El veneno para ratas amenaza a la fauna salvaje en Cataluña
La comunidad científica pide una moratoria de los productos rodenticidas, que causan una gran mortalidad de rapaces y carnívoros
Santa Perpetua de MogodaPasan pocos minutos de las nueve de la mañana y la banda sonora del centro son aullidos, aleteos y gorjeos constantes. Estamos a finales de julio y ya se divisa una nueva ola de calor. "Hoy tengo por delante tres necropsias y varios casos urgentes que tengo que atender", nos espeta Rafael Molina nada más llegar y nos hace un gesto para que le acompañemos. "¿Por dónde desea empezar?"
Estamos en Torreferrussa, el centro de recuperación de fauna salvaje situado en las afueras de Santa Perpètua de Mogoda, en el Vallès Occidental. El veterinario nos guía por las instalaciones hacia la zona de consultas y quirófano. Antes pasamos por una serie de salas donde hay recuperándose gamarrusos, aligots, aguiluchos y también un precioso búho duque de ojos anaranjados y mirada hipnótica. Más allá, en una habitación dos voluntarias alimentan con paciencia una a una crías de abubillas, abejarucos y pájaros encontrados en la naturaleza: la mayoría son crías que han caído del nido o que presentan alguna herida. También tienen algún erizo. Molina entra justo en el cuarto de enfrente y le seguimos, porque allí, dentro de una incubadora tapada con una tela, está el pollito que hemos venido a conocer hoy.
Lo encontraron hace tres días en el nido, a él ya un hermano suyo, con las plumas del cuello sucias y ensangrentadas y en muy mal estado. Los agentes rurales sospecharon que se habían intoxicado y rápidamente les trasladaron a Torreferrussa, un centro pionero en el Estado en la recuperación de rapaces y también uno de los centros del mundo con mayores ingresos de animales, unos 15.000 al año. Aquí los tratan, los operan si es necesario y hacen todo lo posible por salvarlos y volverlos a liberar en la naturaleza.
Molina levanta la tela y vemos por primera vez el pequeño alimoche, que nos mira inquieto. "Tiene una cara muy simpática", suelta el veterinario y no podemos sino asentir. Qué privilegio poder observar tan de cerca este ave que en la naturaleza debemos contentarnos con observar por debajo y con prismáticos. Entonces Molina abre la puerta de la incubadora y la agarra con delicadeza. Aunque lo deja sobre la mesa, el animal apenas se mueve, todavía no sabe volar y las fuerzas le fallan.
La cría forma parte de un proyecto de repoblación de estos pequeños buitres en el Alt Empordà. Antiguamente habían criado de forma natural en las comarcas gerundenses, pero habían acabado desapareciendo por varios motivos. Hace cuatro años se puso en marcha un plan para reintroducirlos.
"Cuando empezamos no teníamos ninguna pareja y este año tenemos dos", nos explica por teléfono, orgulloso, el ornitólogo Jordi Sargatal, actual secretario de Transición Ecológica de la Generalitat. "La primera pareja ya crió en el 2021 y en 2025 lo había hecho la segunda", añade. El pollito que tenemos delante es una de las crías y en su corto tiempo de vida ya ha estado a punto de morir.
En el nido, los agentes rurales también encontraron restos de ratas, seguramente procedentes del vertedero de Pedret y Marzà, situado en la carretera de Figueres a Llançà, donde los alimoche adultos, geolocalizados con GPS, iban con frecuencia a comer ya proveerse.
"La sangre en el cuello y los restos de roedores hacían sospechar que podían haberse intoxicado con raticidas", nos explica Molina, aunque no podrá confirmar el diagnóstico hasta que lleguen los resultados del laboratorio de toxicología.
En los vertederos es frecuente que se controlen las poblaciones sobre todo de ratas con rodenticidas, venenos anticoagulantes que causan la muerte por hemorragias de los animales a los dos o tres días. Son muy efectivos, pero también poco selectivos. La consecuencia es que, de forma colateral, afectan a muchas otras especies salvajes, algunas de las cuales se encuentran en una situación muy crítica.
Las aves rapaces, como el alimoche, el cernícalo y el duque, son unas de las más afectadas porque su alimentación principal son, precisamente, los roedores. También se intoxican algunos pequeños mamíferos carnívoros, como hurones, garduñas, zorros y colinas.
"El uso de mataratas es un problema muy grave para la fauna salvaje", lamenta Sargatal, que, además, cuestiona su uso: "Emprendiéndolo, estamos ayudando a eliminar a los enemigos de las ratas, los que se las comen y las podrían ayudar de manera natural a controlarlo.
