BarcelonaEn la Francia política ya hace tiempo que no se habla de otra cosa y finalmente la amenaza se ha hecho realidad: el popular periodista reaccionario Éric Zemmour concurrirá a las próximas elecciones presidenciales francesas. El fenómeno Zemmour recuerda en algunos aspectos a Donald Trump, pero también los casos de Silvio Berlusconi o Boris Johnson, con quienes comparte haber ejercido de periodista, y supera los límites de la extrema derecha histórica francesa representada por la familia Le Pen. Zemmour, judío de origen argelino, profesa una islamofobia sin complejos y considera que la Francia tradicional está en peligro por culpa de la inmigración y que hay que frenar la globalización para volver a los valores de siempre. Este discurso nostálgico, en un momento de incertidumbre agravada por la pandemia, tiene mucha capacidad de penetración, sobre todo entre una juventud que no sabe muy bien de qué pasado idílico le están hablando (y que evidentemente no existió nunca).
El caso es que Zemmour ha revolucionado la vida política francesa y algunas encuestas ya vaticinan que será él, y no ningún candidato de los partidos convencionales, el que se enfrentará a Emmanuel Macron a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas del año que viene. Zemmour se aprovecha del apoyo que le brinda el magnate de la comunicación Vincent Bolloré, presidente de Vivendi, un grupo que en Francia controla medios como Canal +, CNews, Europe 1 o Paris Match, y que tiene ramificaciones en Italia, donde forma parte de los accionariados de Mediaset y Telecom Italia, y España, donde tiene el 10% del grupo Prisa y aspira a una porción todavía más grande. Bolloré está enfrentado a Macron, al cual acusa de querer limitar su crecimiento y poder, y le ha declarado la guerra. La relación entre Bolloré y Zemmour es tan clara que el expresidente francés François Hollande ya dicho que en realidad es el candidato de un grupo de comunicación.
En el caso de Donad Trump o Silvio Berlusconi eran los mismos magnates los que se presentaban a las urnas para sumar el poder político a su poder económico. Ahora quizás se trataría de una operación empresarial para intimidar a Macron. Sea como fuere Zemmour ha conseguido poner en marcha una red de apoyos de jóvenes bastante importante (que en algunos casos recuerda a los activistas que ayudaron a Obama) y se ha rodeado de algunos enarcas, personas formadas en la elitista Escuela Nacional de Administración, para construir una organización política potente. La prueba la hemos tenido este domingo con su primer mitin multitudinario y donde se ha presentado el nombre del partido, de inequívocas resonancias antiislam: Reconquista.
El mitin provocó también protestas y movilizaciones contrarias, cosa que demuestra que Francia se puede encaminar hacia un futuro de polarización política como el que hay en otros muchos países. No se tiene que olvidar que una de las estrategias de la extrema derecha por todas partes es victimitzarse, de forma que estas manifestaciones contrarias acaban alimentando su discurso. En todo caso es difícil que Macron pueda perder las elecciones contra este personaje, pero ejemplos como el de Trump demuestran que no se les tiene que subestimar nunca.