'The last repair shop'.
2 min

Oscar al mejor corto documental se lo ha llevado The last repair shop (El último taller de reparación), una historia delicada y emotiva que te gana el corazón desde el primer minuto. La niña que sale nada más empezar, mira a cámara y te explica cómo le gusta tocar el violín a pesar de sus circunstancias familiares. Escucharla te retiene, despierta tu curiosidad y te impulsa a continuar. La producción nos descubre un taller artesanal de reparación que existe en la ciudad de Los Ángeles. Sobrevive desde 1959 y tiene la misión de arreglar instrumentos musicales que dejan gratuitamente a estudiantes de escuelas e institutos de la ciudad. Conservan ochenta mil instrumentos que recuperan la vida cada vez que los reparan los especialistas del taller y van a parar a manos de otro niño. Uno de los trabajadores explica lo importante que es que los niños puedan acceder a una educación musical: “Algunos vienen de lugares con amor y apoyo. Y otros vienen de sitios con muchos problemas. Las cosas emocionales y mentales cuestan más de reparar. Esto no se puede enganchar. Esto pide tiempo y mucho cuidado...” y él mismo explica cómo la música le ayudó a curar sus heridas y salir adelante: “La música es como nadar. El ritmo está siempre presente, y si paras, no hay música”. Esta reflexión es la que va a permitir construir una metáfora muy bonita entre la reparación meticulosa de los instrumentos y la reparación emocional de las personas, especialmente de los niños. Tanto los artesanos que restauran los instrumentos como los niños que les toca van contando a cámara sus historias personales ligadas a la música ya ese taller. Cada niño ha establecido un vínculo con el instrumento. De una forma muy sutil, la banda sonora del documental se ajusta al relato y le acompaña con música donde ese instrumento es el protagonista. Una de las artesanas conserva las decenas de objetos que ha encontrado dentro de una tuba: "Es como una comunicación secreta entre el niño y yo".

Las historias de pequeños y mayores están muy bien contadas y condensadas. Todas tienen una característica común: como un detalle aparentemente insignificante, una casualidad o un instante que rompe lo cotidiano, adquirió suficiente relevancia para acabar cambiándoles la vida. Y de eso habla ese corto documental. En menos de cuarenta y cinco minutos escuchas múltiples experiencias de vida llenas de emoción, no necesariamente dramáticas. Pero, en cualquier caso, importantes para provocar una transformación de los protagonistas. El documental juega con la imagen y la palabra. El proceso de afinación, de rellenar las grietas de la madera, de enganchar piezas rotas, limpiar el interior, pulir el metal o encontrar la basura que estropea el sonido se convierten en una alegoría del proceso de crecimiento personal. Y, sobre todo, la música como remedio sanador del alma. Más que una devoción sagrada por el instrumento existe un convencimiento de su funcionalidad máxima.The last repair shop (Disney+) es un pequeño tesoro porque en el trabajo preciso, exigente y apasionado de los artesanos descubrimos el deseo de ayudar a las personas y la esperanza de cambiar un poco el mundo.

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