De los soldados estadounidenses en los Rolling Stones: el poder de una camiseta

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Una persona mostrando varias camisetas del Rolling Stones.

La camiseta en sí es uno de los grandes diseños del siglo XX, que nació como pieza interior que, además de abrigar, protegiera la camisa del sudor del cuerpo. A mediados de siglo y con la cultura juvenil, inició su viraje hacia la superficie y, gracias a figuras como James Dean y Marlon Brando, además de los soldados de la Segunda Guerra Mundial, se erigió en un símbolo de masculinidad . Pero si la camiseta blanca marcó el arranque del siglo XX, ese mismo siglo concluyó con una de sus variantes más populares y omnipresentes en nuestra estética: la camiseta gráfica.

Si bien la camiseta blanca integraba los uniformes de los militares, durante la guerra también se inició la práctica espontánea de ornamentarlas con los nombres de las diferentes unidades. Una práctica manufacturada por los propios soldados, siguiendo la costumbre de marcar sus pertenencias. En 1942 la revista Life dio a conocer y difundir esta moda, al mostrar en portada a un soldado que definía pectorales con una camiseta estampada donde se leía “Air Corps Gunnery School”.

En los años 60 se mejoran las técnicas para que el elemento gráfico no se desteñe ni se borre y la camiseta pasa a ser el vehículo ideal para una juventud delida de individualidad y diferenciación. Una juventud que también descubrió esta prenda como apoyo reivindicativo del gran número de luchas del momento, por una mayor justicia social, en términos de clase, raza, sexo o género.

Pero si bien la camiseta ha recogido buena parte de las luchas en contra del sistema, éste también se benefició de este vehículo comunicativo. De hecho, varios candidatos a la presidencia estadounidense diseñaron camisetas para la campaña electoral, como Eisenhower o Kennedy. En 1977 el diseñador Milton Glaser estampó en una camiseta su famoso logo “Y NY”, de las primeras veces que la palabra amar se sustituía por un corazón. Esta camiseta fue parte de una emblemática campaña para promover el turismo, cuando Nueva York se encontraba en unos bajos índices de popularidad y el logotipo de Glaser y su camiseta se convirtieron en un símbolo universal.

La cultura rock se apropió como nadie de las camisetas gráficas y evidenció que el rock, más allá de un género musical, supone la pertenencia a una comunidad. Entre las infinitas camisetas generadas por el rock, posiblemente la de la boca con la lengua de los Rolling Stones, como claro signo de la irreverencia que siempre les ha acompañado, podría ser una de las más emblemáticas de la historia, rivalizando con las que Malcolm McLaren y Vivienne Westwood diseñaron bajo la órbita antisistema del punk.

La diseñadora Katherine Hamnet popularizó durante los 80 unas maxisacamisetas con grandes mensajes políticos. Piezas de gran sencillez, ya que su principal motivación no era la de hacer dinero, sino que fueran fáciles de copiar para que el mensaje se extendiera lo máximo posible. Como ella misma afirmó, “[la camiseta] tiene que ver con la democracia y todavía va de eso”.

Actualmente, la camiseta gráfica es esencial para nuestra estética, supera los límites generacionales, de clase, de raza y de género. Una pieza al servicio de grandes luchas, pero que también ha sido fagocitada por el fast fashion y por un buen número de marcas emergentes. Por su sencillez, es una herramienta fácil para posicionarse en el mercado sin grandes esfuerzos de diseño y dar respuesta a las ansias bulímicas de novedad que se han generado en los consumidores. Ya convertidas en prenda desechables, finalmente todas acaban agolpadas en grandes montañas de desechos textiles, y engrosan el alarmante problema que el consumo de moda está causando en el planeta.

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