Harris vs. Trump: el debate de las muecas

Dos momentos del debate entre Donald Trump y Kamala Harris
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Tras el debate entre Biden y Trump el pasado 27 de junio, más que la sensación de derrota del candidato demócrata quedó el malestar de fracaso de un país y del sistema político. Esta madrugada, el debate entre Kamala Harris y Donald Trump ha reactivado el espíritu de una batalla electoral potente y enconada. Los espectadores han sido testigos de un debate vivo, ágil y muy interesante. También ha sido digno. La idea de apagar el micrófono del interlocutor que no tenía el turno de palabra parecía que podía cargarse la esencia dialéctica de ese género televisivo que tiene mucho espectáculo. En cambio, ha servido para limitar el agror discursivo y evitar que se perdieran las formas.

El tono del debate se puede resumir en el saludo inicial, cuando Trump y Harris han aparecido simultáneamente en el escenario. Ella ha caminado con más energía y rapidez que el candidato republicano, invadiendo el terreno de juego de Trump hasta llegar a su atril y provocar un apretón de manos inesperado. Una imagen que a Harris le ha permitido confirmar su defensa de las buenas formas, de la educación y el juego limpio. Los atriles, por cierto, respetaban la altura de cada uno de los candidatos. El de Harris era ligeramente más bajo. Pese a la imposibilidad de interrumpirse, la realización ha mantenido prácticamente siempre la pantalla partida con el plan de ambos candidatos. Y esto ha hecho que el lenguaje no verbal adquiriera un valor extraordinario. Mientras hablaba Harris, Trump mantenía la mirada frontal hacia los moderadores, con una actitud bastante hierática, como si menospreciara la presencia de su rival. En cambio, cuando hablaba él, Harris lo observaba atentamente, ligeramente de perfil ante la cámara. Ha sido el debate de las muecas. La candidata demócrata se ha mostrado mucho más expresiva y reaccionaba a las palabras de Trump, a menudo sin perder la sonrisa, que ha convertido en un arma electoral. Ha dedicado a Trump miradas de perplejidad, condescendencia y extrañeza, sin que le quedara teatral. Es una forma de enviar mensajes a la audiencia sobre su opositor sin necesidad de verbalizarlos.

El debate del ABC lo han moderado los periodistas David Muir y Linsey Davis, presentadores del exitoso informativo World News Tonight. David Muir presenta la edición de los domingos. Ambos han marcado las diferencias en un ejercicio de alta complejidad: ejercer el fact-checking en directo. En anteriores debates la apatía ante los disparates y mentiras de Trump había sido motivo de polémica. Muir y Davis han intentado revertirlo, corrigiendo en varias ocasiones al republicano. Davis le ha señalado, por ejemplo, que no había ningún estado en el que fuera legal ejecutar a un bebé después de nacer. Cuando Trump ha asegurado que en Ohio los migrantes robaban los gatos y perros de los estadounidenses para comérselos, Muir le ha advertido de que el ABC se había puesto en contacto con las autoridades responsables y que no había constancia alguna de esta información. “¡Yo he visto en televisión a gente diciendo que les habían robado el perro para comérselo!”, insistía Trump. “No estoy sacando ese dato de la televisión. Lo estoy sacando de las autoridades responsables”, subrayaba el moderador. Sin embargo, Muir y Davis han sido más magnánimos a la hora de marcar de cerca a Harris cuando ella esquivaba las buenas preguntas que le hacían sobre aspectos donde ella ha demostrado planteamientos confusos. Escapó a la pregunta directa de si se había reunido con Putin y no le insistieron para que contestara.

En el primer tramo de debate, el dinamismo fue creciendo. Harris aplicó una buena estrategia: minar el ego de Trump para sacarlo de sus casillas. Y funcionó, porque el candidato republicano acabó muy a la defensiva y malhumorado. La pausa de publicidad le rompió el ritmo y, en la segunda parte, parecía harto de estar participando en el espectáculo televisivo. Estaba crispado y parecía molesto por las preguntas de los moderadores: "¿Por qué cree que es importante hablar de la identidad racial de su contrincante?". La segunda parte fue la del lucimiento definitivo de Harris, donde pudo exhibir la firmeza que la ha hecho famosa como fiscal.

Hay partido. El debate no solo ha servido para encauzar las esperanzas del Partido Demócrata. Ha sido útil también para recuperar la fe en el género del debate electoral como un espacio no solo de discusión sino para hacer emerger la personalidad de los candidatos y activar las ganas de decidir de la audiencia.

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