Cada casa, un mundo

La casa del día después: cambiar la manera de vivir

Madrid. TAKK Arquitectura

4 min
El hecho de haber creado una caja dentro del espacio del piso preexistente ha permitido a los arquitectos de TAKK generar una terraza-jardín detrás la fachada principal de la casa, un espacio que ayuda al aislamiento y también a la frescura en verano.

El cambio entre el antes y el después de un piso en el norte de Madrid trasciende mucho lo que sería una reforma como ejercicio de arquitectura. De hecho, los autores de este proyecto, Mireia Luzárraga y Alejandro Muiño, fundadores de TAKK, un laboratorio constructivo ubicado en el distrito cultural de L'Hospitalet de Llobregat, definen su espacio de trabajo como “un híbrido entre un estudio de arquitectura, una agencia creativa, un taller de producción y una constructora”, sin descuidar una manera también transformadora de concebir la docencia.

Imagen de la Casa del día después

Cambiar la manera de habitar el hogar propio es también empezar a cambiar la manera de habitar el planeta. Y esto es precisamente lo que, desde la reforma radical de un piso que era muy convencional, han podido hacer los de TAKK en connivencia, claro, con la forma de entender la vida de la pareja –una ambientóloga y un economista experto en microcréditos– que acababa de heredar la vivienda. Para que la niña pequeña que tienen crezca con conciencia ecológica y sentido de la colectividad, querían transformar aquel típico apartamento de un bloque de vecinos construido en los 80 que comparte jardín y piscina y que, en los 110 m de piso, tenía todo aquello que representaba la vida burguesa: cuatro habitaciones pequeñas, pasillos, una cocina cerrada y tan grande como para que cupiera un dormitorio para una persona de servicio, tres baños completos pero minúsculos y situados en los peores lugares y otras particularidades que todo el mundo puede identificar.

Imagen de la Casa del día después

Querían transformar el espacio para adecuarlo a su concepción de la vida, pero, eso sí, solo lo harían si el presupuesto de la reforma era reducido. Si no, la obra esperaría. El proyecto de TAKK no solo rompe muchos de los prejuicios que tenemos en la manera de habitar, las costumbres, las convenciones, sino que sobre todo propicia una nueva experiencia de vida que tiene más en cuenta la realidad climática, la escasez energética y una manera de hacer uso del hogar más flexible y creativa. Dentro de la línea de trabajo experimental de Mireia Luzárraga y Alejandro Muiño, donde la arquitectura incluye reivindicaciones de género, política y ecología, entre otros, hay que deshacerse de convencionalismos para que el espacio posibilite nuevos usos y otros rendimientos.

Imagen de la Casa del día después

Casa de verano y casa de invierno en 110 m 2

Podríem explicar largamente los conceptos, criterios, decisiones e intervenciones que definen la reforma de este piso. De hecho, por el interés que tiene, la Galería H2O de Barcelona dedicará a este proyecto de TAKK una exposición que se inaugurará a principios del mes de marzo. Aquí, sin embargo, intentaremos hacer hincapié en las ideas esenciales que han marcado la que es una transformación radical. Y entre estas ideas, seguramente la más significativa es la de decidir construir solo 60 de los 110 m disponibles. Una caja de madera maciza y corcho como material natural aislante –todo son materiales de baja emisión de CO– que se separa de la fachada principal para dejar espacio a una terraza interior donde convivir las personas y las plantas, con luz pero a resguardo.

Imagen de la Casa del día después

Es la casa de invierno, un espacio hecho de espacios que se meten un dentro del otro y que, por la distancia que toman del exterior y el aislamiento, casi no necesitan climatización adicional. Es este espacio, abstracto y multifuncional, el que tiene la cocina presente en todo momento, construida a una altura de 75 cm en vez de los 90 habituales para que pueda formar un continuo con la mesa de comer, trabajar o estudiar. Y es este espacio también el que contiene, encima de patitas de madera y con unos escalones de acceso, el dormitorio común, tan aislado y tan presente.

Plano de la Casa del día después

Los 50 m no construidos, además de la terraza de 1,30 m de anchura como tránsito climático –y vegetal– entre la vivienda y el exterior, contiene la que denominan “la casa de verano”, un espacio vaciado, inspirado en los espacios de garaje en los cuales no hay nada y todo se hace posible. Y si la casa de invierno está perfectamente aislada, la zona de verano es al revés: fuera aislantes de las paredes, del techo y del suelo, que se revisten con una capa de mortero. Unas cristaleras plegables, unas cortinas térmicas y una estufa de leña están por si, por cambios en la vida familiar, se necesitara usar durante todo el año. Lo cierto es, sin embargo, que además de ahorrar en el presupuesto de la reforma, “la casa del día después”, como les gusta denominar este apartamento a los arquitectos y a sus propietarios, ha conseguido tener dos casas en una. Una casa dentro de una casa dentro de una casa, espacios con ventilación cruzada, abstractos y flexibles que fomentan la creatividad, otra manera de vivir.

Imagen de la Casa del día después

Hay otros convencionalismos rotos con la reforma de este piso de Madrid. Los baños, contrariamente a lo que se encontraron, se les da algunos de los mejores lugares de la casa. En vez de cerrarse, como si fueran lugares de culpa –una visión muy católica–, aquí se abren del todo. Con los mejores ventanales, muy iluminados y ventilados, tienen posibilidad de cerrarse si se desea, pero se piensan desde el hedonismo y un concepto lúdico y transparente de la vida, como toda esta casa, que invita a vivir libre y en convivencia.

Arquitectura para la convivencia

Con la reforma de este piso de Madrid, el equipo de TAKK –Mireia Luzárraga y Alejandro Muiño– han introducido en la arquitectura conceptos de género que favorecen la transformación hacia un mundo más igualitario. Si la arquitectura más convencional piensa la casa con la definición de espacios de intimidad frente a espacios más colectivos, o con una separación bastante evidente entre la zona llamada de día y la de noche, el estudio de arquitectura de L'Hospitalet de Llobregat antepone la importancia de la convivencia. Convivir quiere decir compartir la cocina, el cuidado entre las personas y las horas para el juego y para el sueño. De aquí que los espacios sean abiertos, abstractos, complejos y potenciadores de la creatividad. Como lo son la habitación –una única habitación común, en distintos niveles, para dormir juntos, para jugar juntos– o una cocina abierta a todo el mundo.

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