Un amor forjado en las dunas del desierto
La historia de amor de la viajera Alicia Benito
Alicia Benito (@nomadeando.ando) llegó a Marruecos como una turista más. El día que despertó en medio del desierto, en la inmensidad de las dunas, decidió que debía conocer más ese paisaje. Al cabo de un tiempo volvió y ya no se marchó más. “En el desierto parece que nada, pero para mí tiene una energía muy especial. Aunque no lo parezca, hay mucha vida. En el desierto sientes la inmensidad, la hostilidad, la belleza, la hospitalidad, todo a la vez”, dice Benito.
En el desierto conoció a Kada, el padre de sus hijos. "Vivíamos a 30 kilómetros el uno del otro, no había carreteras y nos separaban muchas pistas del desierto. Yo pasaba a menudo por su pueblo para escuchar música gnawa. Con el tiempo hemos encontrado fotos donde salimos los dos bailando juntos, todo y que no teníamos un recuerdo claro". La relación, dice, empezó como una amistad. “Nos conocimos poco a poco, en el desierto las distancias son largas y no nos veíamos demasiado”. Un día, ella le contó a él que quería hacer un viaje sola a Senegal y él le propuso acompañarla. “Cruzamos juntos todo Marruecos, el Sáhara Occidental, Mauritania, hasta Senegal y Gambia. Nuestra historia de amor se fraguó entre dunas y se consolidó por rutas africanas”, explica la viajera.
Entonces Kada hablaba muy poco castellano y Benito chapurreaba un poco el amazigh, que había aprendido de las mujeres y los niños del pueblo. “Al principio, nuestra relación era una mezcla de su idioma y del mío. Poco a poco, fuimos aprendiendo el uno del otro y ahora nos comunicamos con los dos idiomas, aunque también tenemos expresiones propias que mezclan expresiones de ambas culturas”, señala.
Pese a las diferencias culturales, Benito explica que ella y Kada comparten los mismos valores, y eso es lo que les ha mantenido unidos todos estos años. “Hay cosas de nuestra cultura que nos gustan y cosas que no. Nos hemos quedado con las que responden a nuestros valores”, dice.
También les unen, claro, todos los momentos compartidos en el desierto, o viajando: “Recuerdo mucho la época en que cogíamos una moto y nos perdíamos entre las dunas, y nos quedábamos allí charlando en medio de toda esa inmensidad, sintiendo la libertad”.
El día en que supieron que serían padres de su primer hijo, dice, fue uno de los más especiales de su vida. Fue una noche de noviembre, había luna llena y el ambiente ya estaba fresco. “Volvíamos andando a casa, con la luna llena, me hice la maceta y salió positivo. Fue cuando supimos que formaríamos una familia. Es uno de los recuerdos más bellos que tengo”, concluye.