Misc 31/08/2024

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La postal del día

Cristina Arribas

42 imágenes

postales — postales Col.lecció Cristina Arribas

BarcelonaLa serieLa Postal es un ejercicio nostálgico y sociológico a través de las postales de la Cataluña y la España de los años 60, 70 y 80: una divertidísima realidadvintage. La sección corre a cargo de Cristina Arribas, arquitecta y coleccionista, la persona que mejor conoce las imágenes con las que, como país, acogimos el turismo. Son imágenes que escapan de lo que podríamos esperar de una postal turística visualmente seductora: encontramos, por ejemplo, estampas de peajes, gasolineras y playas a rebosar.

Hasta el próximo año — 1 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Hasta el próximo año

En 1958 se aprobaba la ley de aeropuertos, mediante la cual se creaba la Junta Nacional de Aeropuertos para ordenar las infraestructuras. En 1962 ya controlaba 33 instalaciones aeroportuarias. Se trataba de reunir el enorme crecimiento del turismo que experimentó España en los 60. La mejora del bienestar en Europa después de la Segunda Guerra Mundial y la universalización de las vacaciones pagadas aumentaron la demanda de transporte aéreo. Viajar en avión era todo un evento festivo, casi una atracción más del panorama turístico: un espectáculo de gran altura.

Las compañías aéreas editaron sus propias colecciones de tarjetas postales, en las que mostraban sus aeronaves, las instalaciones y los aeropuertos o también algunas colecciones de los principales puntos de interés de los destinos a visitar y de la su gastronomía local. Repartían a los pasajeros unkitde viaje que integraba papel de carta, sobres, mapa turístico y, por supuesto, un juego de postales. Todo perfectamente editado bajo el sello de la compañía y en unpackagingexquisito.

Qué tiempos aquellos. Ahora, en el bolsillo del asiento frontal podemos encontrar un folleto plastificado de los productos que podemos comprar a bordo, instrucciones de emergencia también plastificadas y una bolsa para posibles vómitos... Han cambiado las prioridades.

Pues sí, viajar en avión, tanto si nos marchábamos como si volvíamos, era una maravilla, todo un acontecimiento. Una sacudida, el abandono del lugar de costumbre y el despertar de un estadio anestesiado y rutinario, un baile, una danza que celebraba la novedad. Pero el viaje termina y volvemos a casa. Momento reconfortante: redescubrimos nuestro entorno. Valoramos lo que tenemos y que la costumbre nos había hecho opaca. El paisaje es –más feo o más bonito– el nuestro. Al fin y al cabo, descubrimos que vivir significa sentirse de un lugar, ocupar un paisaje, percibir que formamos parte de él.

Qué buen sabor de final de viaje: la última postal del verano que hoy recibe pone fin a este viaje, final de fiesta a ritmo de sardanas, de copla, estamos en casa... Qué delicia volver. ¡Hasta el año que viene!

Y no quiero terminar sin hacer especial mención a Casa Planas. Centro de Investigación y Cultura Contemporánea, en Escudo de Oro y en todas las editoras que han hecho posible este viajepostalero. Y un agradecimiento especial a Jaume Tarrés, historiador y director de laRevista Cartófiladel Círculo Cartófilo de Cataluña.

Hacemos las maletas — 2 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Hacemos las maletas

Las postales funcionan como un medio de comunicación breve y conciso, un testimonio que nos reafirma socialmente en nuestra posición privilegiada de turistas en tránsito, en nuestra capacidad privilegiada para viajar: la prueba del yo estoy aquí y te lo hago saber. También se convierte en un souvenir dels destinos invocados, un vehículo de viaje de regreso y anclaje de la memoria; y todavía un mecanismo que activa el recuerdo desde y los saludos para los receptores que no viajan, y así añadirlos en el engranaje del turismo.

¿Qué le parece la postal de hoy? Lo contiene todo: colores, montaje, multivista, tipografía postalera, españoladas, souvenir, y todo en una maleta de viaje. La conquista de la felicidad, el deseo de evasión y la vuelta a la naturaleza son los generadores de los imaginarios del deseo a la hora de emprender cualquier viaje.

Que el turismo es un gran invento –quizás incluso el gran invento de la sociedad del consumo capitalista– es una evidencia. Sin embargo, hablando de turismo y maletas: la maleta también es un gran invento, y con ruedas lo es aún más. En 1970 se patentó la maleta con ruedas para agilizar el desplazamiento por los aeropuertos, pero no fue hasta 1987 cuando se generalizó el diseño actual con un tirador para arrastrarla y rodarla verticalmente. Cincuenta años más tarde, la ciudad croata de Dubrovnik ha prohibido su uso en el núcleo histórico por la contaminación acústica que genera. Algunos hoteles están ofreciendo un servicio extra de traslado de equipaje: los turistas dejan las maletas antes de entrar en el casco antiguo, y el servicio de traslado se encarga de llevarlas al alojamiento.

La maleta de la postal de hoy va llena de recuerdos, colores, experiencias vividas, notas de viaje. Las vacaciones se acaban y las necesitaremos a todos para sobrevivir a la vuelta. La maleta de pintor del inicio del viaje, abierta, en la que se cocían los colores de un viaje a dibujar, ahora va llena y está bien cerrada. Todo listo para el regreso. Volvemos a casa. Hacer la maleta es empezar a volver.

Paisajes 'take away' — 3 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Paisajes 'take away'

¿Cómo damos forma a las representaciones del turismo contemporáneo? ¿Cómo se originan estas imágenes que acabarán identificando los paisajes y escenarios de los destinos del viaje? Seamos conscientes –quien quiera, claro– que lo que nos muestran las postales son sólo apariencias del mundo real: construcciones imaginadas, idealizaciones de los espacios de vacaciones y de los tiempos de ocio, lugares adornados y acicalados; los cuadros excelentemente enmarcados de un museo de los deseos de perfección y bienestar.

Las tarjetas postales han sido, durante más de un siglo, el medio para enmarcar los mensajes del turismo a partir de un imaginario de perfección. En su base –la fotografía– se selecciona el lugar (bien compuesto, recortado y encuadrado). Después, el diseño gráfico completa la tarea, resaltando e interviniendo la imagen fotográfica con mil y un recursos de color, montaje, tipografías, dibujos recortados y pegados, o redundando en el encuadre ya elegido de la imagen fotográfica con un marco (un marco natural o un marco arquitectónico y artificial). El marco dignifica, elige cuidadosamente una obra o un lugar, la adorna, concentra la atención y también dilapida el paisaje salvaguardándolo de la posible mediocridad y ultimándolo para ser comprado –o vendido– y ser trasladado allá donde más convenga . Todo un proceso comercial y ritual de maquillaje y seducción aceptada por los turistas, entregados a la ficción de su experiencia.

El turista es el observador que hace posible la esencia y la existencia del paisaje, un campo visual limitado en cuestión de tamaños e ilimitado en deseos. Deseos de una ficción enmarcada que le otorgan la autenticidad y garantía de un pasado vacacional para ser recordado o de un viaje futuro para ser aspirado. Auténticas piezas de museo.

Playa... ¿qué playa? — 4 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Playa... ¿qué playa?

En sus signos y rastros también se pone de manifiesto la huella transformadora que convierte un lugar en turístico. Esto es lo que nos muestra esta postal sin figurantes turistas, pero con las arquitecturas y carcasas que los alojan. Éste es el levantamiento literal de una nueva muralla de mar, entregada a un cielo sospechosamente sin ninguna nube y sospechosamente azul turquesa, un cielo que anuncia y recuerda el lugar que representa y ha desaparecido –como también parece que hayan desaparecido las personas –: la playa de San Juan.

Aquí no hay playa, vamos, vamos... Pero podremos enviar un recuerdo –Recuerdo de playa San Juan–, un recuerdo teórico, ficticio, y dar fe de nuestras vacaciones frente al mar. Fe ciega, por supuesto.

Los nuevos paisajes arrasados por el turismo y la superurbanización serán a partir de entonces los paisajes de postal, los lugares de ensueño y de insomnio, los bloques de apartamentos con vistas tapiadas por otros bloques de apartamentos o las multitudes ociosas ocupándolo todo sin piedad: turistas y edificios conforman ellos mismos el paisaje. Son el paisaje.

Paisajes de playa donde ya no aparece la playa (ni rastro), y donde el frente construido es lo importante, monumentos históricos que desaparecen detrás de la masa de visitantes o de vehículos que, cómodamente aparcados, nos facilitan la llegada a la visita . Vistas panorámicas donde el entorno natural primigenio ha desaparecido prácticamente por el relleno de su arquitectura que lo ocupa todo, en el mismo encuadre que años atrás respiraba holgadamente entre el cielo, el mar o las montañas. Paisajes impensables, casi absurdos o inexplicables, desolados y desoladores: Boring postcards.

“Spain is different” — 5 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

“Spain is different”

En lo social, político y cultural, la globalización nos ha llevado la porosidad de las fronteras y, paradójicamente, un aumento de su importancia. Originalmente, la palabra frontera tenía una connotación militar: el término hace referencia al frente de batalla (frente y tierra). Es un término polifacético: límite, barrera, intersticio, territorio, identidad, impermeabilidad, migraciones, frente de batalla y, en definitiva, poder.

En la España de los años 60, la de esta postal y la del “Spain is different”, la frontera marcaba el límite de la diferencia, del sello español –aquí tenemos uno taurino–, pero también levantaba barreras y se abría al mundo para formar parte del mapa de la modernidad, para recibir turistas y ayuda económica: necesitaba un lavado de cara. Es literalmente lo que nos muestra esta postal de forma bienintencionada: len frontera franco-española, flanqueada por esta dualidad que caracterizaba al país: el de siempre –toros y toreros, flamenco, la moral y la religión, la austeridad, el retraso– y la permeabilidad al exterior con la modernidad –el turismo, el ocio masivo, el pulpo, el coche.

Y es que España era moderna, pero española, y así lo dice una canción de la época cantada en la película En un lugar de la Manga por Manolo Escobar. A la letra de la canción, que comienza así, no le sobra nada: "Señoras, yo soy un hombre / del siglo veinte, pero español. / Que es tanto como reírse / del mundo entero menos de Dios. / Me gusta oír la campana / de mí parroquia arrebatá, / pero a mí también/ me gusta cantar un ritmo yeyé / y hasta protestar si algo no está bien".

