Un atentado que agudiza la polarización política

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Los servicios secretos tienden al expresidente republicano a la presidencia Donald Trump en el escenario en una manifestación el 13 de julio de 2024 en Butler, Pensilvania

Aún no había pasado una hora del atentado y las redes sociales ya iban llenas de gente que daba por sentado que Donald Trump había ganado las elecciones. Su gesto desafiante con la cara ensangrentada y el puño arriba gritando "Fight" ha dado la vuelta al mundo y la ha presentado como un líder fuerte que no se deja doblegar. La condena unánime al ataque, especialmente enfática e inmediata entre los demócratas, que han salido en tromba a apoyarle y solidaridad" , le convierte en una víctima perseguida por sus ideas, lo que le blindará de los ataques más furibundos de sus opositores Aunque ahora llegará, claro, el momento fuerte de las teorías conspirativas que tanto gustan a los estadounidenses, lo cierto es que todavía hay muchas incógnitas abiertas y se saben pocas cosas de las intenciones del supuesto autor, un chico blanco de 20 años de clase media. Lo que está claro es que el ataque, aunque sólo hirió levemente al expresidente y candidato republicano, mató a una persona entre el público e hirió a otros. un Joe Biden que tiene ahora la principal batalla contra quienes dentro de su propio partido le quieren echar–, es una inyección de fuerza para el magnate que seguro que explotará por tierra, mar y aire en la convención republicana que debe nombrar y que comienza, precisamente, este lunes. El atentado, de momento, borra de repente su largo historial judicial, sus exabruptos y también el recuerdo del intento de golpe de estado del 6 de enero, cuando se negaba a aceptar los resultados electorales. Biden estaba intentando remontar y había pasado al ataque contra Trump poniendo de relieve su sesgo autoritario, sus propuestas populistas y el programa ultraliberal conservador que propone. La campaña debía centrarse en atacar a Trump considerándole un peligro para la democracia y las libertades, pero ahora, con el ataque con fuego real, esto queda algo neutralizado.

Más allá de la carrera electoral, sin embargo, este atentado pone sobre la mesa al menos dos grandes problemas de la sociedad estadounidense que, desgraciadamente, están exportando a otros lugares del mundo. Ante todo, la polarización política extrema, que este ataque posiblemente reforzará y que viene de lejos, ya que los magnicidios podría decirse que tienen cierta tradición en el país, desde Lincoln y Roosevelt hasta los Kennedy y Reagan. La violencia nunca puede ser un instrumento político y es fundamental que la condena sea unánime, clara y sincera. Es decir, que después no se aproveche para atacar al contrario. Nunca la violencia puede ser un argumento contra el opositor, por lo que no se puede justificar en ninguna situación. El otro factor es la facilidad para acceder a las armas de fuego que tienen los estadounidenses. Hoy ha estado contra un político, pero otras veces es contra niños o gente anónima. Más allá de los claros errores de seguridad en este caso –los responsables tendrán que explicar cómo es que no se habían controlado las zonas de los alrededores del mitin con ángulo de tiro–, está claro que si cualquiera puede tener acceso a un arma, alguien lo acabará utilizando.

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