Memoria histórica

El adiós reconfortante del gobernador civil más prepotente y siniestro

Los gerundenses respiraron tranquilos cuando se marchó Victorino Anguera, que actuó con dureza y arrogancia

Despedida de Victorino Anguera Sansó.
08/10/2024
3 min

GeronaEl 9 de noviembre de 1974, hace cincuenta años, muchos gerundenses respiraron más tranquilos. El consejo de ministros del día anterior había decidido el cambio de gobernador civil. Tras cinco años de un poder provincial ejercido con dureza y prepotencia, empezaba la posibilidad de una nueva etapa que podía ser menos traumática. Y esto era así porque el gobernador y jefe provincial del Movimiento, Victorino Anguera Sansó (Palma, 1933 – Madrid, 2010), era alejado de Girona y enviado a Oviedo para continuar la acción y la representación de la dictadura.

Si hiciéramos caso de la prensa que él controlaba, deberíamos concluir que fue un gran gobernador. Los homenajes forzados, los regalos concertados a la hora de despedirle y las distinciones que le otorgaron (hijo adoptivo de Figueres, Medalla de Oro de la provincia, etc.) denotan, sin embargo, el servilismo de quienes disfrutaron cargos y lo adularon. Las palabras del alcalde de Girona, en la despedida de las corporaciones locales, fueron propias de un plural tramposo: queriendo a los hombres y tierras de Gerona, merecísteis su admiración, afecto y amistad”.

Francisco Franco saluda al gobernador Vitorino Anguera Sansó.

Triunfalista e intimidador

El gobernador Anguera era ambicioso y activo. Se hizo notar por la omnipresencia, control y triunfalismo que imprimió a la gestión. Relevó al presidente de la Diputación, al alcalde de Girona ya los de poblaciones tan significativas como Figueres, La Bisbal, Salt, Palafrugell, Sant Feliu de Guíxols, Santa Coloma de Farners, Blanes, Llagostera, Amer, Llívia, Puigcerdà o Portbou . Se movió por toda la provincia, y reclamó portadas del diario Los Sitios.

El segundo aniversario de la toma de posesión de Victorino Anguera.

Franco era cada vez más viejo, pero el franquismo no estaba dispuesto a adoptar las formas políticas de las democracias occidentales, instaladas en el sistema neocapitalista. Para replicar a la oposición –que cada día ocupaba nuevos espacios–, el camino escogido por el gobernador Anguera fue el de la intimidación y la sanción. Personas que no presentaban un currículum de radicales, como el profesor Santiago Sobrequés y el periodista Manuel Bonmatí, recibieron avisos amenazantes. Y Joan Reglà no pudo ser director del Colegio Universitario porque le cerró el paso.

Con el director del Instituto, Ignasi Bonnín (Palma, 1927 - Girona, 2006), mallorquín como él, se conocían de pequeños, pero siempre que charlaron en Girona, el gobernador le habló en castellano y le pidió cuenta de lo que ocurría en el centro de enseñanza, por el comentario de un profesor en clase y por la propaganda antifranquista que circulaba por ella. Sin embargo, los estudiantes universitarios le dieron más quebraderos de cabeza, que contrarrestó con la actuación policial.

En el intento de enmudecer el semanario Presencia contó con la complicidad de su amigo y delegado de Trabajo, y lo logró en 1971, hasta que el Tribunal Supremo en 1973 corrigió el abuso de poder. Por otra parte, las relaciones con el obispado se complicaron con la postura crítica de una parte del clero ya la hora de multar a un cura por la homilía pronunciada en la iglesia del Mercadal. Desde el Gobierno Civil, en 1973, la diócesis estaba pintada como conflictiva y se apuntaba: “Más de 50 sacerdotes se consideran, por sus declaraciones y homilías, claramente desafectos”.

Un gran error político

Como autoridad política, Anguera quiso impulsar las últimas banderas del Movimiento con el rejuvenecimiento de los cuadros, pero cometió un grave error. Por primera vez en muchos años, en unas elecciones dirigidas del Gobierno Civil estando y con la participación partidista de las fuerzas del Movimiento, una candidatura oficial fue derrotada por mala organización y una equivocada estrategia de tolerar sólo dos candidaturas. El episodio se produjo, en septiembre de 1971, en las de elección de procuradores en Cortes de representación familiar. Los candidatos oficiales Fabian Estapé, subcomisario del Plan de Desarrollo, y Julián Arenas, ingeniero de la Forestal, fueron superados por el abogado Joan Botanch y el teóricamente campesino Maurici Duran. Una hoja clandestina lo celebró: “¡Hemos ganado! En las comarcas gerundenses, el pueblo ha utilizado la farsa de las elecciones para rebelarse contra Victorino”.

Dispuesto a todo para hacer carrera

Victorino Anguera, inspector de Trabajo, había llegado a Girona en diciembre de 1969, avalado por el ministro de la Gobernación, Tomás Garicano Goñi, y el secretario general del Movimiento, Torcuato Fernández Miranda, ambos integrantes de un gobierno monocolor, que va contar con mucha representación del Opus. Era un hombre joven, dispuesto a hacer carrera política y pasar ante todo, para imponer la voluntad de jerarca. Todos los subordinados sufrieron sus consecuencias. El cronista Enric Mirambell, uno de los afectados por los controles de Anguera, reafirma la opinión de que la despedida del gobernador significó la satisfacción de buena parte de la población.

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