Viaje a la luna — 6 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

Viaje a la luna

Bautizaron como Googie el estilo de la arquitectura norteamericana que miraba al futuro y que estaba claramente influida por la cultura del automóvil y la era espacial. Es originario del sur de California de finales de la década de 1940 y persistió hasta finales de la década de 1970. Es una arquitectura caracterizada por los colores vivos, el uso del neón, el vidrio, el acero o el plástico, ángulos apuntados con líneas redondeadas, amplios voladizos y una marcada estética futurista. Esta estética se apropió de todos los medios de la época: revistas, series, anuncios, electrodomésticos, etc. Gasolineras, autocines, boleras o cafeterías, moteles, lavados de coches… todos anunciados con carteles luminosos, uno de los símbolos de este estilo. Los años 50 y 60 fueron una época de desarrollo tecnológico en EE.UU., que culminó con la llegada del hombre a la Luna en 1969. Esta era la atmósfera de este estilo hoy, ya retrofuturista.

Pero esta postal no está en Las Vegas ni está en América, sino en España, y muestra un restaurante llamado Platillo Volante, situado en el parque de atracciones de Madrid, un marco que no podía ser más adecuado: el juego y el ocio para una arquitectura de fantasía y consumo. Este ovni de ensueño de más de treinta metros de altura se inauguró en 1969. El diseño que el ingeniero experto en iluminación Carles Buigas creó en ese objeto sí identificado generaba los efectos más espectaculares del parque: unos chorros de agua que caían del ovni y que, iluminados desde abajo, daba la sensación de que la nave estaba a punto de despegar. En estos inicios, antesala de la energía nuclear, los avances espectaculares de los cohetes y el deseo de ser los primeros en llevar al hombre al espacio ya la luna iniciaron en una era conocida como la era espacial: el espectáculo estaba servido a todo color y con luces de neón.

Mira, mira... ¿Qué ves? — 7 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

Mira, mira... ¿Qué ves?

"La vista llega antes que las palabras". De esta manera comienza John Berger su libro Maneras de mirar. Si es cierto que lo primero que se adquiere es la vista, también es cierto que es la que constituye y fija nuestro sitio en la sociedad suburbana. Según el autor, la realidad sólo puede ser visible una vez percibida por los sentidos, dando relevancia a la vista como estímulo principal antes de la producción de palabras.

En la postal de hoy miramos un paisaje que, al mismo tiempo, es mirado por unos observadores, que a su tiempo son observados por nosotros. Se trata de una postal del primer mirador construido en España a finales de los años 20 del pasado siglo: el mirador del Fitu, en Asturias, que todavía existe. Un mirador es más que el sitio escogido para observar el paisaje; es, según los dictados turísticos y de consumo, el lugar desde donde debe verse y que te sitúa justamente para contemplar lo que hay que ver: sitúense aquí y mira esto. Y es que en la misma definición del término paisaje se pone de manifiesto la condición imprescindible de su esencia: la existencia del observador. No existe paisaje sin observador. Un punto elevado de un accidente geográfico, la cima de un edificio o una construcción monumental, una infraestructura elevada, el ensanchamiento de una carretera panorámica, un balcón panorámico, o un artificio construido para subir y para… todos ellos, con un mismo objetivo: constituir un elemento singular desde el que observar una vista paisajística destacable y concreta.

En el proceso de observar el paisaje natural desde la desnudez del hombre (el hombre ante la inmensidad de la naturaleza), en una visión romántica de la relación hombre-paisaje en la que la persona se convierte en un ser ínfimo frente a la naturaleza sublime, se evoluciona hacia la persona que observa un nuevo paisaje construido, más urbano, o, en caso de que también observe un entorno natural, lo hace siempre a través de un elemento construido y artificial como lo es el mirador .

¿Qué miradores nos ofrece la actualidad tecnológica y digital-virtual? Google Maps, por ejemplo: un nuevo mirador, sin salir de casa, una vista aérea oa pie plano, sin transportarnos físicamente… ¿un mirador desde casa, o de estar por casa?

'Cielito lindo' — 8 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

'Cielito lindo'

La postal, como objeto-mercancía viajera que es, se ve implicada en el discurso dominante de la modernidad según el cual el precio del progreso ha sido la pérdida de la autenticidad. ¿Qué es auténtico y qué no lo es en la promoción turística de los lugares y en la venta de los objetos y lugares para su consumo? ¿Cuál es el grado de fiabilidad de lo que nos muestran las tarjetas postales en su anverso?

En las dos postales de hoy vemos una playa, una plaza, turistas, bañistas, arbolado, construcciones..., pero no sólo construcciones de arquitecturas modernas, sino también de ficciones que podrían pasarnos por alto si viéramos cada una de las postales por separado. ¿Se ha fijado en las nubes?

Es evidente que todo montaje implica manipulación. La tarjeta postal lleva al límite la lectura de la realidad para construir ilusiones de un turismo feliz, confundiendo la mirada y rompiendo las lógicas y códigos convencionales de la representación para crear mundos paralelos de ficción.

Volvamos: ¿se ha fijado en las nubes? La forma de las nubes es la misma, pero introduciendo algunas sutilezas manipuladoras se ha logrado encajarlos cada uno en un cielo azul y una ciudad diferente, pero con una formalización, a pesar de un giro que nos intenta despistar, idéntica. Pero esto no ocurre sólo en estas dos imágenes. Esta nube-pato está presente en decenas de postales: a veces se desplaza hacia la izquierda o hacia la derecha, sobresale por la parte superior de la foto o gira. En el gran teatro de las experiencias turísticas contemporáneas estos modelos estandarizados construyen los escenarios perfectos del gran espectáculo del turismo. La banalización del paisaje y su reducción a un catálogo de fondo de destinos inexistentes pero deseados son el inicio de una incipiente globalización turística. En las tarjetas postales todo vale.

Nuestro amigo, el átomo — 9 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Nuestro amigo, el átomo

El plan estadounidense Atoms for Peace fue la campaña que pretendía lavar la cara del uso bélico de la energía nuclear (por los antecedentes recientes de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945), diluyendo su origen militar y desplazándolo hacia una imagen pacífica. Con este marco como antecedente, el programa atómico español coincide de lleno con los años del desarrollismo. Entre las diversas actividades que se propusieron en España para promocionar esta buena imagen de la energía nuclear, destaca la exposición El átomo y sus aplicaciones pacíficas, que pudo verse en la Casa de Campo de Madrid en 1958, organizada por el Sindicato Nacional de Agua, Gas y Electricidad. Se tradujo el libro estadounidense Our friend the atom [Nuestro amigo, el átomo] con ilustraciones de Walt Disney, que dio lugar a una película muy popular.

El No-Do fue una gran fuente de difusión de toda esta campaña, y mostró los logros científicos y médicos en los que la ciencia estaba al servicio de la paz, y también se impulsaron inauguraciones de exposiciones en la misma línea. Franco inauguró el Centro Nacional de Energía Nuclear Juan Vigón en Moncloa y se instaló también el primer reactor con uso en el campo de la medicina, la industria y la agricultura, que será decisivo para el desarrollo del país. En 1968 se inaugura la central nuclear española de Zorita. También aparecieron las centrales nucleares en las postales y aquí tenéis un ejemplo. En este caso, se suaviza la dureza industrial con la amabilidad orgánica de estas hermosas ramas florecidas.

Durante toda esta campaña (exactamente el 17 de enero de 1966), cayeron cuatro bombas termonucleares sobre las playas de Palomares por un accidente de un B-52 con su avión nodriza. De ahí las históricas imágenes de Manuel Fraga, entonces ministro de Turismo, y del embajador estadounidense bañándose en las playas para tranquilizar al país. El amigo americano, el amigo átomo... Amistades peligrosas.

Hemos llegado bien. Estamos muy bien — 10 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Hemos llegado bien. Estamos muy bien

El telegrama es un sistema de comunicación inventado en el siglo XIX, y mucho utilizar. En la era de los móviles, las redes sociales y el correo electrónico es evidente que ya no tiene sentido. La idea la desarrolló Royal Mail como servicio para las cartas urgentes. La urgencia, la inmediatez de comunicar lo que fuera y la poca paciencia –seamos claros– son requisitos, estos sí, muy actuales y que no paran de crecer. Su brevedad era otra característica esencial de los telegramas: se pagaban por palabras, por lo que cuanto más corto era el mensaje, también más económico. Se creó todo un lenguaje telegráfico que recortaba preposiciones, artículos no imprescindibles y todo tipo de florituras. Algo parecido a lo que hacemos hoy con los whatsappspero no por una cuestión económica, sino por un tema de ahorro de tiempo de escritura y esfuerzo. Y vamos sumando: mínimo esfuerzo, mínimo tiempo de espera, mínima implicación, espacio mínimo... y, por último, un mensaje mínimo o insulso.

La postal-telegrama es una tipología de postal muy común de hace medio siglo, utilizada por un gran número de editores, y que simula un telegrama con un mensaje breve y repetitivo, aún más reducido que el texto escrito en el reverso de la tarjeta. Si el mensaje que se escribe detrás ya está suficientemente limitado por espacio o por tipología, la intención de la postal-telegrama es aún más reducida: El tiempo bien, estamos bien, hemos llegado bien. O… hace mucho sol, hace calor, estamos muy bien… Siempre mensajes que hablan del tiempo –del buen tiempo– y de la felicidad del turista. Con esto ya está todo dicho y comunicado y, en este caso, también lo dice en el mismo anverso de la postal. Las florituras que se ahorran en el mensaje del texto se expanden a todo color y sin contención alguna en la imagen, llena de color, hoteles, flores y árboles, coches, gráfica optimista… una imagen vale más que mil telegramas. Donde esté: que lo pase bien, mucho sol y mucha alegría.

¡Tonto el último! — 11 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

¡Tonto el último!

Quien no se espabila, no fila y, aún peor, tendrá que hacer la gran fila. Una de las temáticas de la modernidad que muestran las tarjetas postales (incluso se recrean y exageran) es la multitud ociosa que disfruta de las playas, los hoteles, las piscinas, las calles comerciales, los espectáculos de masas. El gentío que se desplaza en coche, en avión o en barco. Los consumidores disfrutan masivamente del ocio.

