Barcelona dará la bienvenida a Navidad el 23 de noviembre con el encendido de las luces, que se mantendrán hasta el 6 de enero. El acto tendrá lugar en el paseo de Gràcia a partir de las seis y media de la tarde para conmemorar los 200 años de esta vía. Para aquellos que quieran vivir el espíritu navideño dos días antes del encendido oficial, lo podrán hacer en el Recinto Modernista de San Pablo, que del 21 de noviembre al 14 de enero contará con el espectáculo Les luces de San Pablo . La puesta en escena incluirá como novedades una pista de patinaje, un árbol de Navidad de dieciséis metros, un espectáculo inmersivo con cientos de luces, un mercado gastronómico y varios puntos fotográficos para que los asistentes puedan tomar fotos. Las visitas por el recinto modernista iluminado empezarán a las 18 hya las 21.30 se hará la última sesión. El acceso se realizará en intervalos de 30 minutos. Habrá varios días durante las fiestas navideñas que permanecerá cerrado: el 24 y 31 de diciembre y el 5 de enero de 2024.
Borrachera de lujo en Londres: el calendario de adviento de whisky que cuesta más de 11.000 euros
La tradición de las estampitas de santos, primero, y la de las chocolatinas, después, han evolucionado hasta extremos insospechados
LondresEl pasado martes, durante el llamado discurso del rey –la presentación del programa legislativo del gobierno británico para el año que, más o menos, resto de legislatura–, Carlos III mencionó sólo una vez la expresión "coste de la vida", en relación con la inflación y todos los problemas que se derivan. El premier, por boca del monarca, anunciaba: "Mis ministros apoyarán al Banco de Inglaterra para que devuelva la inflación al objetivo [fijado, el 2%], tomando decisiones responsables sobre gasto y endeudamiento. Las decisiones ayudarán a las finanzas de las hogares, reducirán la deuda del sector público y salvaguardarán la seguridad financiera del país".
Con independencia de si ayudan o no, en ningún caso el coste de la vida, mayor o menor, afectará al bienestar de Carlos III ni el de la familia real. Tampoco el de los miembros del gobierno de Rishi Sunak. Ni siquiera el del 1% de los británicos (685.000 personas) que, de acuerdo con Oxfam, tienen tanto o más dinero que, en conjunto, un 70% de la población de las islas. La Oficina Nacional de Estadística asegura que en Reino Unido hay más de 2,5 millones de personas que tienen una riqueza superior a las 800.000 libras en activos líquidos (un millón de dólares). Otra cosa es el 34% de los ciudadanos que, en este caso de acuerdo con el Banco de Inglaterra, no llegan ni a un capital de mil libras en la cuenta de ahorros.
Este grupo será, seguro, el que no podrá participar en la borrachera de lujo que es la Navidad de Londres, más que visible, deslumbrante en calles como Bond Street, Mount Street o Savile Row, en el barrio de Myfair, o en determinadas y prohibitivas zonas de grandes almacenes como Harrods, John Lewis, Harvey Nichols, Fortnum & Mason o Selfridges, esparcidos por distritos de Knightsbridge, Westminster o Kensington y Chelsea.
¿Una extravagancia o una provocación?
Dentro de los estándares de muy ricos –o muy inconscientes–, ¿cuáles son las mayores extravagancias –o provocaciones– que han sorprendido a este cronista ya su hija mientras captaba información previa sobre la tradición navideña-consumista, y el posterior paseo ritual de cada año por algunos de los sitios mencionados? Sorprende, sin duda, la exclusividad a la que llegan algunos de los calendarios de adviento a la venta. Si la tradición, cuando se inicia en la Alemania del XIX, era poner una estampita de un santo para las 24 casillas de los 24 días que se contaban hasta Navidad, y después, a partir de los años veinte del siglo XX, va ser incorporar una chocolatina, hace ya años, una década, que en Londres se encuentran prácticamente rellenos con cualquier producto, imaginado o inimaginable: de comer, de beber, de decoración, de maquillaje, de perfumes; literalmente, de lo que sea.
