El análisis de Antoni Bassas: 'En la muerte de Vargas Llosa'
¿Cómo ignorar la existencia de un nacionalismo español agresivo, “semilla de violencia”? ¿Cómo se le puede negar el concepto de patriotismo, expresado como él le expresa, a un catalán?

Esta madrugada, a las dos y media, la familia de Mario Vargas losa ha informado que el escritor había muerto, a los 89 años, rodeado de los suyos y en paz.
Vargas Llosa ganó el premio Nobel de literatura, y su prolífica obra ha tenido millones de lectores en todo el mundo, pero no estaríamos hablando de ello en un análisis político como este si Vargas Llosa no hubiera tomado partido sobre el estatus legal del catalán, primero, y sobre el Proceso, después.
Tuve ocasión de tratarle personalmente en varias ocasiones, como periodista, y en la corta distancia siempre fue cortés e interesante como suelen ser los buenos observadores dotados del don de la palabra. Guardaba un gran recuerdo de los cinco años que había vivido en Barcelona, donde coincidió con García Márquez, y así lo expresó en el discurso de recepción del premio Nobel, diciendo que en ese final del franquismo Barcelona era el lugar "donde debía estar". En el mismo discurso decía que había aprendido la habilidad estilística y la estrategia narrativa leyendo a Joanot Martorell, al que ponía junto a Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi y Thomas Mann. Citó a otros dos catalanes, Carme Balcells y Carles Barral, como personas que le ayudaron decisivamente en la promoción de su carrera. Pero, a pesar del conocimiento que tenía de la realidad catalana, y de todo lo que aprendió y recibió en Catalunya, en 2008 firmó el Manifiesto por la lengua común, una especie de "eso del catalán se nos ha ido de las manos". Simpatizó con Ciutadans y con el PP, y llegados al Proceso afirmó que "una Catalunya independiente sería un país mucho menor, muy marginal, gobernado por fanáticos".
Qué ironía. Si en los años 70 Barcelona era el lugar donde debía estar, si el antifranquismo estaba aquí más vivo que en Madrid, si la conexión con Francia y las vanguardias europeas era más fácil desde aquí, ¿por qué era sino por el catalanismo, entonces sinónimo de libertad y de deseo de democracia? Vargas Llosa fue, pues, ingrato con Catalunya, beligerantemente ingrato, como pudimos ver en la manifestación del 8 de octubre del 2017. Vargas Llosa abrazó la trampa intelectual del nacionalismo español, consistente en decir que los nacionalistas son los demás, que ellos son patriotas. ¿Qué diferencia existe? El propio Vargas Llosa lo contestó en su discurso de aceptación del Nobel, en el 2010, con una frase con un juego de manos en el que se ve el truco. Dijo:
"No se debe confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo al otro, siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños que se convierten en la muerte y la muerte. no son las banderas ni los himnos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa dónde estemos, hay un hogar al que podemos volver".
¿Quién no suscribiría palabras así? Y entonces, ¿cómo se puede ignorar la existencia de un nacionalismo español agresivo, "semilla de violencia", armado con un ejército, incluso? ¿Cómo se le puede negar el concepto de patriotismo, expresado como él le expresa, a un catalán? Hoy todo esto es ya historia. Se va un grande de la literatura que tomó partido abrazando la causa más fácil.
Buenos días.