Póngame cinco estrellas

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'Salón de peluquería'

El otro día me corté el pelo. Esta información no debería ser muy relevante para los lectores y tampoco lo hubiera sido para mí, si no fuera porque justo antes de pagar, la peluquera me pidió que le diera 5 estrellas. Literalmente no sabía de qué estaba hablando.

-¿5 estrellas? ¿Dónde?

-En la app.

Como seguía sin comprender, le seguí la corriente y le dije que por supuesto. Cuando salí a la calle, miré mi móvil y efectivamente, tenía un email para puntuar mi corte de pelo. Por supuesto, le puse 5 estrellas, aunque ni siquiera me había mirado en un espejo. Lo hice por educación, por echar una mano y porque siempre son muy amables conmigo, pero me sentí sucio. De alguna forma, sentí que habían utilizado mi corte de pelo como publicidad. Era como si mi vida fuese un anuncio de algo.

Y entonces me acordé de mi amigo Fernando.

A mi amigo Fernando le gusta mucho la publicidad. Le gusta hablar de ella, analizarla, estudiarla, descuartizarla… pero no le gusta ser publicidad. Supongo que él ya lo sabría, pero fue lo que me dijo el otro día cuando una marca de automóviles decidió que, para vender más coches, se iba a reír de él.

La cosa fue así: mi amigo Fernando publicó un tuit en el que criticaba una campaña de publicidad en el Metro de Madrid. No es que el anuncio fuera malo o feo, eso ya lo dejamos para otro día, el problema era que la publicidad sustituía las señalizaciones de la estación, creando confusión a los viajeros sobre cuál era la parada. Fernando comentó que esa publicidad “atentaba contra la usabilidad”. A los publicistas les pareció que no solo podían fastidiar al usuario, sino también a Fernando. Así que introdujeron su tuit dentro de un nuevo anuncio en el que se vanagloriaban de haber generado muchas críticas en redes sociales.

Supongo que será porque me hago mayor, pero no me gusta que me traten como a un producto. Me da miedo que la sociedad avance hacia un lugar donde Internet se convierta, si no se ha convertido ya, en un gran anuncio camuflado como comunicación.

Por eso estoy muy contento de que el gobierno haya creado un real decreto para que la publicidad sea etiquetada como tal en redes sociales, aunque estoy seguro de que solo tipificaran como anuncio aquellos en los que hay intercambio de dinero. Y dejarán fuera las estrellitas del peluquero o las respuestas de publicistas con zasca incluido. Dejarán fuera, al fin y al cabo, la vida.

Y, por favor, si le ha gustado esta columna, no dude en ponerme 5 estrellas en la app.

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