Y en el 2023 uno de los que se llevan el gordo es el Very Old and Rare Whisky Adviento Calendar, de la tienda online Master of Malt. ¿El precio? 10.000 libras. En concreto, 9.999,95, algo menos de 11.500 euros. ¿Qué contiene este valioso calendario? Boletillas de tres centilitros de 24 whiskys diferentes, desde el japonés Yamazaki de 25 años (9.200 euros la botella de 70 centilitros) hasta el Auchentoshan de 44 años, un escocés algo más asequible, a 8.500 euros por el env. , también de 70 cl. Para ponerlo en contexto, en el conocido establecimiento barcelonés Vila Viniteca el whisky más caro que se puede encontrar es The Glenrothes 1968: cuesta 9.950 euros, también los 70 cl.
¿Una exageración? Probablemente. En cualquier caso, el hombre de la calle, como diría Pi de la Serra, no se les encuentra a la entrada de los establecimientos habituales que visita. Por tanto, no sufre ni un ataque al corazón ni tampoco de indignación. Pero lo que sí ve, por ejemplo en Selfridges, de Oxford Street, es el calendario de adviento de Acqua di Parma. Diferentes colonias, perfumes, cremas para el cuerpo, champús, todo lo que puede ser imprescindible para llegar limpio, acicalado y pulido al día de Navidad. ¿Y el precio? Si se piensa en la cajita de whiskys, una ganga: sólo 450 libras, 520 euros. Todo el lote, por separado, cuesta más de 700, informa la casa de perfumes, originalmente italiana, pero que pertenece al conglomerado francés del lujo LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton SA.
El mismo o más dinero que el año pasado
¿Se venden todos estos productos? Obviamente, calendarios de adviento de 10.000 libras, muy pocos, admite Master of Malt. Pero otros más modestos, sí. Por lo menos es lo que dice Emma Fishwick de la compañía estadounidense Circana, de análisis de hábitos de consumo: "A menudo, un calendario de adviento de belleza, de productos considerados de lujo, ofrece al consumidor una gran relación calidad-precio . Porque pone a su alcance múltiples productos, incluidos clásicos, que podemos llamar culto, combinados con otros más innovadores". Si sirve como termómetro, en el estudio recién publicado de cuál será el comportamiento del cliente estadounidense en las inminentes fiestas de Navidad, Circana asegura que, pese a las posibles estrecheces, el 58% gastarán lo mismo que el año pasado (760 dólares; 712 euros) y el 24% aún algo más que en el 2022. Solo el 18% reducirán el presupuesto.
¿Qué llevarse, pues? A John Lewis, para comentar otro ejemplo bien londinense, este cronista y su hija pensaban el pasado fin de semana si vale la pena pagar por un árbol de Navidad de plástico, ya decorado con leds de bajo consumo, la astronómica cifra de casi 600 libras. La duda –resuelta en breve en el caso de quien escribe esta crónica– asalta a los clientes en la sección The Tree Emporium, del local de Oxford Street, donde la oferta es tan arrolladora que marea. No sólo de árboles, o de calendarios de adviento, sino también de todo tipo de motivos con los que decorar el árbol y la casa; una oferta que ocupa la mitad de la tercera planta, y que pone a prueba tanto el ingenio y la creatividad de los especialistas de marketing como de los padres de presupuestos moderados en decir "no" de todas las formas y en todas las lenguas posibles.
En la tradición de los calendarios de adviento y de la necesidad de vestir el árbol, sin embargo, la apuesta más clara es la que promueve Wedgwood, que se puede encontrar en Selfridges. Una cajita con 24 piezas de porcelana, pintada a mano, que incluye miniaturas de feria tan inútiles como una cajita de regalo, un parenoel, un pajarito, un botijo, y otras inutilidades no especialmente bonitas, cuesta 860 libras (casi mil euros) . Hace sólo diez días Reino Unido vivía la excitación de los disfraces de Halloween. Sin la etapa volante del Día de Acción de Gracias, pese a la llamada inevitable del Black Friday, la vista ya está fijada definitivamente en Navidad. La borrachera de lujo sólo ha hecho que empezar. La resaca, para 2024.