La resistencia del papel

El papel defiende su sitio a pesar de la digitalización

La prensa escrita busca nuevas vías de distribución para mantener un formato todavía con ventajas respecto del online

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La hora del vermut, uno de los momentos en los que muchos lectores de diarios en papel disfrutan de la lectura
Dosier La resistencia del papel Desplega
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BarcelonaLa digitalización avanza y ya es predominante en muchos ámbitos, pero el papel –esta milenaria pasta de fibras vegetales prensadas– sigue ocupando un lugar en el panorama comunicativo. A pesar del cierre de puntos de venta, y a pesar de que las generaciones más jóvenes se decantan todavía más por las pantallas, los formatos analógicos se resisten a desaparecer y se confirma la tendencia de la comunicación según la cual la nueva tecnología no sustituye a la vieja, sino que se añade y provoca la adaptación.

Juan Antonio Giner es socio fundador de Innovation Media Consulting Group, una asesoría que ha impulsado diarios nuevos y reformulado cabeceras veteranas de todo el mundo. Desde su experiencia, el reto principal es de modelo de negocio, porque la demanda de periodismo sigue viva. “El gran desafío es la impresión y la venta instantánea en quioscos digitales que, como los cajeros automáticos, se encontrarán en cada esquina a pocos metros de casa, del lugar de trabajo o de veraneo”, explica.

Según su parecer, el lector pagará “con gusto” productos imprimidos actualizados con informaciones y comentarios de última hora “a todo color con fotografías e ilustraciones en alta definición, en formato de minitabloides grapados...” Incluso aventura que se podrá pagar por versiones completas o sintéticas y que, en cualquier caso, serán “muy manejables y de lectura cómoda”. Para el experto, “el papel no morirá, pero las grandes rotativas, sí. Y la distribución no será física, sino digital”. En este sentido, señala el paradigma de los libros, que “sobreviven gracias al hecho de que su distribución y venta es universal, y muchas veces con estrategias de print on demand, porque las librerías físicas ya no están solas y muchos libros nos llegan hoy en día con reparto domiciliario”.

La importancia de los suscriptores

Uno de los tópicos suele vincular la digitalización con una rebaja de la calidad, en favor de la inmediatez. Pero las grandes marcas globales que han visto reforzada su posición en la última década, y que provienen del papel, lo han hecho reforzando su estrategia de contenidos. La redacción del New York Times tiene ahora más periodistas que nunca, por ejemplo. En marzo de este año se congratulaba de haber llegado a los más de 10 millones de suscriptores: una cifra que doblaba la de tan solo cinco años atrás. Esto le ha permitido cambiar un paradigma fundamental: su principal fuente de ingresos ya no es la publicidad, sino los lectores. Y esto redunda en más independencia periodística respecto a políticos y empresas.

Uno de los principales estudiosos de este diario es Ismael Nafría, autor del libro La reinvención del New York Times y exdirector de National Geographic en España. El periodista y consultor explica al ARA que “The New York Times es quizás el caso más exitoso de transición en el mundo digital, pero cada vez hay más en todo el mundo, como The Economist, The Washington Post, The Guardian y el Financial Times, por citar solo unos cuántos". "Algunas revistas no solo han mantenido la edición en papel, sino que incluso la han mejorado, ofreciendo ediciones de más calidad, o ediciones especiales, porque han visto que todavía hay un público interesado y dispuesto a pagar un buen precio para consumirlas. Ofrecer productos exclusivos de mucha calidad todavía funciona, en algunos casos”, añade.

Nafría recuerda como, a pesar del panorama de retroceso del papel, los propietarios o responsables de estos medios han dicho, de una manera u otra, que mantendrán la publicación en papel mientras haya suficientes usuarios dispuestos a pagar lo que vale, “que es bastante”, para disfrutar de la experiencia de consumir información en este apoyo. “Lo hacen también por un tema de prestigio y de relevancia, y parece que solo dejarán de hacerlo cuando realmente no tenga ningún sentido económico mantener una edición impresa”.

El también periodista y consultor Toni Piqué cree que uno de los problemas en esta fase de transición es que los esfuerzos y recursos todavía están demasiado concentrados en las ediciones impresas. “Buena parte de los periodistas y del periodismo, la más relevante y capaz, está en Babia en parte porque ocupa dinero, tiempo y cerebro en fabricar diarios de papel cada día menos vendidos y con menos impacto social, a la vez que los propios periodistas tienen que hacer el digital, que requiere un uso de los mismos recursos casi opuesto”.

Capacidad de influencia

El argumento ilumina uno de los motivos por los cuales el papel resulta todavía relevante: la capacidad de influencia. El hecho de tener una existencia física innegable, y poder aterrizar cada mañana sobre la mesa de trabajo de miles de directivos o políticos, da una presencia a la marca informativa que se diluye cuando se mide este efecto en las ediciones digitales. Tener papel facilita también estar presente en las tertulias radiofónicas de la mañana y en las compilaciones de portadas de la televisión.

La publicidad también valora todavía el formato en papel, porque el lector hace una lectura más atenta y, por lo tanto, un mensaje publicitario puede adherirse mejor a la memoria de quien lee un diario en el viejo formato. La vista, en pantalla, tiende a escanear rápidamente, lo cual es un inconveniente para las campañas masivas (y por eso la publicidad digital cada vez busca más la segmentación).

Piqué también cree que el pago resultará fundamental para mantener vivo el papel. Y critica que muchos editores “se dejaran tomar el pan del cesto entre 1994 y 2007, cuando ganaban mucho dinero”, en vez “de darse cuenta de los cambios que venían, que también era trabajo suyo”, y de invertir en las nuevas formas de negocio que se abrían y que han acabado en manos de nuevas empresas. “Los editores han sido muy hábiles para desviar la responsabilidad de la quiebra a los periodistas, que hemos tenido que pensar por ellos mientras hacíamos también nuestro trabajo de sacar noticias”, concluye.

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