Mientras tanto, en Torreferrussa, Molina sigue revisando el pequeño alimoche: lo pesa y comprueba, aliviado, que va aumentando gramos de peso; a continuación, le administra vitamina K -el antídoto para los anticoagulantes- y lo alimenta dejándole caer carne cruda directamente en el buche. El pollito lo traga sin rechistar. "Creo que saldrá adelante", afirma bajito el veterinario, optimista.
Productos legales
Los raticidas son productos legales autorizados para controlar la población de roedores, ratas, ratones y topillos. Se utilizan en áreas humanizadas, como ciudades -las cajitas negras tubulares se ven con frecuencia en trenes y metros, por ejemplo-, granjas y urbanizaciones, donde se supone que estos animales pueden causar daños potenciales.
"Hay una directiva de pesticidas europea que les permite y que se ha ido prorrogando", afirma el profesor de la Universidad de Barcelona Joan Real, que es también investigador deInstituto de Investigación de Biodiversidad (IRBio). Aunque en el 2018, ante la evidencia de los daños que causan a la biodiversidad, se produjo un cambio legislativo en la Unión Europea para reducir su concentración en cebos, el impacto sobre la fauna salvaje no ha mejorado. Es probable que se deba a que la gente piensa que son menos eficaces y utilizan más cantidad.
El problema es que se transmiten a la red trófica y suponen un grave peligro. "En Catalunya tenemos un mustélido en peligro de extinción, la colina europea, que ha ido desapareciendo en los últimos veinte años. En ejemplares hallados muertos, la autopsia ha revelado concentraciones letales de anticoagulantes", alerta Real.
Hace décadas que se utilizan: los actuales, de segunda generación, se colocan en pequeñas dosis, mezclados con semillas o algún otro alimento atractivo para las ratas. Sin embargo, muchos otros animales acaban en contacto con el veneno, que se ha llegado a detectar en insectos, caracoles, babosas e, incluso, en peces de agua dulce.
"Las pastillas de los cebos pueden ser consumidas por un montón de invertebrados. A ellos no les afectan, los rodenticidas, pero pueden vehicularlos a especies insectívoras, como los erizos", apunta Rafael Mateo, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), un centro de investigación situado en Barcelona.
De hecho, este veterinario ya publicó un estudio en el 2015 donde concluía que en Catalunya cerca de un 60% de los erizos estaban contaminados por rodenticidas. En otro trabajo realizado con jabalíes abatidos por cazadores en Barcelona, encontraron al 50% de los animales. "Si buscas rodenticidas, encuentras prácticamente en todas partes", valora Mateo.
2007, un punto de inflexión
El impacto altamente nocivo de estos productos químicos sobre la fauna salvaje se conoce desde finales de los años 80, cuando el Centro de investigación de ecología e hidrología del Reino Unido documentó cómo las lechuzas morían intoxicadas por la ingesta de ratas con rodenticidas. Desde entonces se han sumado cientos de trabajos científicos que alertan del peligro de estos biocidas para la biodiversidad y se les ha vinculado con el retroceso de muchas especies carnívoras.
En este sentido, lo que ocurrió en Castilla y León en el 2007 hizo que en España hubiera un punto de inflexión en el uso de raticidas. Aquel año se utilizaron masivamente para poner fin a una sobrepoblación de topillos, unos pequeños roedores emparentados con los lémmings y las ratas almizcleras, que se comen las raíces de los cultivos y hacen agujeros. Este tipo de plagas son cíclicas, explica Mateo, se producen cada dos o cinco años y, de forma natural, con ellas llegan muchas especies de rapaces nómadas que las siguen por el territorio para alimentarse y reproducirse.
"En un pico de topillos es frecuente encontrar ejemplares de gavilán de estaño, aguilucho cenizo, búho emigrante e incluso aguiluchos pálidos, que es una especie muy poco frecuente procedente de las estepas de Siberia", apunta Mateo.
Pues bien, en 2007 los agricultores decidieron aplicar un tratamiento muy intensivo de raticidas para eliminar a estos pequeños roedores. "La Junta de Castilla y León repartió toneladas de rodenticidas que se echaron a los campos con las máquinas abonadoras", explica Mateo. A raíz de esto, tuvieron muertes masivas de liebres, de palomas de cría, un montón de especies de pájaros, y erizos y ovejas enfermaron. Todo ello conllevó que se retiraran de la lista de productos fitosanitarios aptos para la agricultura en España. Por este motivo, ahora "no se pueden utilizar para proteger cultivos, sino sólo como biocidas para proteger bienes de interés humano, como edificios, granjas y vagones de metro", explica Mateo.
