Crítica de serie

La fascinación que no se detiene por los asesinos a sueldo con doble vida

Keira Knightley y Ben Whishaw protagonizan la última miniserie de éxito en Netflix: 'Coloms negres (Black doves)'

Ben Whishaw y Keira Knightley en la serie 'Coloms negres (Black doves)'
3 min
  • Joe Barton para Netflix
  • En emisión en VOSC en Netflix

En Palomas negras, Keira Knightley interpreta un papel que puede leerse como todo un comentario a su propia carrera. La actriz británica encarna Helen Webb, la pareja del ministro de Defensa británico, la típica mujer capaz de desempeñar a la perfección el rol de esposa tory, eficaz organizadora de la conciliación entre una vida familiar digna de postal y el ejercicio público de su marido. Pero no tardamos en descubrir que Helen lleva una doble vida como espía para la organización del título (Black doves, en inglés), que vende secretos de estado al mejor postor. En cierto modo, la imagen oficial de Helen corresponde al papel habitual que Knightley ha bordado en el cine británico, el de la mujer encantadoramente perfecta que sobresale encarnando una idea clásica de la feminidad. Su trabajo clandestino como sicario al que no le importa transgredir las convenciones sociales nos habla, en cambio, de una actriz con ganas de entregarse a papeles más desinhibidos y vinculados a géneros como la acción, el thriller de espionaje y aventuras, unos registros que ha podido practicar menos. Su cómplice de confianza en el mundo criminal, Sam, lo interpreta el siempre excelente Ben Whishaw, un actor también ligado a un cine más intimista que, sin embargo, sí ha frecuentado la nueva etapa de los filmes de James Bond como a Q.

El elenco, del que también forma parte Sarah Lancashire, es uno de los grandes atractivos de este reciente éxito de Netflix, que pone en evidencia la fascinación perpetua por las ficciones sobre personas de apariencia normal que llevan una doble vida como espías o asesinos en serie. El creador Joe Barton ofrece un entretenimiento de altos vuelos con los valores de producción propios de un título de prestigio. Palomas negras combina el suspense y las intrigas de cualquier serie de espionaje con la sofisticación estética de las nuevas formas del thriller en la era digital, con una fotografía en alta definición que recuerda tanto al cine de Michael Mann como a las producciones de Nicolas Winding Refn. Todo ello, aderezado con el potencial cómico que desprende la ficción sobre asesinos a sueldo planteada desde cierta perspectiva irónica, como ya han explotado series como Killing Eve, una producción a la que Palomas negras rinde un claro homenaje a través de la pareja de asesinas a sueldo que se muestran también implacables que hilarantes.

Asesinos enamorados

Asimismo, la producción incide en otra de las grandes tendencias de las series de espías contemporáneas, la crisis de identidad que sufren unos personajes obligados a hacerse pasar por lo que no son. Barton profundiza, a medida que avanzan los seis capítulos que conforman la serie, en la dimensión humana de sus protagonistas en apariencia despiadados. Helen y Sam son asesinos, pero asesinos enamorados. A ella le matan el amante en el primer episodio por causas que se obsesiona en descubrir. Sam vive atormentado por cómo involucró al hombre que amaba en un escenario casi mortal. Una de las mejores secuencias de Palomas negras es aquella en la que Sam intenta proteger a su novio de un tiroteo arrastrándolo abrazado a su cuerpo, un momento lleno de ternura y de intimidad corporal en medio de un baño de sangre. La serie no siempre consigue equilibrar la perfección estas dos vertientes, el drama de personajes escindidos entre dos vidas y el thriller de acción con carga autoirónica, pero se sale más que bien al ofrecer un entretenimiento de calidad en Navidad, destinado a quienes quieran degustar una propuesta ambientada en estas fiestas que se distancie tanto de las comedias románticas como de las ficciones para toda la familia.

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