Para enmarcar la representación de la masa, nos interesa fijarnos más en el capitalismo de consumo, que dio pie a las imágenes de multitudes consumidoras en el ocio, y no en las multitudes obreras del capitalismo industrial. Antes del siglo XX, el turismo era una actividad aristocrática. El siglo pasado representa el paso de las masas agresivas –bien estaban en guerra–, a las masas ligadas al disfrute y fiesta, con las vacaciones como culminación. Es el siglo de las clases medias y el consumo.

El turismo es consumo: se consume paisaje, ocio, baños de mar y piscina. Adiós a los referentes pictóricos de Grosz o las películas de Eisenstein. Bienvenidas las fotografías de Weegee o Andreas Feininger, en las que la masa ociosa toma posición.

Después de la Segunda Guerra Mundial, lo que había sido un fenómeno elitista fue transformándose en las vacaciones pagadas para todos. Había nacido el turismo de masas como el que vemos en esta postal, un turismo de masas que se traduce visualmente en estas multitudes soleadas, como miles de hormiguitas sobre la arena. Todos a la par. Si del día quieres sacar provecho, que no te encuentre el sol en la cama. ¡Todos en la playa!

Sol-soleto — 12 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Sol-soleto

El Sol de Miró fue la obra escogida para representar la imagen de España como destino turístico en 1983, época en la que el país estaba de moda dentro del panorama internacional. ¡Por fin éramos democráticos y modernos en serio! Aquel diseño supuso un golpe de efecto que rompía los cánones establecidos y abría un nuevo lenguaje en el ámbito de la promoción turística. Quedó como uno de los logos turísticos más famosos a escala mundial. De eso hace cuarenta años...

Pero si retrocemos un poco, nos encontraremos con el pop sesentante que nuestras queridas postales proponían desde hacía varios años: sólo sonrientes y felices, multivistas de los destinos encajados entre rayos solares, sólo simpáticos de colores vivos, contentos de alegrarnos las vidas y veranos. Pero sobre todo, lo que las postales querían transmitirnos era que el sol estaba asegurado. Todas estas imágenes tienen banda sonora de la época: Un rayo de sol, Cuando calienta el sol o el colmo del sol asegurado: El hombre del tiempo (conocida por su verso Tenerife tiene seguro de sol) ganó el III Festival de la Canción del Atlántico de Puerto de la Cruz. España es país de sol. Y Canarias, además, lugar de sol asegurado todo el año.

El cambio climático está empezando a condicionar el turismo en Cataluña y España, el segundo país más visitado del mundo, con las importantes consecuencias que esto puede comportar para la principal industria estatal. La previsión a unos años vista es que el flujo de visitantes se vaya desplazando hacia destinos con temperaturas más moderadas en verano; es decir, hacia la frescura del norte. Nuestro mítico solo dejará de ser un reclamo. Quizás aquí vengan en invierno.

Con el don de la ubicuidad — 13 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Con el don de la ubicuidad

Es evidente que el paisaje (no su imagen), en su realidad 'desarrollista' de la década de los años sesenta, va creciendo sin límite ni sensatez, se va transformando y va tamizando los frentes marítimos y las tramas urbanas con propuestas banales y idénticas unas a otras. Pero no hablan sólo de eso las tarjetas postales. Los editores, con su creatividad vendedora de destinos, aportarán además (y sobre todo) un gran repertorio de grafismos y composiciones sin límite ni parangón.

El resultado de todo este batiburrillo gráfico es, al fin y al cabo, la banalización del paisaje representado. Ya sea por la exageración, por la repetición sistemática e idéntica del "no importa" qué sitio, o por el "copy paste" insistente y sin límites de fragmentos que sirven para cualquier destino. Éste es el caso de este díptico de dos postales sospechosamente parecidas. El único dato que el editor apunta al reverso de ambas es "Catalunya típica" y, está claro que, por ser típico -en Cataluña y en las dos postales-, les ha sido necesario este trío de personajes sentados y repetidos que sin ningún problema intercambian el fondo. ¿Cuál es un buen escenario? ¿La montaña de Montserrat? Pues esto es Cataluña típica. ¿Un rincón de cualquier parque e lugar del mapa? Pues esto es también Cataluña típica. De hecho, sería posible un fondo de la otra punta del mundo donde, enganchando la misma tríada de catalanitos sentados en este pedriso, obtendríamos una tercera postal que podría anunciarse también como "Catalunya típica". La primera está editada en 1966, la segunda, en 1977, once años más tarde cuando, quizás estos niños ya se encuentren en un nuevo escenario de adolescencia avanzada y ni siquiera existían ya como buenos niños. Pero si la Catalunya típica de las postales las necesitan de nuevo, el intrépido editor les volverá a incrustar donde sea necesario, sentados en la piedra y perfectamente avituallados.

Todo montaje implica manipulación y falsificación y la tarjeta postal lo lleva al límite para la construcción de ilusiones y turismo feliz. En las postales, otro mundo es posible.

Pagar peaje — 14 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

Pagar peaje

De nuevo nos encontramos frente a una postal que no muestra la previsible vista. ¡Un peaje! ¿Por qué? ¿Qué nos pretende comunicar?

En agosto de 2021 tenía lugar la última operación vuelta de las vacaciones de verano con peajes de pago. Desde entonces, hemos podido circular libremente sin tener que pagar, después de décadas de abonar el importe correspondiente y acciones repetidas por parte de diferentes colectivos para acabar con este pago. A partir de aquel uno de septiembre de hace tres años, y por primera vez en décadas, Catalunya tendría más kilómetros de vías rápidas gratuitas que de pago. En total hay 1.719 kilómetros de vías de altas prestaciones: autopistas, autovías y carreteras desdobladas. Hasta entonces, la mayoría, un 60%, tenía peaje. Las cuatro vías que todavía le mantuvieron en Catalunya después del 1 de septiembre de ese año fueron el túnel del Cadí (la concesión vence en el 2037), los túneles de Vallvidrera (2037), la C-16 entre Sant Cugat y Manresa (2039) y la C-32 entre Castelldefels y El Vendrell (2039).

La autopista del Maresme fue la primera en inaugurarse en España en 1969, en pleno franquismo. 52 años después, fue una de las cuatro que primero levantaron barreras.

Esta pérgola desplegable, casi un juego de papiroflexia artística, y con un característico color calabaza, se convierte, vista hoy, en un hito visual entrañable de los paisajes de carretera de la modernidad. Un vestigio de la modernidad capitalista de cuando el peaje de vacaciones se pagaba con monedas. Pero las vacaciones, a menudo, y en contra de las apariencias, son un cúmulo de peajes familiares, conyugales, de amistades peligrosas. ¡Cómo echamos de menos, a veces, nuestras rutinas en pleno mes de agosto! Empezamos a tirarnos los platos por la cabeza y empezamos a preguntarnos lo mismo que se preguntaba en voz alta Marge Sherwood, Gwyneth Paltrow, en El ingenioso señor (Anthony Minghella, 1999): “¿Por qué cuando los hombres juegan siempre juegan a matarse unos a otros?"

Verano, 'mon amour' — 15 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

Verano, 'mon amour'

Uno de los terrenos más proclives a acoger actitudes sentimentaloides de postal, como símbolos edulcorados de la tradición, es la familia y el amor: bautizos, comuniones, parejas de enamorados, bodas, abuelos y nietos, y celebraciones como el día de la madre o el de los enamorados. Con Mayo del 68, se produjo una revolución en Occidente contra el orden establecido. De repente, empezó a tambalear un modelo que se había mantenido desde hacía miles de años. De hecho, se pasó de la noción sacralizada de familia a la noción de pareja. Del sacrificio al placer.

El ideal de la pareja se convirtió en el de dos individuos que querían ser felices y desarrollarse juntos. A pesar de este cambio, las postales de parejas encajan perfectamente en la categoría del kitsch y, en este caso, además, siente cursi y de ramplón. Porque no olvidemos que España estaba bajo un régimen dictatorial que, aunque se quería abrir al mundo, mantenía los valores de siempre.

La escena que vemos hoy es moderna pero púdica, colorida pero gris. La pareja está en la cocina del apartamento turístico. Indumentarias modernas, una cocina de fórmica setentera, el chico ayuda a la chica –¿excepcionalmente?–. Y, en el extremo superior izquierdo, un detalle que no debemos pasar por alto: amor y matrimonio en este icono-escudo. Que no nos confunda la aparente modernor. No hay pérdida: el amor romántico es la razón fundamental para mantener relaciones matrimoniales; estar enamorado o enamorada es la base fundamental para formar a una pareja y para permanecer fieles, de modo que el amor romántico se hace popular y el matrimonio aparece como elección personal.

Aunque parecen mundos muy diferentes, no está muy lejos esta escenificación de las fotografías que proponía Martin Parr en su libro de 1993 Boring couples [Parejas aburridas]: Martin Parr hace un comentario social mordaz con su punto de vista sobre las parejas que antes abrillantaban la vajilla de verano en el apartamento de vacaciones y que ahora, con los años y la rutina, han perdido el brillo de los ojos. Las bicicletas y el amor son para otros veranos.

¿Turismofobia? — 16 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

¿Turismofobia?

Acostumbrados a ver paisajes, el turista, el observador, el visitante, el huésped, compra la postal, visita el sitio y la fotografía. Desde que se masifican estas acciones es casi irremediable que su presencia se incorpore a la misma imagen del paisaje, ahora sí, definitivamente, turístico: ahora el turista ya forma parte esencial del paisaje turístico también en las imágenes que lo representan y también en las tarjetas postales.

Pero algo ha cambiado desde aquellas campañas del Ministerio de Informaciónón y Turismo donde se invitaba a los autóctonos a acoger y cuidar al visitante extranjero, a tratarle con amabilidad, informarle bien,... en definitiva, estar al suyo servicio y disposición. En los últimos años, y sobre todo en este último, las ciudades españolas están organizando actos y manifestaciones en contra del turismo masivo: concentraciones que dicen lo suficiente, grafitis de "tourist go home"... revisión de normativas y licencias municipales o se limita o prohíben nuevos permisos de pisos turísticos y regulación de los comercios también con producto dirigido al turista.

