Armar Ucrania como sea

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Militares ucranianos disparan contra las posiciones rusas.

La Comisión Europea finalmente se ha atrevido a dar el paso: ha propuesto oficialmente utilizar los rendimientos extras de los activos rusos inmovilizados como represalia económica en el Kremlin por el ataque a Ucrania para ayudar en el rearme de Ucrania. Al inicio de la guerra ya se había especulado con reservar ese dinero para la reconstrucción del país, pero no se llegó a aprobar esta posibilidad debido a la incertidumbre legal que planeaba por encima. Ahora, sin embargo, se ha echado por el derecho. Ante las urgencias militares de Kiiv, el dinero –unos 3.000 millones al año, según el cálculo de Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea y principal impulsor de la iniciativa– será mayoritariamente para comprar material para el ejército ucraniano. Esta cantidad es una parte ínfima de los 210.000 millones de euros que el bloque europeo tiene incautados en el Banco Central de Rusia en forma de valores y efectivos. Con el acuerdo de este miércoles, la UE calcula que en julio tendrá ya al menos una parte importante de los 3.000 millones en sus arcas. Hay prisa. Y también ha habido por parte de Moscú, cuya reacción no se ha hecho esperar: de entrada, ha amenazado con llevar la iniciativa a los tribunales.

Habrá que ver cómo se traduce en el campo de batalla ese malestar político. Lo que ocurre en los despachos siempre tiene una traducción al frente. En cuanto a los despachos de Bruselas, cada vez existe más nervio bélico. Los aires de guerra están penetrando con creciente intensidad en el seno de las instituciones comunitarias y de las cancillerías estatales. Las dudas sobre el apoyo y la implicación de EEUU, con la peligrosa e imprevisible perspectiva de una victoria electoral de Trump en noviembre, han acelerado la toma de conciencia en el continente ante la ofensiva rusa. El agotamiento ucraniano, con dificultades en el frente y desánimo en la retaguardia, también ha impulsado el cambio de posición de Bruselas, donde ha cuajado la idea de que no se puede dejar de ninguna manera que Putin se salga con la suya. El objetivo: detenerlo antes de que sea demasiado tarde, antes de que amenace otros territorios. Los bálticos tienen clarísimo que el peligro es real.

Es en este marco que debe entenderse la decisión de sacar adelante esta polémica nueva inyección económica de apoyo militar al ejército ucraniano. Las sutilidades legalistas han quedado en un segundo plano. La situación es de emergencia. En la guerra que se libra en territorio ucraniano está en juego el futuro democrático del Viejo Continente. Líderes como el francés Macron y la alemana Von der Leyen lo tienen cada vez más claro. Y lo que ocurre en los campos de batalla, donde se han empezado a producir retrocesos estratégicos de los soldados de Zelenski, les da la razón. Si no se corrige pronto el rumbo de los acontecimientos, el peligro de derrota, no ya ucraniana sino europea, será cada vez más real. Con las elecciones europeas a las puertas, ahora el enemigo común a batir es el mandatario ruso, quien además acaba de salir reforzado internamente de una convocatoria en las urnas hecha a medida, sin rivales. Europa, pues, quiere dejarle claro que los rivales de verdad los tiene en Ucrania, y que no cederá.

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