Sin embargo, denuncia este experto, el problema es que en el Estado hay muchas viviendas diseminadas por todas partes, muy cerca del campo, y estos productos se siguen utilizando de manera intensiva. Además, recuerda, la fauna salvaje está mucho más cerca de lo que imaginamos. "Ahora mismo, desde mi despacho en la Diagonal, veo un nido de halcones peregrinos", apunta el investigador de IDAEA.
¿Por qué no se prohíben?
Si está demostrado el impacto negativo sobre la biodiversidad, ¿por qué no se prohíben? La respuesta: "Los roedores son un problema de salud pública y, aunque se han investigado alternativas, no son tan efectivas por el momento", señala Mateo. Una es el colicaciferol, que produce daños en los vasos sanguíneos y también hemorragias, y parece que no se transmite a la cadena trófica. También se investigan actualmente tratamientos genéticos para modificar las poblaciones y que fracasen en la reproducción.
Desde la Generalitat, Sargatal avanza que harán una campaña de concienciación para que la gente deje de utilizarla indiscriminadamente. Al no estar regulados, afirma: "Queremos buscar otras fórmulas para controlar plagas y entonces adaptaremos la normativa catalana". Debe ser, dice Sargatal, una prioridad del Govern. Y, para empezar, explica que trabaja con la Agencia Catalana de Residuos, que controla los vertederos públicos del país, para dejar de utilizar estos productos tóxicos.
Para Real, también debería replantearse cuando los roedores suponen realmente un peligro. "Los humanos tendemos a ser poco tolerantes", resalta. Es normal, añade, que haya ratas y ratones: quizás hasta cierta abundancia, plantea, no habría que actuar. Y apuesta por tomar medidas preventivas. Las mejores, coincide en defender junto a Sargatal, son las naturales. Antiguamente, recuerdan, en todas las casas y granjas había gatos que eliminaban ese problema de pura cepa. Otra opción son las aves rapaces. El grupo de rehabilitación de fauna salvaje y su hábitat (GREFA) ha demostrado, por ejemplo, que se pueden evitar los rodenticidas instalando cajas nido para incrementar la población de búhos, lechuzas y cernícalos que consiguen un control efectivo de las plagas de roedores en áreas rurales.
Real insiste en que, en el caso de las granjas, "en muchas hay ratas por falta de limpieza". "Está claro que si tienes pienso tirado por el suelo y está todo sucio, favoreces la presencia de estos animales", añade.
El duque, una especie centinela
Este biólogo de la UB ya hacía tiempo que observaba que el duque (Bubo bubo), el búho más grande en Eurasia, había casi desaparecido de la Plana de Vic. De hecho, en las décadas anteriores “la población había ido disminuyendo mucho en toda Europa y en nuestro país se había extinguido del Pirineo, el Prepirineo y de muchas comarcas de la Cataluña Central. En cambio, se habían empezado a ver en áreas como las comarcas del Vallès.
Para entender por qué los búhos abandonaban zonas más salvajes y bien conservadas y se estaban trasladando hacia zonas humanizadas, puso en marcha un proyecto en colaboración con Rafael Mateo de seguimiento de los individuos con sensores que colocaban en los nidos y GPS que ponían a los polluelos. "Queríamos averiguar qué zonas ocupaban, dónde cazaban y dónde iban los piojos que nacían", explica Real.
Fue así como empezaron a darse cuenta de que la mortalidad era muy elevada tanto en ejemplares jóvenes como adultos. "Esto condiciona la viabilidad de la población, que aquí en la llanura ha ido disminuyendo mucho. Este año estamos en el mínimo de población nunca visto al menos en los últimos diez años", lamenta el biólogo. Y una de las causas de mortalidad más importante que han identificado es la intoxicación por rodenticidas.
"Cuando se empezó a mirar el hígado de los animales salvajes que llegaban heridos o muertos a Torreferrussa es cuando pudimos captar la magnitud del drama: un 90% de los duques que llevaban tenían niveles de anticoagulantes letales. Y eso es solo la punta del iceberg", en el iceberg.
De momento, han analizado al menos una treintena de duques adultos y la gran mayoría presentaban dosis elevadas de raticidas. Ahora, relata Real, con financiación competitiva del gobierno de Castilla-La Mancha y del ministerio de Transición Ecológica, en Catalunya se están muestreando los piojos. "Llevamos unos 300. Vamos a los nidos, les tomamos una muestra de sangre, los medimos y estamos viendo que un porcentaje significativo de crías, a los 30 días de vida, ya tienen anticoagulantes con dosis letales", explica. El problema de los rodenticidas, añade Mateo, es que es una muerte fantasma, si no analizas a los animales no sabes de qué han muerto. Real subraya la importancia del proyecto que están desarrollando con los duques. "Es necesario que la gente sea consciente de los daños que causan estos venenos".