El fotógrafo intrépido, autor de la postal de hoy, parece haber esperado al instante decisivo para disparar: los turistas en el punto de mira del cañón. Y es que aunque parecía que el turismo era un gran invento -económico y sólo para unos pocos- ahora está muy mal visto ya menudo se devalúa al visitante en la categoría de indeseable y molesto. En 1991, Jean-Didier Urbain publicaba la primera edición del libro "El idiota que viaja. Relatos de turistas". Hace más de treinta años y parece que este libro no tiene fecha de caducidad. Es absolutamente vigente. Pero ¿es -somos- realmente culpables de querer hacer y de hacer turismo? El problema no es que haya turistas, sino sólo turistas. No es el turismo el que ha vaciado a las ciudades de su realidad y de su gente, sino su gestión como negocio.

Presencio justamente hoy una imagen, colofón, que reafirma lo que podía parecer prejuicio: un grupo de turistas se fotografían ante un gran graffiti donde dice: "Tourists go home". Sin comentarios.

Modernidades excéntricas — 17 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Modernidades excéntricas

Cuando pensamos en el acto de enviar postales, pensamos en el gesto de enviar un testimonio dentro de un repertorio limitado de monumentos, plazas, vistas, iglesias, parques de atracciones, paisajes, obras de arte, todo lo que mejor pueda representar los lugares y el estado de ánimo en el que nos encontramos. Imágenes siempre “de postal”, con un mundo perfecto, ordenado, brillante, optimista, romántico, pintoresco, útil para todos los gustos y en todo momento. Pero es que el repertorio que creíamos limitado es infinito y sin límites. Descubrimos otro verano de postales. Una faceta desconocida en la que las postales querían contar algo diferente, o más misteriosamente poliédrico, que el recuerdo de las vacaciones, con un espíritu más cercano al auténtico deseo de compartir "el sentido". de lugar que la de dar una imagen maravillosa y positiva de uno mismo.

La postal, en su origen, anunciaba los edificios del poder, los monumentos de sus personalidades, la grandiosidad de la obra pública. Es para estas necesidades que la postal se fabricó en el siglo XIX, pero si giramos el expositor de tarjetas postales y nos trasladamos cincuenta o sesenta años atrás, veríamos como la postal, no escuchó estrictamente las órdenes y tomó otros caminos. lo que vemos en esta multivista de suburbio masivo de viviendas en nuestro país es un ejemplo. De hecho, eran los propios residentes aquellos que reivindicaban al editor local que incorporara su nuevo y “flamante” barrio y que el quiosquero o estanquero les vendería. Quizás serían postales que enviarían al pueblo de origen de donde provenían para demostrar su nuevo estatus urbano.

Hoy en día, cuando de vacaciones buscamos postales para enviar tenemos la sensación de que estamos llevando a cabo cariñosamente un gesto revolucionario de otros tiempos, abandonando por un momento las fotografías del móvil. Toda una excentricidad hoy en día. Quizás una excentricidad no tan excéntrica como el hecho de enviar, en su día, un ejemplar como la postal que vemos hoy.

La comarca nos visita — 18 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

La comarca nos visita

Conrad N. Hilton entró de forma casi accidental en el mundo de los hoteles en 1919. Pero fue en 1925 cuando puso, en Dallas, su nombre en un hotel. El Hilton Dallas fue el primer Hilton. Pronto se hicieron por todos los Estados Unidos, y luego traspasaron fronteras, mejorando y situándose en la cima de los establecimientos hoteleros más modernos. En 1927, el Waco Hilton fue el primero con agua corriente y aire acondicionado. En 1947 el Roosevelt Hilton, fue el primero con televisión en las habitaciones y en 1959 se abrió uno en un aeropuerto, el San Francisco Airport Hilton, que incorporó aire acondicionado en las habitaciones y diseñó el primer juego deamenities específico para mujeres –incluía una carpeta con hojas para cartas, uno kit de costura, un cuaderno con teléfonos de niñeras y una lista de tiendas de regalos, entre otras cosas.

Conrad Hilton se convirtió en un héroe americano. Apareció en los principales medios de comunicación, como revistas (en las portadas de Life o Time), y en 1949 escribió un libro explicando las claves de su éxito: Be my guest.

Pero la postal de hoy no es de América, evidentemente, y, pese a la modernor del Hotel Hilton del fondo, tanto el primer plano como el escudo dorado de arriba a la izquierda delatan que estamos en España; en Marbella, concretamente. El Marbella Hilton, que no fue el primero de la cadena instalado en España (fue el Castellana Hilton, en Madrid), se inauguró en 1969 en presencia de su fundador, cincuenta años después de que empezara su aventura hotelera .

El Marbella Hilton nació rodeado de polémica por su altura de 14 plantas en contraste con los pinares del paisaje del entorno. La historia del proyecto de este hotel y sus aventuras posteriores son interesantes, pero el reverso de esta postal no da para más literatura… ¿Cuántas de estas tarjetas de la época nos mostraban continuamente esta dualidad tan contrastada entre la modernidad más rampante y el tópico más típico?

Barriga llena, no tiene pena — 19 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Barriga llena, no tiene pena

Se considera que la edad de oro de las tarjetas postales fueron las primeras décadas del siglo XX, es decir, hace unos 100 años. Ya se ilustraban con buenas fotografías de autor, embellecimientos artesanales a color, gráficas artísticas bien trabajadas: el colmo para los coleccionistas. Pero hay quien discreparía –yo misma– y que consideraría la etapa del boom desarrollista como una nueva etapa dorada: también hay cada vez más coleccionistas implicados y enamorados. Es en este período cuando encuentra su punto álgido la postal gastronómica a remolque de la exaltación del color, del establecimiento obligatorio del menú turístico en 1964 y de la sublimación de lo que se considera típico español… Y qué más típico que la paella , la tortilla de patatas, el jamón ibérico, la butifarra con secas, el pan con tomate, el porrón –¡con barretina!–, el champán autóctono –nuestro cava de ahora–, la sangría o la crema catalana. Durante los años 60, las tarjetas postales se convirtieron en un vehículo inesperado para promocionar la cocina española y sus recetas típicas. En muchas se detallaban los precios y eran un doble reclamo para los adictos a las postales y cocina local.

Escribir sobre estos monumentos de la gastronomía hace salivar, así como las imágenes de la postal gastronómica, en clave de bodegón, o bodegón multivista, como es el caso de la misma. Y no son mondongadas, porque la tarjeta postal es un producto gráfico y fotográfico comercial para vender paisajes de todo tipo. El paisaje de la mesa bien parada, el bodegón, es un género muy recurrente. Si la postal multivista de paisajes urbanos o rurales, de montaña o playa, de día o noche, nos propone dónde se debe ir y qué ver, en la multivista gastronómica se nos indica qué debemos comer y , por supuesto, lo que debemos beber. Porque si el turista tiene la barriga llena, no tiene pena.

Sequía, ¿qué sequía? — 20 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Sequía, ¿qué sequía?

La postal de hoy, como muchos reconocerá, es el embalse de Susqueda. Pero esto no es lo importante. En las postales, los discursos van mucho más allá del texto o del sitio. ¿El mensaje? Era el momento del bombardeo de imágenes de un nuevo espectáculo de infraestructuras y de industria que nunca se había contemplado en la categoría de paisaje. Esta apuesta se inscribe en este nuevo universo: también se hicieron de centrales eléctricas –sí, lo ha leído bien– o de plataformas y torres de perforación petroleras. Todo ello servía para publicitar la pujanza económica del país. Quien no recuerda la insistencia y omnipresencia en los No-Do de las abundantes inauguraciones de nuevos pantanos en todo el territorio español. Los pantanos de Franco contra “la pertinaz sequía”!

España se redimía con estas grandes obras hidráulicas nacionales, embelleciendo –decían– su paisaje y creando ese oro líquido que quería ser la base de nuestra independencia. En palabras del Caudillo que, sin embargo, en su cabeza no acababa de salir de nunca el ideal autárquico: “Sí señores, de nuestra independencia, porque no hay independencia política si no hay independencia económica, y no hay independencia económica si no hay bienestar en nuestro país”. Franco se recreaba así en la tecnología nacional como transformadora del paisaje español desde el punto de vista económico, estético y político. En fin, grandes huellas de dinosaurio que atestiguan el imaginario dictatorial de una fantasía llamada independencia.

En los días que corren, además, no sólo impresiona la escalera monumental y brutal de estos colosos industriales de hormigón crudo y duro. Es muy posible que nos impacte, quizás más, la gran cantidad de agua. Agua a raudales, que mana, que inunda, que rebosa. Sequía, ¿qué sequía?

Para mí novia — 21 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Para mí novia

Inmersos en la era visual en la que vivimos desde hace unas décadas, cuando llega a nuestras manos –ya nuestras retinas– una tarjeta postal, nos fijamos poco en su reverso: “Hemos llegado bien, esperamos que estés mucho bueno, hace buen tiempo y mucho sol, vamos a la playa, por muchos años, estamos en este hotel disfrutando de agosto..." y un etcétera limitado a una jerga postalero que parece no dar para más.

Pero, sorprendentemente, algunas veces la imagen del anverso y la escritura del reverso tienen unas relaciones, si no complejas, sí diversas; a veces nada tienen que ver y el texto se revela simplemente como una evidencia de añoranza o una excusa para escribir. Otras veces, imagen y texto se complementan, construyendo la otra cara de la fotografía o del pie de foto. Y, sin embargo, cualquiera que sea su relación, “el medio es el mensaje” y, además, por duplicado.

La postal que hoy recibe ha sido escrita y enviada. ¿Quieres saber qué dice? Pues aquí va literalmente el texto que un tal Luis L. escribe a una tal Rosario G. ¿Preparados? Aquí va, literal:

“Para mí novia Rosario, con mucho cariño de su novio que mucho la quiere y no la olvida”. Firmado, Luis L. Pero volvamos al anverso de la postal. ¿Qué vemos como imagen inspiradora de ese mensaje de amor tan simple y formal? Un importante nudo viario, un lugar anodino, un canto de amor más bien a la modernidad del automóvil que a Rosario. Curiosa relación la del anverso y el reverso, la imagen y el texto... ¡Ay!, Luis y Rosario.

El editor de esta joya de postal también ha dejado un dato que llama la atención: Casa fundada en 1905. La editora más antigua de España. Ya vemos que la editora que presume de antigua también lo hacía de moderna. Y es que la España de los sesenta era moderna, pero no olvidaba el sello de la tradición o historia. Lo que le otorga la dignidad y la pátina valiosa del tiempo que, como Luis escribe a su promesa, tampoco se olvida.

