El Barça, un juguete roto, acaba con un palmo de narices en Pamplona (2-2)
El equipo de Xavi, sin las herramientas para controlar el partido, no puede defender el marcador a favor después de un gran partido de Abde
BarcelonaCómo sufre, este Barça. Qué faena le espera a Xavi, para levantar un proyecto roto después de tantos años de gestión indefendible. Todavía queda mucho para salir del desierto por donde anda un equipo que solo puede ofrecerle a su gente demostrar tener ganas de ganar. Xavi no tiene ni las herramientas ni los jugadores para jugar como querría. Y con una alineación que parecería aquella para jugar un amistoso de pretemporada, con Umtiti y Luuk De Jong, el equipo no consiguió parar la sangría de males resultados empatando al siempre complicado campo del Osasuna (2-2). El empate de Chimy Ávila, a tres minutos del final, llegó cuando parecía que la defensa azulgrana, asediada, podría defender el triunfo. Otro palmo de narices para un equipo que encadena tres partidos sin ganar en una semana trágica. Ahora, tanta sed pasa el barcelonismo que cualquier buena noticia es como entrar en un oasis. En tierras navarras, lo mejor fue la consolidación de un Ez Abde que parece venido del pasado, tal como juega, con la cabeza baja, esquivando rivales como un niño en el patio de la escuela. Suerte de él.
Costa mucho, romper una dinámica negativa. Cuando un barco se hunde hay quien intenta ser el primero en salvarse sin pensar en los otros, algunos rezan a cualquier santo y otros deciden hacer la última copa en la barra del bar antes de saltar al mar. Y después hay quien no pierde la fe, quien intenta encontrar soluciones. Los valientes, los atrevidos. En Pamplona, los rebeldes fueron los jóvenes, cómo no. Especialmente Abde, quien después de salir de aquellos campos de barrio allí donde tienes que aprender a evitar los golpes de los rivales si no quieres hacerte daño, lideró el ataque de un Barça inestable. Entre las ideas de Xavi y la realidad hay un desierto. Como si quieres tocar una pieza de Mozart y solo tienes dos guitarristas de rock con poca traza.
Para intentar superar uno de los equipos más competitivos de la liga, Xavi pidió a Abde y Dembélé abrir mucho el campo. Abde lo hizo. Dembélé desapareció del campo, como si no estuviera, como si se hubiera ido a hacer turismo por la capital navarra. La idea era generar espacios por el medio. Y pasó, un poco. Ya de salida, Gavi envió una pelota al corazón del área, donde Nico marcó su primer gol con el Barça con la misma calma que tenía su padre, Fran, cuando jugaba en el Deportivo. La alegría sin embargo, dura muy poco en el Barça. Y en tres minutos el Osasuna ya había empatado con una jugada de estrategia en la que David Garcia remató de cabeza solo, bajo la mirada de Umtiti y Piqué.
El ritmo del Osasuna
Este Barça no puede tener el control, como Xavi querría, pues no tiene las herramientas. Y si se trata de competir, algunos están, como un Abde eléctrico, pero otros no. En ataque, Xavi no tenía ninguna otro opción que hacer jugar a un Luuk De Jong que aportó, como mucho, tener un defensa pendiente de él. En cambio, el técnico del Vallès sí que sorprendió haciendo jugar por primera vez de titular a Umtiti, por delante de Lenglet y Eric. Habría podido ir peor, con él. No fue un gran partido, pero estuvo a la altura de sus compañeros. Es decir, nada del otro jueves. El partido, sin embargo, no se jugó como le habría gustado a Xavi. El Osasuna se sintió más cómodo, con su juego físico. El conjunto navarro es admirable. Hace poco no tenían ni un ral a Segunda y ahora tienen una idea muy clara, con un equipo lleno de trabajadores que se dejan la piel defendiendo una idea. El Barça también tiene una idea en la cabeza, pero necesita tiempo y caras nuevas, para hacerla realidad. Ahora es un juguete roto.
A la espera de la revolución para volver a las raíces, para permitir a los barcelonistas volver a levantar la cabeza orgullosos, el Barça se limita a sobrevivir. Mezclando ideas futbolísticas con otros conceptos más básicos, pero muy necesarios: el carácter, el atrevimiento, las ganas de no hundirse en el fondo del mar con una piedra en el cuello. Y exceptuando a un Busquets cansando, solo los jóvenes parecen tenerlo, ahora mismo. Frenkie De Jong vio como le pasaba por sobre el juego físico de un Osasuna que se mueve a ritmo de rock and roll. Antes el Barça jugaba a ritmo de violines, pero ahora desafina y solo lo salvan las individualidades de jóvenes como un Abde que se encargó de rescatar al Barça ya de salida a la segunda parte, con un arma que el Barça no siempre sabe aprovechar: las contras. Mientras el Osasuna pedía un posible penalti por manos de Busquets, Nico organizó una contra donde por fin apareció Dembélé, que ofreció al joven marroquí la oportunidad de tocar el cielo con su primer gol en Primera. Cuando más hacía falta y marcado por quien más lo merecía.
La realidad del Barça es esta. Ya llegará el buen tiempo, ya volverán los días para escribir los destinos de los partidos con tu puño. Después de andar hacia el desollador cabizbajos en Baviera, tocaba cerrar la herida, evitar seguir perdiendo sangre. Y el Barça se concentró en los esfuerzos masculinos, buscando las contras en un guion donde por fin dio la cara Dembélé, un jugador convertido en la metáfora perfecta de lo que ha vivido el Barça los últimos años, lesionándose o decepcionando cada vez que parecía animar a los aficionados. De hecho, acabó pidiendo el cambio por molestias físicas. Si el francés ha perdido muchos trenes, Abde ha subido al que le ha pasado por delante liderando un Barça que se limitó a defender como podía hasta que en una jugada caótica, Chimy Ávila chutó desde la frontal, un chute desviado por la defensa que engañó a Ter Stegen. Otra vez en la línea de flotación de un Barça que queda octavo en la clasificación, perdido.