La resistencia del papel

Las principales predicciones (fallidas) sobre la muerte del papel

En el último cuarto de siglo, varios gurús digitales han anunciado la desaparición de la cultura impresa

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Santiago, quiosquer en la plaza de la estación de Cornellà de Llobregat, trabajando durante la pandemia de covid
Dosier La resistencia del papel Desplega
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BarcelonaAl papel lo han intentado matar muchas veces, pero probablemente el Nostradamus más persistente sea Nicholas Negroponte, fundador del MIT Media Lab. En un artículo de la revista American Printer, publicado en 1995, levantaban crónica de un congreso de impresoras y litógrafos, y recogían una intervención suya en la que auguraba que la defunción del material imprimido sería en el 2000. Llegó el nuevo milenio y el papel siguió muy presente en las vidas cotidianas de la humanidad. Negroponte lo volvió a intentar en noviembre de 2010, cuando fue investido doctor honoris causa por la Universidad Camilo José Cela. “En poco tiempo, hacia 2015, la prensa escrita no existirá”, vaticinó. Y de nuevo erró en el diagnóstico.

Redacción del New York Times en la ciudad norteamericana.

Muchos han querido ser los primeros en estirar la cuerda del campanario para anunciar la defunción del papel. En 2011 un estudio del Centro para el Futuro Digital, de la Universidad del Sur de California, aventuraba que la mayoría de los diarios en papel desaparecerían en cinco años. Entonces se editaban 1.452 cabeceras. Una década después –o sea, el doble del tiempo anunciado– en Estados Unidos se seguían imprimiendo 1.260 diarios, lo que supone una caída del 13%, pero en ningún caso de más del 50%, como se sugería.

La edición en papel del ARA, abierta por las páginas de opinión.
Una chica lee libros en una librería de segunda mano de Barcelona, en una imagen de archivo.

El consultor estratégico Ross Dawson publicó en aquella época un mapa del mundo que se hizo célebre en su momento: señalaba el año en el que desaparecerían los diarios en cada uno de los países. Por ejemplo, en Estados Unidos se marcaba el 2017 como fecha para la extinción de la prensa escrita. En el Reino Unido, el papel tenía que desaparecer en 2019. En España se marcaba el 2024, pero no hay síntomas de que en solo dos años tengan que desaparecer los diversos centenares de miles de personas que diariamente compran un ejemplar imprimido de diario (generalista, local, deportivo o económico).

Arturo Catalán, profesor de periodismo digital de la Universidad de Santiago de Chile, puso el 2020 como horizonte para tener el último diario imprimido. Incluso Bill Gates se apuntó al funeral precipitado del papel, cuando en los noventa aseguró que en una década desaparecería el papel de las oficinas, lo que miles de trabajadores comprueban diariamente –ante una impresora en la que se han encallado las hojas– que no es así. El fundador de Microsoft, en el 2000, también vaticinó que los diarios dejarían de imprimirse en diez años, para conectarse a dispositivos móviles conectados a internet. Y, si bien efectivamente la mayoría del consumo de prensa se hace a través de smartphones, cada madrugada las rotativas rugen para recordar que el papel quizás ya no es el rey de la selva, pero que los que ya lo dan por muerto se equivocan.

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