'Made in Spain' — 22 de 42 Col·leció Cristina Arribas

'Made in Spain'

La postal de hoy es lo suficientemente inquietante, y no para que sea nocturna, ni vertical, ni para que muestre un escenario vacío. Lo extraño es ver el escudo de Barcelona en el extremo superior izquierdo de la imagen –que indica que “esta postal es de Barcelona”– y, en cambio, descubrir una calle Mercaders medieval con escaleras y con una torre de campanario mudéjar de fondo.

No nos alarmamos; en el mundo turístico todo es posible: es Barcelona y lo del fondo es el campanario de Utebo (Zaragoza): señoras y señores, bienvenidos al Poble Espanyol. Este conjunto monumental de 1929 tan made in Spain, a veces olvidado o despreciado, fue una propuesta que bebía de los antecedentes implementados en algunas exhibiciones internacionales como el Borgo Medievale de Turín de 1884 o las imitaciones histórico-folklóricas en la exposición de París de 1889, o también el Village Flamand de Amberes y el Village Suizo de Ginebra, ambos de 1896.

Tres han sido los hitos importantes que ha acogido la ciudad de Barcelona en los últimos dos siglos: las exposiciones de 1888 y 1929 y los Juegos Olímpicos de 1992 (obviamos el Fórum de las Culturas de 2004). El Poble Espanyol es una huella tan representativa como poco valorada de la Exposición Internacional de 1929, un acontecimiento ideado por el catalanismo que acabó haciendo suyo la dictadura de Primo de Rivera (sólo últimamente se han recuperado las cuatro columnas, que representaban las cuatro barras, de Puig de Cadafalch).

Hoy es fácil viajar a golpe de Google. Con un clic en la pantalla nos trasladamos a la plaza mayor de cualquier pueblo ibérico, en una calle típica andaluz o en cualquier rincón del mundo. Pero en 1929, el Poble Espanyol hizo posible viajar, en un solo paseo, al mejor y más típico de la arquitectura histórica peninsular en versión popurri o pastiche, como desee.

Pero volvamos a la extrañeza. ¿No es aún más inquietante que un sitio que no existe, representación de parches de cartón piedra de un país, sea presentado en un cartón de 10x15cm? Estamos ante la representación de un pueblo de ninguna parte, la representación de la representación.

Piscinas, riñoneras y sombrillas — 23 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Piscinas, riñoneras y sombrillas

Los refugios climáticos son espacios que durante episodios de clima extremo proporcionan confort térmico, descanso y seguridad en la población. La pasada primavera el Ayuntamiento de Barcelona declaró que todas las piscinas públicas de la ciudad serían refugios climáticos durante los meses de verano para hacer frente a las altas temperaturas que se esperaban y que ya están aquí. Gracias, señor alcalde.

Las piscinas privadas son otro mundo y la que vemos en la postal de hoy es, concretamente, un mundo aparte: es la clásica piscina de hotel (o de camping) y, muy probablemente, en este caso y por acabar de abonarlo, situada a pocos metros de la playa.

Fue el siglo XX el que vio cómo las ciudades se iban llenando de piscinas y cómo se democratizaban los baños, sobre todo para aliviar el calor del verano, ya que las vacaciones en la playa no eran asequibles para la inmensa mayoría de los trabajadores (y algunas ciudades de costa, como Barcelona, vivían absurdamente de espaldas al mar). Además, con el paso de los años, a partir de los sesenta, el auge de las segundas residencias hizo que empezaran a ganar terreno las piscinas particulares, mayoritariamente con forma de riñón, una forma copiada muy probablemente de la que Alvar Aalto diseñó para la Villa Mairea en 1938, reproduciendo el contorno ondulado de un lago finlandés.

Las arquitecturas turísticas desarrollistas exageran y vulgarizan los estilemas de las vanguardias y la modernidad sin preocuparse por la ortodoxia ni por la coherencia intelectual de los resultados. Su aspiración era el encantamiento del consumidor. De esa imbricación estética surgieron notables ejemplos que fundían la modernidad más rompedora y el casticismo más ibérico.

Barra libre — 24 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Barra libre

Ya desde el siglo primero, los antiguos romanos comían fuera de casa. En las calles de Herculà había muchos bares (cantinas) donde servían pan, queso, vino, nueces, dátiles o higos. Tenían mostradores de mármol y unas vasijas empotradas en las que guardaban el vino para mantenerlo fresco. Pero el bar que muestra esta postal es otra historia: snacks, platos combinados, refrescos, cócteles, todo perfectamente precocinado y perfectamente rápido. Tan rápido que aquí no queda nada ni nadie –o ¿acaso es que todo está listo para iniciar la jornada masiva de pleno agosto?–. La barra de acero lacado, los taburetes de escay rojo, techos rallados, paneles lisos de paredes, pavimentos cuadriculados, modernor de barra libre hacia una nueva y estridente modernidad.

Las bases americanas en suelo español ayudaron a introducir con éxito las cafeterías típicas de Estados Unidos, con nomenclaturas tipo Las Vegas, California o Nebraska, haciendo honor a sus interiorismos rompedores del cañí más arraigado en el país: de la Fonda Pepe o el Don Rodrigo en el Snack-Bar San Louis o el New York Bar. El nivel de vida de los españoles mejoró considerablemente y se posibilitó el ocio y el consumo de comidas fuera de casa basadas en los modelos yanquis, introduciendo conceptos culinarios como el plato combinado o el sándwich mixto. Pronto también llegarían los bufés libres. La libertad consumista.

En el sector hotelero, el estilo americano vino para quedarse y evolucionar. Las hamburguesas, los entrantes de aros de cebolla crujientes, los tacos, el béicon, las cheese fries o el pollo frito, todo con salsas opcionales y sabrosas, son hoy un lugar común. Los restaurantes y franquicias que apuestan por la estética y el producto americano tienen claro que los clientes que acuden a sus establecimientos buscan confirmar los gustos que ya conocen. Pero en los años 70 todo era nuevo y glamuroso, y sabroso y emocionante. Era el espejo-postal americano en el que todo el mundo quería mirarse.

Televida moderna — 25 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Televida moderna

Aunque esta postal parezca un fotograma terrorífico digno de una película casposa de los años setenta, no lo es, no. Se trata, efectivamente, de una tarjeta postal que escenifica a la familia moderna en su hogar –más o menos moderna–, enmarcada en un ambiente estilístico poco convincente: juguetes diabólicos, bibelots de otros tiempos modernos, flores plastificadas, alfombras, cortinas y tapizados recargados de pasados, o presentes, remotos.

Tampoco parece que reine la alegría más eufórica entre los protagonistas. Eso sí, están concentrados en el punto neurálgico de la imagen y sus vidas: el televisor. El invento que modificó y cambió el ocio familiar durante esa época fue, sin duda, ese aparato. Un nuevo electrodoméstico que se convirtió en imprescindible y revolucionó los hogares y los hábitos en todas partes.

Al principio, adquirir un televisor era un lujo al alcance de unos pocos. Compartir las veladas nocturnas con vecinos en torno al televisor se convirtió en un panorama lúdico habitual. También se crearon los teleclubs, espacios públicos y abiertos a todo el mundo donde ver la televisión. Muchos pueblos se dotaron de estos espacios como medio de promoción cultural y recreativa: se crearon unos seis mil, una especie de red nacional rural. Pero el objetivo comercial era meterse en todos los hogares. Y esto llegó en los setenta con el desarrollo económico, que facilitó que las familias de clase media, como ésta de la postal, pudieran comprarse un televisor propio.

Ha llovido mucho desde entonces, pero quizás no tanto, o no lo suficiente, desde aquella primera emisión de TVE en la que Gabriel Arias-Salgado, ministro de Información y Turismo, pronunció lo de “hoy, día 28 de octubre, domingo, día de Cristo Rey, a quien ha sido donado todo poder en los Cielos y en la Tierra, se inauguran los nuevos equipos y estudios de la Televisión Española”. Era octubre de 1956. Un mensaje casi tan terrorífico como la imagen de esta postal.

Segovia y la canción... ¡napolitana! — 26 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Segovia y la canción... ¡napolitana!

La postal de hoy es la de un monumento mayúsculo: el acueducto romano de Segovia; una obra de auténtica ingeniería milenaria, de quince kilómetros de largo, veinticinco mil bloques de piedra y ciento sesenta y siete arcos idénticos que nos traslada a un ritmo de repetición infinita en el siglo primero después de Cristo. El acueducto es una obra de referencia en muchos aspectos y ámbitos. ¿Sabías que al maestro de la arquitectura moderna, Le Corbusier, le fascinó? De hecho, en su viaje a la España de hace un siglo, adquirió una postal, casi idéntica a esta pero en blanco y negro y algo más silenciosa (y ahora entenderá a qué me refiero).

Y es que todavía hay más cosas: esto no es –sólo– una postal. ¿Ve el agujerito blanco que hay en el centro? Quizás le costará más apreciar los discretos círculos concéntricos que tiene alrededor, o tal vez lo ha adivinado: era una postal-disco. Tal y como suena: una tarjeta postal que era, al mismo tiempo, un disco.

Las postales-disco representaron otro conjunto destacable del avance comercial y técnico del mundo de la sonoridad, en un momento en que se quería hacer llegar al público general música de todos los estilos mediante el soporte disco. Este tipo de documentos representaban la fusión de la tarjeta postal con la grabación sonora y eran un disco sobre el cartón base de la tarjeta postal con un tamaño estándar de 16x21 cm –o sea, algo mayor que las tarjetas postales habituales.

Como ocurría con todas las demás postales, tenían el anverso ilustrado, mientras que el reverso nos informaba de lo que veíamos y de lo que podríamos oír cuando la hiciéramos girar en nuestro tocadiscos. Porque se trataba de eso, de escuchar y hacer girar la postal a ritmo de una canción napolitana, como es el caso de esta pieza monumental. No me pregunte qué tiene que ver una canción napolitana con el acueducto de Segovia. Pero qué gran invento. ¡A bailar!

Voooooolare! — 27 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Voooooolare!

