Sánchez, pague un contador de manifestantes independiente
Los gobiernos dicen que quieren luchar contra la desinformación, pero cualquiera de sus esfuerzos punitivos siempre estará bajo la sospecha de sesgo político. Al fin y al cabo, la verdad y la mentira son difícilmente objetivables (aunque esto no debería permitir la barra libre de hotel de dos estrellas en la costa en la que se ha convertido la guerra de relatos). Ahora bien, sí hay formas de saber si en una congregación humana hay trescientas personas o, tal y como aseguran los organizadores, cuatro millones y medio. La Razón y El Mundo aseguran que este domingo, en la manifestación de turno contra Sánchez, había 100.000 personas redondas (redondas por la cifra, no vean grasofobia, aquí). Es la cifra que dio el PP, que la delegación del gobierno estatal rebajaba a la mitad. Otros cálculos, a partir de la foto de la plaza donde se celebraba la concentración, sugiere un recuento de almas aún menor.
Un gobierno que de verdad quiera restaurar la noción de una verdad compartida, al menos en lo que se refiere a fenómenos contables, podría auspiciar un organismo independiente surgido de las universidades que combinara la tecnología actual con un cuerpo técnico de prestigio capaz de aplicar fórmulas matemáticas relativamente simples. En Catalunya, el colectivo Contrastant lo demostró hace unos años y, con un zapato y una alpargata, hizo subir los colores a la cara de los medios que aún se conformaban con dar dos cifras absurdamente dispares y –mirando al lector, oyente o espectador con los hombros encogidos– sugerirle que la verdad de mediodía. No hace falta llegar a los extremos de China, donde el gobierno debe poder decir incluso la marca de calzoncillos de los congregados, pero obtener una cifra verosímil debería ser posible. Y los medios deberían ser los primeros interesados.