Historias de espías

Ana Montes, la nieta de asturianos que burló los servicios secretos de Estados Unidos dos décadas

Esta agente cubana logró trabajo en la inteligencia estadounidense y fue responsable de varios fracasos del FBI

Historias de espías: Ana Montes, la nieta de asturianos que burló los servicios secretos de Estados Unidos dos décadas
Historias de espías
04/09/2024
5 min

BarcelonaApenas diez días después de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, el gobierno estadounidense anunció que habían detenido a una espía que hacía años que los burlaba. Sin embargo, no era un caso relacionado con los ataques islamistas contra las Torres Gemelas y el Pentágono. La detenida, Ana Belén Montes, había pasado información a los servicios secretos cubanos de 1984 a 2001. Casi dos décadas en las que había logrado sobresalir tanto en su trabajo que en La Habana le habían ido concediendo medallas que, lógicamente , guardaban en un cajón a la espera de lo que día que se las pudieran dar personalmente. Día que todavía no ha llegado, de momento.

Montes es de Puerto Rico, aunque las raíces familiares de su familia están en Asturias, tierra de sus abuelos. Ella había nacido en 1957 en Núremberg (Alemania), en la base militar estadounidense donde su padre estaba destinado como médico militar. Aún hoy una de las principales salidas laborales para miles de jóvenes de Puerto Rico es el ejército de Estados Unidos, así que los Montes vivieron en distintos rincones del mundo, en función de dónde destinaban el padre. La infancia la pasaría a Kansas, donde el padre daba una educación muy severa a sus hijos, a veces pegándoles con el cinturón. Ya de joven fue haciendo su camino, rebelándose contra la autoridad familiar. Una de las discusiones más fuertes en esa época fue cuando colgó un póster del Che Guevara en su habitación.

Durante sus años de estudiante en la universidad, donde realizó relaciones internacionales, Montes estudió un año en España, donde salió con un joven hijo de argentinos que habían escapado de la dictadura en su país. Con él fue leyendo sobre cómo la política estadounidense había provocado golpes de estado, apoyado en dictaduras y participado en el asesinato de civiles. Leyó sobre Nicaragua y Guatemala, sobre Chile y Argentina. Y sobre Cuba, claro. En esa época, de hecho, habría entrado en contacto con agentes cubanos por primera vez. A su regreso a Estados Unidos, sus ideales eran más firmes que nunca. Fue entonces cuando encontró trabajo en el departamento de Justicia de Estados Unidos, en Washington, donde sus buenos resultados le permitieron un ascenso laboral y entró a ser analista de datos en la Agencia de Inteligencia de la Defensa. Su primer destino fue una base militar y en 1992 pasó a un programa de análisis de datos relacionado con Cuba. Aquí el FBI falló al no detectar que contrataban a una persona que unos años antes no había escondido ser comunista. De hecho, terminó convertida en una de las grandes analistas del departamento cuando se trataba de Cuba.

Ana Montes recibió galardones del gobierno de Estados Unidos

En diciembre de 1984, un amigo le preguntó si ella podría ayudar la causa de los sandinistas, que luchaban por mandar a Nicaragua, consiguiendo documentos. Montes dijo que sí. Así que le organizaron un almuerzo en un restaurante en el centro de Manhattan en el que se convirtió en agente del régimen de Fidel Castro. Utilizando documentación falsa y pelucas, destinó sus vacaciones a realizar un largo viaje, pasando por España y Checoslovaquia, para visitar Cuba, donde recibió formación para aprender a enviar documentación, utilizar señales de radio, aprender códigos de comunicación o controlar la presión de la sangre por si le hacían responder a preguntas con un polígrafo, conocido como la "máquina de la verdad".

A ojos de los demás, Ana era una mujer discreta, que disfrutaba cocinando dulces y era respetada por los compañeros de trabajo. Una persona de las que no destaca, pero cumplidora. Perfeccionando técnicas para recordar, utilizaba su gran memoria para poder transmitir la información de documentos oficiales sin tener que robarlos. En su trabajo tenía acceso a tanta información que era el espía ideal. Para recibir órdenes, tenían un sistema de mensajes utilizando cabinas públicas, donde se dejaban papeles con tinta que duraba poco. Corría riesgos y no podía hablarlo con nadie, puesto que estaba rodeada de enemigos. También en casa, puesto que salió unos años con Roger Corneretto, un agente especializado en luchar contra Cuba. Además, sus hermanos Tito y Lucy se convirtieron en agentes del FBI. Lucy, de hecho, sería enviada a Miami para intentar descubrir espías cubanos. Poco imaginaba que la principal espía cubana cenaba con ella cada Navidad. Para aguantar la presión, Montes empezó a tomar antidepresivos y se pasaba cada día más de una hora bajo la ducha para relajarse. De hecho, las duchas duraban cada vez más, puesto que ella se sentía más presionada porque era consciente de que iba consiguiendo mejor información. Uno de los grandes golpes le dio cuando logró acceder a los nombres de los cuatro principales espías estadounidenses en La Habana, todo un éxito de los servicios secretos cubanos. O cuando en 1987 pasó toda la información sobre dónde estaba el campo de entrenamiento militar en El Salvador, donde el ejército estadounidense entrenaba a miembros de la Contra de Nicaragua, para que atravesaran la frontera para atacar a los sandinistas. Gracias a Montes, quienes atravesaron la frontera fueron los sandinistas. Mataron a 43 miembros de la Contra y el militar estadounidense que les entrenaba, el sargento de los Boines Verdes, un cuerpo de élite, Gregory A. Fronius.

La primera persona que sospechó de Montes fue un compañero de trabajo, Reg Brown, cuando la vio muy nerviosa tras recibir una llamada a inicios de 1996. El día antes la aviación cubana había atacado a dos avionetas con ayuda humanitaria que habían entrado en su espacio aéreo. Pero, como Montes superaba con éxito una prueba con el polígrafo a la que se sometía a los trabajadores, Brown no siguió investigando. Pero ese mismo año, un grupo de espías cubanos en Miami cayeron, en parte gracias al trabajo de Lucy, la hermana de Montes. Entre los documentos que encontraron en sus manos, el FBI encontró pruebas de un topo que trabajaba en Washington, que tenía en casa un ordenador Toshiba y que en verano de 1996 habría visitado la base militar de Guantánamo. Tras investigar, encontraron que la persona que encajaba con esta definición era Montes, así que entraron en su casa para poner micrófonos, y descubrieron que el ordenador Toshiba escondía un aparato de radio que permitía enviar mensajes encriptados.

Cuando fue detenida, Ana no mostró remordimiento alguno. De hecho, los estadounidenses se sorprendieron, porque creían haber espiado a cambio de dinero. No era así; apenas había recibido dinero. Lo hacía por convicción política. Ante el juez, se declaró culpable y añadió que estaba orgullosa de lo que había hecho. Fue condenada a 25 años de cárcel, aunque después de 21 años la pusieron en libertad por buena conducta. Al salir en libertad en el 2023 decidió ir a vivir a Puerto Rico, donde participa en actos políticos del partido comunista local acusando a Estados Unidos por sus políticas de exteriores. No ha dado ni un paso atrás.

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