. Pero cuando llegué no vi a ningún cura, ningún obispo... Y, encima, lo que vi fue un aprecio tan grande que no me arrepiento en absoluto de haber ido a la Cope.
¿Pero le sigue haciendo daño que lo echaran de la SER?
— Me fui yo, no me echaron.
Ya me entiende.
— Bueno, sí, echaron a Paco y eso… Pero lo que más me hizo daño fue la forma de salir. Hacía 37 años que trabajaba y creo que me merecía una salida más honrosa. Cuando a Paco [González] le hicieron lo que le hicieron, me solidaricé con él y dije: "Me voy con Paco, donde sea, con todas las consecuencias".
¿Aunque fuera al infierno?
— Donde fuera.
Bueno, en este caso fuisteis al cielo.
— Sí… Pero el Paco es buena gente y merecía que más de 50 personas se fueran con él. Y creía que la SER aceptaría que yo me fuera, normalmente, sin ningún problema. "Ha acabado mi ciclo, me voy, no pasa nada". Doncs, no.
¿Con sus memorias ajusta cuentas con la vida, la profesión o con usted mismo?
— Lo último que has dicho. Pero no es un ajustar cuentas, es una forma de preguntarme a mí mismo si ha valido la pena todo lo que he luchado para conseguir lo que he conseguido. Y vale la pena si luchas. Cuando salí de Padrón, mi pueblo, quería presentar el Gran musical y un día lo presenté, durante cinco años; quería presentar Carrusel deportivo y lo presenté desde 1988 hasta 2010.
¿Su gran maestro fue Joaquín Prat?
— Siempre. Para mí, Joaquín es Dios.
Decir que Joaquín Prat es Dios desde los micrófonos de la Cope es casi un sacrilegio.
— Sí, sí, no importa. Dios con minúscula, pero era dios.
¿Su voz es de terciopelo o es estridente?
— Mi voz era o es una carraca ya. Pero hago lo que puedo con ella y trato de controlarla lo mejor que puedo. Pero con los años todo pierde. La voz, la cabeza, el cuerpo…
¿El entusiasmo también?
— El día que lo pierda, lo dejo. Puedo perder muchas cosas, la salud, la fuerza mental, puedo perder fuerza sexual, puedo perder lo que sea, pero el día que pierda la ilusión por trabajar en la radio, lo dejaré.
Habla de perder fuerza sexual y recuerdo, parafraseando una de sus películas, a Woody Allen cuando decía: "A los 80 años habré llegado a la cumbre de mi potencia sexual". Todavía le queda un poco… [Sin embargo, Woody Allen, en 'Manhattan', la situaba en los 60.]
— Me queda un año. Espero llegar en condiciones.
Y sin más sustos del corazón.
— Sí, pero esto me ayudó, ¿sabes? Tú nunca sabes que tienes el corazón mal. Y un día, en un campo de golf, había un agujero en subida. Y me costó un montón llegar… Y me di cuenta por primera vez que me cansaba mucho, cuando nunca me había pasado. Me hice unas pruebas y me dijeron "Cuidado, cuídate…" No lo hice y tuve el infarto. Ahora me cuido y soy feliz.
Ahora es feliz. Y cuando mira a aquel niño de Padrón, ¿qué ve? ¿Y cómo ve aquella época? ¿Una época llena de la miseria del blanco y negro de la España del franquismo o siente más nostalgia?
— No, yo no sabía ni quién era Franco…
Era gallego, como usted…
— Sí, pero yo era un niño. Nada, la guerra, sabía que había problemas en el pueblo, que la gente se reprochaba que mataron a unos o a otros… Eran los años de la posguerra. Pero para mí la palabra de mis años de niño es, con mayúsculas, FE-LI-CI-DAD.
Feliz… Pero no suficiente fe para continuar los estudios religiosos, ¿verdad?
— Llegó un momento en la vida en el que a mi familia le convino que yo y mi hermano fuéramos a un colegio interno: dos bocas menos en una familia de doce hijos, la posibilidad de estudiar gratis... Yo creo que fue una consecuencia de las necesidades que pasaba mi familia. Pero nunca me he arrepentido. A mí los monjes, con todo lo que digan en contra ahora, me han enseñado muchas cosas.
Pero cuando ahora escucha todo lo que ha ido saliendo a la luz, las historias turbias de abusos a niños en seminarios, etcétera, ¿cómo se le queda el cuerpo?
— Te explicaré un hecho. Jesús Torbado…
El autor de Los topos, sí.
— Pues Jesús estudió conmigo en el monasterio de Corias, en Asturias. Jesús publicó la novela Las corrupciones y ganó un premio…. Un día me lo encontré en un cóctel. "Hombre, Pepe…" Y le digo: "¡Escucha, que he leído tu libro y explicas muchas mentiras, Jesús!" Era un libro en el que explicaba que los frailes lo habían violado… Mentira, mentira, que estaba conmigo, ¡en el mismo colegio! ¡Coño, que lo veía cada día! Y me dijo: "Es que los recuerdos hace falta novelarlos" Y digo: "Hombre, pero no a expensas de los frailes, coño".
De aquellos frailes…
— De aquellos. Aquellos frailes nunca me hicieron nada. ¡En la vida! Al contrario. Y me hizo daño que un escritor de su relevancia hubiera puesto a parir a unos frailes que ayudaron a tanta gente a ser hombres.
Usted ha vivido el paso de la radio de cinta magnetofónica a la digital, a los podcasts … ¿Un salto vertiginoso en el siglo XXI? ¿Se han adaptado bien la radio y usted?
— Yo creo que sí… Y la radio es muy lista. La radio se transforma con la competencia. Cuando llegó la tele, ¿qué hizo la radio? Ser más rápida. Y ahora, podcasts, tuits, etcétera. La radio se los ha hecho suyos... La radio nunca se ha dormido.
¿Hay suficiente relación entre los profesionales de la radio de Madrid y los de Catalunya, Galicia, el País Vasco… y el resto de España? ¿Hay desconocimiento? Hablo de la competencia.
— Cuando he ido a Catalunya a firmar libros, me han entrevistado todas las emisoras rivales: RAC1, Catalunya Ràdio, Es Radio, TV3... Y ningún problema.
Hombre, usted es una leyenda de la radio.
— Pues ninguna emisora de la SER me ha llamado para entrevistarme por mi libro. Y me da mucha pena. Y les tendría que dar vergüenza. Estuve 37 años, solo por eso creo que merecía una atención.
¿Esto es parte del guerracivilismo que se vive en Madrid, que se traslada de la política a los medios y al revés?
— Mira, no diré nombres, porque no lo tengo que hacer, pero yo no he ido a Antena 3, a un determinado programa, porque Antena 3 lo ha prohibido…
¿Por qué?
— Por rifirrafes entre cadenas y entre editoriales. Yo creo que soy buena gente y buena persona. Y creo que estoy por encima de los rifirrafes entre editoriales y emisoras. Yo he entrevistado a lo largo de mi vida a todo el mundo, de la casa o de la competencia, da igual. La competencia es sanísima. Y me dolió mucho que… Pues eso.
A pesar de todo, usted ha sido un privilegiado, ¿no?
— Sí, lo soy. Primero, porque trabajo en lo que me gusta; segundo, porque encima me pagan, y tercero, porque tengo un equipo fantástico.