Voooolare, uooo, cantare, uouououo! Se puede llegar a Barcelona y ser recibido por la maravillosa marquesina de chapa ondulada –con 14 metros de vuelo– que cobija los 500 metros cuadrados de mosaico que Miró compuso a todo color para recibir al público más exigente. La postal une dos emblemas de la modernidad estética e industrial que quería proyectarse a los turistas: el arte mironiano (en el marco de una arquitectura espectáculo) y el avión de bandera propia.

Este mural de 1970 formaba parte de una trilogía inacabada de mosaicos mironianos que debían dar la bienvenida a los visitantes que llegaban a la capital catalana por tierra, mar y aire. Pero Miró sólo pudo hacer dos: el pavimento de la Rambla en el llano del Oso, frente al Liceu, para quienes venían por mar, y la fachada del aeropuerto para quienes llegaban por aire. Quedó pendiente, pues, la versión de tierra: debía ser una escultura monumental en el parque de Cervantes, en la entrada de la Diagonal, que debía saludar a aquellos que entraran en Barcelona por carretera. No llegó a construirse.

Después de más de cincuenta años desde su inauguración, esta terminal del aeropuerto de Barcelona, la actual T2, ahora secundaria y relegada a los vuelos low cost, vuelve a ser noticia por la intención de trasladar –arrancar– el mosaico de Joan Miró y situarlo en la terminal principal, la T1. El debate está servido. De momento ya se cambió el nombre de El Prat por el de Tarradellas.

Pero, ¡atención!, todavía hay una cuarta puerta de entrada, también aportación de Miró, a la ciudad condal: la del Centro de Estudios de Arte Contemporáneo Joan Miró; una puerta abierta hacia el futuro a favor del intercambio cultural internacional, con la absoluta confianza en que Catalunya tendría un gran papel en el mundo del mañana.

Belén de autopista — 28 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Belén de autopista

Sí, lo han visto bien: una especie de tamborilero de Bruc bajo un puente de autopista –la velocidad como modernidad–, una especie de no-lugar, que diría Marc Augé. Y sí: esto era una postal. ¿Quién la compraría?

En este pasado que se nos presenta tan lejano y analógico, todo era objeto de turistificación. El simulacro del folclore local al servicio de la construcción de una imagen de progreso: el puente rojo, unos edificios de una gasolinera que podrían recordar la simbiosis racionalista-ibicenca y, como contrapunto, la tradición fosilizada. Todo ello disfrazaba la realidad, la maquillaba.

En la postal el modo en que se compone la escena desafía toda lógica convencional. No documenta el fenómeno que ilustra, no. De hecho, la postal muestra otro mundo desde otro lugar, suyo y sólo suyo. ¿Qué dice el reverso de esta postal editada en 1976? "Típico vasco".

La autenticidad por oposición y la falsificación están hoy a la orden del día: el mundo delfakedefine lo que no es verdadero o real; lo que se ha hecho para parecer real o genuino, pero que no lo es; o lo que es real, pero que se ha hecho para que parezca ficticio.

Habrá que ver en qué condiciones aceptamos como verdaderos los discursos ajenos que no nos muestran verdades, sino las ficciones más evidentes y turísticamente aceptadas.

Las tarjetas postales, en su persecución de la autenticidad –idealizada, claro–, parece que sólo nos ofrecen una reproducción ficcionada de la geografía y de la cultura, y nos proponen la imagen de un mundo paralelo que no existe más allá de la propia imagen representada e impresa. Un mundo imposible fruto del deseo y la pulsión turística.

Fiebre del 'saturday night' — 29 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Fiebre del 'saturday night'

En un país en el que convivían la realidad rígida de un régimen duro y duradero con la vivencia de la cultura pop internacional, también corrían tiempo de cambio, o mejor dicho, de voluntad de cambio y blanqueo de la gris realidad dictatorial. Por lo menos en la superficie, se da un cambio notorio ya todo color. En términos gráficos y de diseño, las nuevas propuestas también dejaron de lado los principios de un movimiento moderno basado en el compromiso social y la austeridad.

En esos años 60 y 70, la modernización era pop y desenfadada, y se exhibía en un marco de tópicos coloristas, que daban respuesta a un gusto poco exigente. Es decir, con iconografías más cercanas al mundo de la publicidad y el consumo, en definitiva. Portadas de discos, tarjetas postales, carteles de discotecas o anuncios publicitarios se convertían, en un mismo saco, en los souvenirs en el escaparate de la nueva Catalunya y España pop. Los mismos colores inundaban tipografías, indumentarias, mobiliario, luces, focos, moquetas o cenefas: nada se escapaba de la alegría de vivir, lo que en Italia se bautizó como ladolce vita. Se exaltaba los valores de una juventud renovada en escenarios de ocio, diversión y libertad sin precedentes.

La acumulación, que ya era característica en otras épocas y estilos artísticos como el manierismo o el rococó, se fundamenta aquí en dar respuesta, en versión pop, a la posible diversidad de intereses del público consumidor. Para abarcar todo, se utilizan más estímulos visuales, a veces hacinados.

No me refiero sólo a la imagen de los paisajes de arquitecturas abarrotadas, o al frenesí humano de las playas y calles llenas, sino también al montaje y edición gráfica de la tarjeta postal que colabora en este exceso: elhorror vacuidel diseño gráfico, los colores mal combinados y las frases y palabras flotantes y a la deriva. Un auténtico frenesí visual. Todo baila. ¡Todos a la fiesta de este nuevo costumbrismo consumista pop!

Un Caribe de andar por casa — 30 de 42 Col·leció Cristina Arribas

Un Caribe de andar por casa

Es evidente que la modificación del paisaje, en su realidaddesarrollistade la década de los sesenta, creció sin lógica ni sensatez. Se fueron transformando los frentes marítimos y las tramas urbanas con propuestas fútiles e idénticas unas de otras. Los editores de tarjetas postales, con su creatividad vendedora de destinos fabulosos, aportaron, además (y sobre todo) un gran repertorio de grafismos y composiciones.

El resultado de todo este desaguisado gráfico es, al fin y al cabo, la banalización del paisaje representado. Lo es por la exageración, por la repetición sistemática e idéntica delno importa el sitioo por elcopy pasteindiscriminado e insistente de fragmentos que sirven para cualquier destino.

La puesta de sol sería una de las grandes estrellas del paisaje turistizado. Ya no por su exageración cromática o cursi, sino por la manipulación artificial que a veces da como resultado cromatismos irreales y torpes. ¿Puestas de sol únicas? Mirad bien estos dos ejemplos: la imagen es idéntica en las dos fotos, pero en un caso estás en Formentera y en el otro en Mallorca. La palmera, la pareja enamorada, el mar serena, todo es intercambiable aquí y allá. ¡Ve que la imagen original no sea del Caribe! No importa, porque esta sistematización de los lugares se sustenta en una experiencia turística desprovista de contenidos culturales, que ha convertido los destinos en meros lugares de consumo y en una experiencia estética compulsiva del paisaje.

Superhéroes y superheroínas celestiales — 31 de 42 Col·lecció Cristina Arribas

Superhéroes y superheroínas celestiales

España siempre ha sido suelo fértil en milagros y apariciones, grandes negocios de salvación. Berlanga lo retrataba muy bien en su películaLos judías, milagro*, denunciando la explotación comercial de las apariciones. Lo hizo en base a una experiencia verídica que vivió en la propia piel. La película se rodó en Zaragoza, el mismo sitio por el que vuela la heroína de nuestra postal de hoy.

Los montajes efectistas de los creativos de hace medio siglo, ya ven, no tenían límites. Y elkitschque celebraban, tampoco. La beatería en el mundo de las estampas y los souvenirs de parroquia era –es– un producto que daba mucho de sí. ¿Por qué el mal gusto siempre termina infiltrándose en el material iconológico sagrado o en las decoraciones de los lugares y objetos religiosos? La voluntad de añadir significación sagrada y religiosidad (incluso en arquitecturas más modernas y en ocasiones sin estas devociones) se acaba añadiendo al detallekitsch. Todo un arte.

Y hablando de mal gusto, ¿ha entrado últimamente en alguna catedral o iglesia de gran vuelo de nuestro territorio? ¿No ha tenido la sensación de “profanación del templo”? Máquinas de monedas para iluminar vitrinas, santos y reliquias milagrosas, pantallas,flyersdigitales y plegarias pixeladas, micrófonos, amplificadores, mappings, colas, vallas, circuitos, guías, velas led... Espectáculo. ¡Virgen santa! Oía las campanas, pero no sabía de la misa la mitad.

En fin, volvemos a la postal de hoy: ¿Es un pájaro? ¿Un avión? ¿Un cohete? No, es el milagro de Pilarica. ¡Sensacional estampa postal!

Pescando turistas — 32 de 42 COL·LECCIÓ CRISTINA ARRIBAS

Pescando turistas

En la jergapostalero,el término "rincón pintoresco" es muy frecuente y hace referencia a algunas imágenes que muchos de nosotros tenemos grabadas: un recorte de arquitectura popular, rugosa y rústica; unas ruinas de piedra antigua colonizada de trepadora vegetación; una escena tradicional de trabajo en el campo; una marina inspiradora del arte figurativo más clásico del mercado. En la postal de hoy, el contexto parece haber descarnado la pieza más pintoresca del mundo marinero de Oropesa del Mar, situándola en el abismo más inestable de la entrada a la villa: una rotonda. Uno de los escenarios más incomprendidos desde el punto de vista de la movilidad y más incomprensibles desde el punto de vista del buen gusto.

Las postales de los años 60 y 70 estaban encantadas de rendir homenaje a estos puntos del viario que las autoridades insistían en embellecer –a hacerestético– con el tipismo adocenado de la época. La rotonda superaba el cruce conflictivo de tráfico y el llagut emulaba al idílico mundo perdido de la pesca artesanal. Maniobra perfecta, postal asegurada. En el imaginario turístico nada es imposible, todo se aprovecha.

También es muy común ver en el anverso de la tarjeta postal, en la imagen, y en plena fotografía, el uso del texto y la toponimia para remarcar dónde estamos (yo estoy aquí, lo ves: está escrito), como un eslogan publicitario que se convierte en un sitio en sí mismo, asimilándose a la imagen: el sitio es el mensaje.

