La censura y cómo la información es otra víctima de la guerra

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Cámaras de televisión apostadas delante del Kremlin.

El goteo continuado de medios y periodistas occidentales que han ido anunciando que dejan de operar o informar desde Rusia ha sido constante en las últimas horas. La razón está clara. Ayer mismo Duma, el Parlamento ruso, aprobó una ley que impondrá penas de hasta 15 años por difundir “noticias falsas”. ¿Y quién decide qué son noticias falsas? El gobierno ruso. Es decir, cualquier información que no esté “autorizada” por el Kremlin puede ser castigada duramente. Si tenemos en cuenta que la misma norma establece que está prohibido utilizar palabras como guerra, invasión o ataques para referirse al conflicto, queda claro que ahora mismo es prácticamente imposible informar de manera profesional desde Rusia.

Medios como la BBC, la CNN, Bloomberg, la CBC, las dos televisiones públicas alemanas –ARD y ZDF–, la agencia Efe, TVE y también TV3 y Catalunya Ràdio, entre otros, han anunciado que suspenden su actividad desde dentro de Rusia y esto afecta también a periodistas que trabajan para medios escritos como el ARA.

No quieren poner en riesgo a sus periodistas ni tampoco a los colaboradores locales que trabajan allí. Algunos de estos corresponsales, como también están haciendo cada vez más civiles rusos, han ido a países limítrofes para intentar seguir de cerca la situación en Rusia, pero sin miedo a las represalias. Además, el regulador de las comunicaciones en Rusia, Roskomnadzor, ha bloqueado el acceso a Facebook y a Twitter a todo el país, en teoría como contrapartida a lo que el Kremlin considera censura contra medios rusos, pero también como manera preventiva para evitar que su población, aún con la persecución y las detenciones que sufre, se manifieste en contra de la guerra o se informe de lo que pasa fuera de los canales oficiales.

La guerra informativa y de propaganda no es una novedad en los conflictos armados, pero la persecución de los informadores y la manera en la que Rusia está retorciendo los hechos y el lenguaje supera, por su brutalidad y cinismo, la utilización de las fake news en la que sobresalió Donald Trump.

La prohibición de la emisión de los medios con apoyo estatal ruso Russia Today y Sputnik en la Unión Europea ha sido una de las excusas de Putin para la censura estricta que está ejerciendo sobre los medios, los de fuera y sobre todo los suyos. Pero a pesar de que aquella decisión europea –justificada, como se ha demostrado, por la manera en la que estos medios han querido desestabilizar elecciones y países en el pasado– fue polémica, no es comparable, por el alcance y la brutalidad, con lo que está imponiendo ahora Putin.

El hecho es que ahora mismo los ciudadanos rusos están cada vez más aislados, en manos solo de la propaganda de un déspota que es más peligroso cuanto más acorralado se siente. Nos faltarán ojos fiables sobre lo que pasa en el interior de Rusia y costará más extraer lo que hay de verdad de lo que nos explican, puesto que no hay manera de contrastarlo con otras voces. Por eso son tan importantes los periodistas y corresponsales que explican honestamente lo que ven sobre el terreno.

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