El susto de la corresponsal Almudena Ariza

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Un hombre se acerca con actitud amenazante a Almudena Ariza, que conectaba con el Telediario de la 1 desde Jerusalén.

El miércoles por la tarde, en el Telediario 1, una crónica de la corresponsal en Jerusalén de TVE nos mostró la presión que sufren los periodistas que informan sobre la guerra entre Israel y Hamás. Almudena Ariza conectó en directo para explicar la división que se ha producido en el gobierno de Netanyahu por la gestión del conflicto y la tensión social, con los manifestantes frente a la oficina del primer ministro exigiendo el regreso de las tropas. Justo cuando estaba contando esto, un hombre apareció en imagen, de espaldas a la cámara, y se dirigió de forma intimidante a la corresponsal. Se acercó a ella en exceso, sin respetar el espacio interpersonal, mientras le levantaba el brazo para que se marchara. Aunque Ariza le dijo que estaba trabajando y estaban en directo, se vio obligada a interrumpir la crónica y cortar la conexión. Antes, aclaró a la audiencia que se trataba de un ciudadano, y no de un policía o un miembro de seguridad. La situación hacía sufrir, porque la periodista se encontraba en una situación de vulnerabilidad frente a aquella actitud agresiva.

Unos veinticinco minutos más tarde, el Telediario reanudó la conexión con Almudena Ariza desde una nueva ubicación: "Siento que hayamos vivido este incidente en directo, pero también que os hayamos hecho sentir partícipes de lo que vivimos cada día nosotros los periodistas". Y añadió: “No quieren que estemos aquí y no quieren que hablemos de Gaza”. Y explicó que cuando algunos peatones sentían que pronunciaban la palabra Gaza los insultaban, les llamaban mentirosos y los conminaban a marcharse del país. "Es algo que sentimos a diario". Sin duda, el hecho de que se tratara de una mujer facilita que determinados individuos se sientan con la impunidad por increparla.

Más tarde, en un tuit en la red X, Almudena Ariza hizo saber que habían denunciado a la policía las amenazas recibidas, porque los ciudadanos que habían increpado al equipo de TVE advirtieron que llamarían a más personas y que les harían “algo malo”. En las imágenes que los informativos facilitaron más tarde, vimos cómo otro hombre con el rostro tapado y un casco de motorista también había mantenido una actitud provocadora mientras los grababa con el móvil.

Ciertamente, aunque no había ninguna intención inicial por parte de la corresponsal de explicar esta situación de presión y amenazas que viven los periodistas en Jerusalén, la escena sirvió para exponer a la audiencia unas circunstancias que muchos espectadores no habían imaginado. El incidente es una prueba más de la crispación que se vive en la calle y la división que existe en el país en torno a la guerra. Los periodistas no deben ser los protagonistas, pero a veces su rol como informadores hace emerger matices y tensiones latentes. El jueves, la corresponsal de TV3 Roser Oliver y la cámara Helena Ribas se hallaron en la misma situación que Ariza cuando hacían la crónica de una protesta de hombres ultraortodoxos.

Cualquier guerra pide más contexto informativo del que permiten los escasos minutos de una conexión en directo. Y a veces la realidad es tan compleja y convulsa que se cuela por los márgenes y se mete dentro del plan de forma inesperada. Y el susto acaba diciendo más que el texto preparado para la crónica.

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