Una vez analizada la imagen desde su evidencia, os aseguro que la escena más pintoresca y artificial de la postal no es sólo este primer plano del bodegón marinero (y no hemos hablado del color). Observe detenidamente el cielo, las nubes... Si lo hace con una lupa, acércala y comprobará que todo es totalmente falso, manipulado, recortado y pegado. Nada es lo que parece. El pintoresquismo inunda la totalidad del lienzo-postal. Sí: lo pintoresco es en sí mismo un fabuloso invento.

Turismo, cultura y rock & roll — 33 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

Turismo, cultura y rock & roll

Poco podíamos imaginar a mediados del siglo XIX que, después de que el inglés Thomas Cook programara el primer viaje en tren el 5 de julio de 1841 de Leicester a Harborough, con 500 personas, los destinos se transformarían en hervidores de visitantes y hervideros de turistas organizados, moviéndose de un sitio a otro. También fue precursor en el ámbito del marketing y venta turísticas, impulsando revistas de viaje y folletos en los que describía varias rutas; todo un visionario de la venta del paisaje y de la cultura "para llevar" en nombre del turismo.

En los últimos años hemos asistido a una auténtica revolución y se han producido grandes cambios en la gestión del negocio: internet, las redes sociales y ahora la inteligencia artificial han permitido al cliente disponer de más información y medios para no depender de una agencia física organizadora de viajes a la hora de reservar sus desplazamientos.

Pero volvamos a la década de los sesenta del siglo pasado. Para ver y mirar paisajes, el observador, el turista, el visitante, el huésped, adquiría la postal del sitio mientras le visitaba y lo fotografiaba. La postal era un recuerdo y una forma de comunicar a familiares y amigos el éxito de las propias vacaciones. Desde que se masifican estas acciones, es casi irremediable que su presencia se incorpore a la imagen propia del paisaje, ahora sí, definitivamente turístico. El turista observará el lugar acompañado de otros turistas que también lo observarán, y en las imágenes que observa de estos paisajes también aparecerán otros turistas; ahora, el observador es parte esencial del paisaje en la propia escena que contempla. El tren turístico es un mirador que, a toda máquina, nos traslada, nos pasea, nos informa, nos culturiza y nos aglutina en el grupo. Y todo a ritmo de la banda sonora artificial que Disney introduce en cualquier vestigio cultural que se tenga en cuenta. No se vayan, ¡aún hay más!

“Bellezas de la ciudad” — 34 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

“Bellezas de la ciudad”

Era muy común que los editores de tarjetas postales las etiquetaran en su reverso refiriéndose a las “Bellezas de la ciudad”. Con este titular, incluían catedrales, iglesias, palacios, arcos del triunfo, estatuas y ruinas de tiempo gloriosos. Con la modernidad y los nuevos dictados del consumo, otras maravillas urbanas ocuparon el podio de los representantes más bonitos y más novedosos de la metrópoli moderna: el centro comercial era uno importante.

Así como la ciudad medieval es un recinto amurallado y cerrado por el que se pasea, el centro comercial es un lugar también cerrado donde básicamente se compra, pero no puede sentarse a ninguna parte; no hay invierno, ni verano, ni lluvia, ni sol... ni ventanas. ¿Qué tiene? Calefacción y aire acondicionado, y escaparates. Dentro, todo el mundo circula a la velocidad del estímulo de los objetos de consumo.

En este caso, es una postal nocturna, y no es casual que lo sea. La arquitectura luminosa en la ciudad es un fenómeno que surgió en el período de entreguerras, a remolque del desarrollo tecnológico, del arte de las vanguardias y de las nuevas demandas comerciales de la metrópoli. También fueron esenciales los avances en luminotecnia y en la industria del vidrio. La arquitectura moderna (y su fotografía) utilizó enseguida estos recursos para conseguir una imagen nocturna deslumbrante que destaque en las calles comerciales.

De hecho, la imagen nocturna es uno de los motivos predilectos de la fotografía moderna de arquitectura. La luz artificial ejemplifica el desarrollo de la tecnología y, por tanto, la modernización que se quiere revelar. Las fotografías nocturnas mostraban cómo la arquitectura y la ciudad, gracias a la modernización, seguían funcionando por la noche con una nueva vitalidad y un nuevo esplendor. El magnetismo de la iluminación nocturna se utilizaba para atraer el ojo del consumidor y para alejarlo de las zonas pobres –oscuras– y conducirlo a las comerciales –brillantes–.

Todo está previsto, en el centro comercial de la postal. Pase y compra, son las rebajas de verano!

Pirotecnias de libertad — 35 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

Pirotecnias de libertad

Corría el año 1979 y en la plaza del Caudillo –sí, todavía del Caudillo–, en algún punto de la geografía española, quemaban las ansias de fiesta y de libertad. Al otro lado del Atlántico, una vez terminada la guerra de Vietnam y con el demócrata Jimmy Carter en el poder, Estados Unidos volvía a ser un faro democrático y el gran ejemplo del bienestar más deseable,el american way of life.

España estaba cambiando. Mucho. Desde que había terminado la Guerra Civil Española, en 1939, y con una política económica basada en la autarquía, el país había retrocedido hasta ser uno de los países más pobres de Europa occidental. Pero la geopolítica de la Guerra Fría echó una mano al dictador y en 1953 se firmaron tres pactos con Estados Unidos que condicionaban la ayuda económica al establecimiento de bases militares de Estados Unidos. Poco después, de la mano de los tecnócratas del Opus, en 1959 se aprobaba un plan de estabilización con el que se abandonaba el modelo de desarrollo desde el interior y se optaba por la liberalización y el apertura en los mercados internacionales. Un nuevo relato oficial ayudó a legitimar la apertura y contribuir a cambiar la imagen del país. El modelo a seguir era, sobre todo, el estadounidense.

A través del cine, revistas, publicidad y, por supuesto, las tarjetas postales nos llegaban las imágenes de un nuevo estilo de vida. En la sociedad de consumo ya no se trataba de ofrecer productos que cubrieran necesidades, sino de crear nuevas necesidades constantemente, incluidas las del ocio aspiracional. El cine hollywoodiense se encargó de grabarlo en nuestras retinas: desayunos en el jardín, la cena de Acción de Gracias, retiros de vacaciones en la playa o tardes largas y ociosas tardes en el porche de casa.

En la España de la Transición convivían el antiamericanismo ideológico, más minoritario de lo que algunos creían, con el americanismo mediático popular que iba conquistando las mentalidades. La Estatua de la Libertad de la postal que reproducimos –también pudo ser una estatua de la Coca-Cola– es un brindis a esta cultura de masas americanizada y muy transversal.

La arena ibérica — 36 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

La arena ibérica

Los buenos arquitectos de la segunda mitad del siglo XX se dedicaron sobre todo a resolver el tema de la vivienda y los lugares de trabajo, dejando las arquitecturas relacionadas con el turismo en un segundo plano. La respuesta al fenómeno de masas que se iba imponiendo quedó a menudo en otras manos. Sin garantías de urbanización adecuadas y en contradicción con los principios urbanísticos equilibrados (hoy llamaríamos sostenibles), y sin ningún tipo de consideración por los valores del paisaje, se generaron reservas de suelo para dar respuesta a la demanda turística, que, en efecto , crecía a gran velocidad: se pasó de 456.968 visitantes extranjeros en 1950 a 8.668.722 en 1962. Uno de los paradigmas de esta superocupación desbordada destructora de paisajes y sin planificación es la transformación arquitectónica del escenario litoral. Lo que ocurrió en la costa lo tenemos como referencia visual, pero la destrucción no se concentró sólo a orillas del mar.

En esta postal de playa sobre un fondo de apartamentos, hay bastantes síntomaspostalerosde escenificación, de exageración cromática, de idea de repetición infinita. Y de paisaje en venta. Pero también conviene tener claro que existe una novedad porque nos encontramos ante una arquitectura de autor: Antonio Lamela.

De hecho, el de esa imagen fue el primer gran complejo comercial, residencial y turístico de la zona, sobre un solar de 23.500 m². Una de las promociones inmobiliarias más importantes de España en esa época, y la más significativa de Málaga, que entonces iniciaba su despegue turístico. Esto ocurría en 1962. El conjunto tiene la Placa de Oro al Mérito Turístico, otorgada por el ministerio de Información y Turismo de 1967, el de Manuel Fraga Iribarne, abuelo del PP actual. Las postales nos ofrecen algunas sorpresas entre la gran variedad de imágenes y ejemplos de arquitecturas turísticas. Seguramente también encontraríamos algunas joyas, algunos buenos ejemplos. Pero, ¡ay!, en la arena ibérica todo es

Flores de otro mundo — 37 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

Flores de otro mundo

Ruskin definía lo pintoresco como accidental y resultante del paso del tiempo y la tradición; y que, por tanto, es imposible de componer. También se considera pintoresco, o si desea auténtico, un paisaje que resulta característico de un lugar. La autenticidad que el turista quiere captar –casi obsesivamente– y que se entiende como valor es, de hecho, una gran consumidora de este término: pintoresco. A pesar de estas u otras posibles definiciones y acercamientos, el término sigue siendo, en realidad, bastante ambigua, poco precisa.

La modernidad necesaria para la apertura de la España franquista no podría considerarse, por sí misma, pintoresca. Al contrario: era nueva, y aunque quizás optimista, era fría y no pintoresca. Independientemente de su calidad, esa modernidad se confrontó a la antigüedad, lo que es considerado pintoresco. Fueron de la mano: las nuevas incursiones modernas se mostraban acompañadas de los aspectos ya consagrados y típicos. La modernidad, por fría y por desconocida, generaba desconfianza. Lo pintoresco contrastaba y redimía su frialdad, su rectitud formal, su monocromía y su radicalidad. Un contraste tranquilizador y necesario del que surgía lo que se ha llamado elpintoresco moderno:grupos regionales de danzas típicas al ritmo de la sardana o la jota frente al hotel más moderno de playa o de río, el conjunto de artesanías más típicas en los comercios de souvenirs más avanzados o los pomos de flores más coloridos, densos y orgánicos que, como una tormenta perfecta, amenazaban las vistas aéreas más urbanizadas.

