Ayer dedicaba la columna a ese periodista sueco con medio millón de seguidores en X que compartía una foto de la enésima manifestación antiamnistía y el lema "Esto no lo verás en los medios". Ha sido foto de portada en los cuatro diarios de Madrid, en El Periódico, en La Vanguardia, en Diario de Sevilla, a Heraldo de Aragón, en La Nueva España, al Diario Montañés y ya paro, porque me comería la columna sólo enumerándolos. Estimular el victimismo y hacer creer que se comparte información prohibida es una buena táctica para embelesar bobos.
Algunos medios digitales explotan esta idea de publicar lo que otros no se atreven a publicar. Visto desde fuera del universo mugriento que generan, pueden hacer gracia y todo. Cuando el medio multifóbico Rambla Libre titula “Los canarios, los más gilipollas del mundo mundial” (aparentemente por un asunto privado del editor), cualquier persona con dos dedos de frente sitúa el medio en el estatus de las barracas de feria. Pero tienen su efecto en la totalidad del sistema. O, al menos, esto es lo que sugiere el último estudio del Reuters Institute en el que pregunta a los encuestados si creen que las diferencias de credibilidad entre medios son grandes y pequeñas. Los resultados son muy poco homogéneos. En Estados Unidos, por ejemplo, la inmensa mayoría ve una gran disparidad de rigor. En cambio, en India la noción general es que, más o menos, todos son la misma cosa. No hay datos españoles, pero sospecho que la situación debe ser más cercana a la de India, porque los diarios de Madrid, especialmente los de derechas, se han polarizado tanto que su tono –y la continua apelación a los sentimientos y el orgullo herido– es a menudo más cercano al de la prensa tabloide que a la de prestigio. Cabe preguntarse, por tanto, a quien beneficia este ruido infantilizante, que separa a la ciudadanía de la información.