Crítica de series

'Black snow': la serie que desentierra el pasado más oscuro de Australia

Travis Fimmel, el protagonista de 'Vikingos', da vida al detective que investiga el asesinato de una adolescente aborigen

3 min
Travis Fimmel y Jemmason Power en la serie 'Back snow'.
  • Lucas Taylor para Stan
  • En emisión en Filmin

Pocas cinematografías como la australiana vienen marcadas por el peso inquietante del paisaje. Si el cine estadounidense convirtió la conquista épica del territorio en la base del western, su género fundacional, en las películas australianas, en cambio, la naturaleza se muestra reticente a la dominación y hace notar, de forma explícita o metafórica, el vínculo conflictivo de la sociedad australiana con una tierra que se colonizó a costa de sus pobladores originarios. En muchos filmes australianos, de Picnic en Hanging Rock (Peter Weir, 1975) a Wolf Creek (Greg McLean, 2005), el paisaje parece rebelarse contra esta civilización impuesta. Ahora nos llega una serie, Black snow, que también constata cómo en aquel país la herida indígena aún permanece abierta. Y lo hace a través de uno de los formatos más populares de la televisión, un procedimental de larga duración en el que, como en otros títulos similares, un detective de ciudad llega a una zona rural para investigar un crimen que tuvo lugar hace más de dos décadas.

El actor australiano Travis Fimmel, el popular protagonista de Vikingos, encarna a James Cormack, un policía de Brisbane especialista en casos no resueltos. Su personaje, de ojos vidriosos porque arrastra su propio pasado trágico, tiene poco original. Representa ese arquetipo de investigador capaz de obsesionarse con un caso hasta resolverlo, también como forma de conjurar sus propios fantasmas. Aquí se trata del asesinato de Isabel (Talijah Blackman-Corowa), una adolescente que en los años noventa apareció muerta la noche de la fiesta de graduación del instituto en un pueblo de Queensland, en el noreste del país. La policía local se muestra incapaz de descubrir al autor los hechos, que achacan a algún pasavolante. Pero, como afirma uno de los personajes, si Isabel hubiera sido blanca y no aborigen quizá se hubieran esforzado más en resolver el caso. La investigación se reabre cuando se descubre una carta que escribió la chica poco antes de su muerte.

El paisaje racista de fondo

El creador, Lucas Taylor, envuelve y desenvuelve un misterio con todas las estrategias y giros de guion habituales en estas series. Todos los personajes esconden secretos que obligan a repensar su rol en la trama y mantienen el enigma en torno a la autoría del asesinato hasta el final. A lo largo de sus seis episodios, Black snow entrelaza la investigación en tiempo presente con la historia de Isabel en el pasado. Pero aquí no interesa tanto la investigación como el paisaje de fondo que se va dibujando. Como en otros procedimentales de larga duración del estilo de The killing o de la espléndida Top of the lake, en Black snow el daño no es responsabilidad solo de un único personaje. La serie desentierra uno de los episodios más oscuros de la historia de Australia, el reclutamiento de decenas de miles de habitantes de las islas oceánicas por parte de los colonos blancos para que trabajaran en fábricas, como la de azúcar de caña que centra aquí la historia, en condiciones cercanas a la esclavitud.

Taylor muestra cómo este racismo todavía está muy presente en la sociedad australiana, al tiempo que otorga protagonismo a la comunidad canaca y a sus singularidades, retos y conflictos respecto a la sociedad blanca con la que conviven. Lástima que Black snow no se haya reflejado más en el cine de su país para profundizar en la idea que sugiere el título y algún plan escaso: la creación de una atmósfera inquietante a partir del paisaje de la fábrica de azúcar y del carrizal que le rodea, con toda la historia oscura que arrastran.

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