En el mundo de la edición de tarjetas postales, lo tenían claro: debían disponer de un buen repertorio de elementos orgánicos, vegetales, rústicos, autóctonos, alegres, típicos y tópicos para cuando conviniera amorosear las novedades del mundo moderno que, en cierto modo, amenazaba los valores de siempre. Falsear las imágenes, la representación de los paisajes, recomponer el mundo con fragmentos de otros sitios. El mundo de las vacaciones era y debía seguir siendo otro mundo.

El mítico 600 — 38 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

El mítico 600

Roland Barthes decía, en el capítulo dedicado al nuevo Citroën de su libroMitologías(1957), que "el automóvil es en nuestros días un equivalente bastante exacto de las grandes catedrales góticas, un objeto absolutamente mágico". El equivalente español del nuevo Citroën era entonces el Seat 600, omnipresente en las tarjetas postales sesenta y que a menudo también era el vehículo del fotógrafo autor de la tarjeta postal. Lo aparcaba en un lugar privilegiado y así modernizaba la escena estratégicamente con su flamante imagen.

En un primer momento, con una tímida escenificación, empiezan a aparecer automóviles junto a los principales monumentos o parajes más idílicos del país. Acueductos, catedrales, monasterios o arcos de triunfo se adornan y se complementan con la pincelada moderna del automóvil. Poco a poco, hoteles, moteles, apartamentos o restaurantes de nueva creación van incorporando y completando su nueva faceta de modernidad con la presencia de los coches estratégicamente aparcados o en circulación. El primer Seat 600 empezó a rodar por las Españas en 1957 –el mismo año de la publicación deMitologías– y se fabricó hasta agosto de 1973. Se convirtió en un auténtico mito sobre ruedas.

Hay un detalle curioso en la esquina izquierda de esta postal, a través del cual se insinúa –saca el hocico– la repetición del coche: mismo modelo, mismo color, misma posición y alineación. La cadena de montaje del automóvil parece hacerse extensible a la producción en serie de los idénticos apartamentos que configuran el horizonte y el límite del fondo de la postal: la cubierta a dos aguas, el frontal de madera, la cerámica verde, las arquitecturas palafíticas, el aparcamiento y el pequeño jardín de bienvenida se repetirán hasta el punto de fuga de la perspectiva (y más allá). Vivienda, coches y turismo en serie. Fordismo estadounidense. Modernidad. El sueño americano, pero en la española: con el 600.

¡Pim-pam-Pop! — 39 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

¡Pim-pam-Pop!

Uno de los rasgos esenciales del universo de la imagenpostalerade la España del períododesarrollistaes elkitsch. Pero, ¡atención!, la definición de qué es y que no eskitschno es tarea fácil. Quizás no nos pondremos de acuerdo... A menudo, en el caso español, se relaciona con otra característica semánticamente compleja: la cursilería. Otros lo definen, desde la actualidad, con una mirada más camp... No es tan fácil. Quizás como buen italiano, quien da una visión clara y didáctica es Gillo Dorfles en su ya clásico e imprescindible ensayo de 1969El kitsch. Antología del mal gusto. Gran libro y muy comprensible. Pero tiene una carencia si se aplica al caso español: no prevé una categoría que seguramente, si Dorfles hubiera nacido aquí, habría incluido sin dudarlo: elespañolada.

Se trata de un vocablo que apareció originalmente en francés,espagnolade, para dar nombre a los productos culturales nacidos durante el Romanticismo que cultivaban, en palabras de Román Gubern, "el exotismo y el color local de una porción subdesarrollada de la Europa Meridional". No parece que en los países de nuestro entorno exista una palabra que defina una representación falseada de los rasgos de su identidad cultural nacional.

Con cierta ambigüedad entre el exotismo y el folclorismo, entre lo extranjero y lo propio, el término ya aparece en las primeras décadas del siglo XX, momento en que se asiste a la fascinación de las vanguardias artísticas por los motivosespañoles(las españolas de Picabia, las bailarinas de Miró o las fotos y las películas de Man Ray, entre otros).

Pero será durante la segunda década del siglo XX cuando elespañolada–la que nos interesa aquí y ahora, en esta recopilación de postales– resurgirá de manera más masiva y más banal. Ligada ya no a las vanguardias o al arte, sino a la publicidad y el consumo, se transformó en un recurso que venderáalegrementela imagen española: la versión pop que el franquismo hará sobre sus propios valores, estrechamente ligada a las tensiones que surgen entre la identidad y la modernización desarrollista. Yolé!

Hoteles de insomnio — 40 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

Hoteles de insomnio

Si existe una arquitectura claramente ligada al turismo, es la del hotel, la pieza mínima necesaria para convertir un lugar en destino masivo de ocio. Su imagen ha sido omnipresente; ya no sólo las tarjetas postales, sino también en el cine o la literatura. Hollywood grabó la primera película importante filmada completamente en un hotel enFin de semana(1945), de Robert Z. Leonard, con Ginger Rogers y Lana Turner. Otros filmes estadounidenses de la época con un claro protagonismo hotelero fueronTablas separadas(1958), de Delbert Mann, oMillonario de ilusiones(1959), de Frank Capra. Una novela española de premio en la que el protagonismo y el título son explícitos esTorremolinos Gran Hotel, de Ángel Palomino, publicada en 1971, en plena euforia turística.

La figura del hotel evolucionó desde el lujo más pomposo de estilo historicista, hasta los hoteles más modernos, con arquitecturas grandiosas y la aplicación de los últimos avances tecnológicos del momento. La modernidad era un valor añadido y aportaba lujo y glamour asequibles para todos. Los hoteles se convirtieron en los nuevos monumentos estelares del mundo moderno, y también, por supuesto, en protagonista de la tarjeta postal española, que representaba la promesa de calidad y comodidad para las clases medias. Turismo democrático en un país dictatorial. Una modernidad turística que, sin embargo, empezó a abrir y acercar el país a Europa.

Cualquier hotel de entonces distribuía sus propias postales, que se adquirirían en la misma recepción del establecimiento y que seguramente presidían el soporte giratorio de sobremesa bien visible en el mostrador de la entrada. Bastaba con elegir una, la más moderna y vistosa, a menudo marcando una de las habitaciones para dejar claro el “yo estoy aquí”: en esta terracita, una entre cientos que, como si fuera una colmena de abejas, la postal mostraba sin complejos. El edificio solía ocupar casi toda la imagen, sin siquiera dejar espacio para la playa que daba sentido a su ubicación. El hotel era el mundo, el destino, el lujo.

Mapamundi show — 41 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

Mapamundi show

Aquí tiene la típica y tópica postal turística multivista. Un festival pseudopictórico que convertía un destino en supuesto objeto artístico. El objetivo indisimulado era seducir con la variedad, con una paleta de sensaciones que no defraudara las expectativas de los visitantes, ofreciéndoles exactamente lo que esperaban encontrar. Mar y playa a raudales. Tradición y modernidad. Españadesarrollistaquería responder a esta dualidad: un país convertido, por un lado, en escenario pintoresco andaluz plagado de peines, castañuelas y toreros (los aldeanos adoptaban el disfraz sabrosos) y, por otro, en un lugar confortable y cada vez más moderno para al turista.

Si en la paleta del pintor se resumía su mundo cromático, en la del mapa turístico, las guías de viaje o las postales la operación consistía en reducir el mundo a lo que había que ver. El resto no contaba, era pigmento amorfo. En realidad, esta multivista fragmentada encajaba perfectamente en la visión parcial que caracterizaba su mirada –y tiene– al turista. Esto es, la imagen del turista como consumidor de fragmentos. Antes imágenes de postales, ahora selfies de Instagram.

Los recursos de las postales ya eran muy variados, y ésta de hoy es una muestra: la supuesta paleta de pintor que reduce el mundo –en este caso, la mallorquina playa de Can Pastilla– a cinco recortes obscenamente turísticos . Hay otras multivistas más completas que muestran muchas facetas del sitio (sus monumentos clásicos, las carreteras, el ambiente humano, el aeropuerto, hoteles, una increíble puesta de sol, una pareja enamorada). Sin embargo, siempre el montaje como descomposición, como realidad fragmentada.

El paisaje como un productotodo incluido, como un objeto de consumo. Con la postal, el turista tenía la ruta perfectamente asignada: alojamiento, visita y cita previa. Una píldora perfecta de la realidad. ¡Can Pastilla!

Bienvenido, míster Verano! — 42 de 42 Col.lecció Cristina Arribas

Bienvenido, míster Verano!

¿Con qué sueña el burro? ¿Un horizonte abierto, un mar azul, la aventura del viaje, la playa apretada de humanidad vacacional o la felicidad de hacer turismo, el gran invento que abrió sus puertas en la España que salía de la autarquía? Este típico burro ilustró muchas postales deldesarrollismo. La producción cartófila de los años 60 y 70 del siglo XX fue cuantitativamente masiva y cualitativamente un festín visual cuyos valores van mucho más allá de la función fotográfica estricta. De la mano de las postales, este verano realizaremos un viaje, entre nostálgico y sociológico, a los orígenes del turismo, entonces tan deseado, hoy tan angustioso.

Fueron los años de la consolidación de una iconografía del paisaje muypostalera. Aquellas cartulinas de 10,5 x 15 cm, plastificadas ya todo color, mostraban sin filtros, pero con infinitos retoques y falseamientos, el despegue de un país desigual que se modernizaba a toda máquina, con el turismo como bandera: un paisaje en venta.

¿Se ha fijado qué mar tan azul, y qué telescopio tan sospechosamente calabaza? El color era el atractivo de la publicidad, el cine, los cómics y los cromos. En la fotografía de autor o la considerada alta cultura, reinaba una cromofobia. El color desorbitado de las postales se suponía que mejoraba la realidad. Se trataba de soñar con un mundo mejor, de colorear una época gris.

Las postales que nos acompañarán este verano van de los años 50 a los 70, con la novedad de la cuatricromía y el offset color, un cambio esencial para mostrar el mundo en su nueva versión de modernidad efervescente. El pictorialismo pintoresco quedaba olvidado.

¿Con qué sueña el asno? ¿Quizás con América? ¿Con la modernización? ¿Con la urbanización? ¿Con el milagro económico? Hacía una década que España había iniciado relaciones con EE.UU., con la firma de los pactos de 1953: no sólo se sirvió de su apoyo monetario, sino también delamerican way of life. Lo iremos viendo en las postales: grandes hoteles, autopistas, automóviles, ocio masivo... Bienvenidos al maravilloso mundopostalero.

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