'EPIC FAILS'

Cidelsa, la primera empresa Catalana de videojuegos

Marc Amat
2 min
Cidelsa, la primera empresa Catalana de videojuegos “Cidelsa era una empresa competente, con buenos profesionales y buenas intenciones, pero con esto no es suficiente -dice Carles Garcia, presidente de la Asociación Cultural Retrobarcelona-. Hay que acertar el momento”. Para García, la historia habría sido distinta tres años después, en pleno boom del 'arcade' en España.

Deja caer la moneda y aparece un mensaje en la pantalla. “Vence batalla tras batalla y destruye al monstruo”. De repente, al más puro estilo del típico juego de matar marcianos, aparece un ejército de naves espaciales. Empieza la partida. En 1980 los adolescentes que frecuentaban los pocos salones recreativos que había en Catalunya toparon con un nuevo videojuego: el Destroyer. El reto era matar al monstruo, un inquietante cabeza verde flotante que intentaba aplastar a la nave del jugador.

“La pantalla era enorme, tenía un sonido potentísimo y los efectos visuales cuando derrotabas al renacuajo deslumbraban a todos”, comenta en YouTube un antiguo jugador del Destroyer en uno de los pocos vídeos que hay. Hoy poca gente le recuerda, pero fue el primer videojuego para máquina recreativa diseñado y fabricado en España. Detrás estaba Cidelsa, una marca creada en 1980 en Hospitalet de Llobregat por dos empresas catalanas del mundo de la electrónica: EFOSA y Playmatic. Juntas fueron las encargadas de abrir el melón de un mercado que, aunque aquí todavía era desconocido, en Estados Unidos ya movía millones.

“Los primeros videojuegos que se programaron en España fueron los de Cidelsa, aunque históricamente se haya atribuido este mérito al juego La Pulga, de Paco Suárez -reivindica Carles Garcia, presidente de la Asociación Cultural Retrobarcelona y experto en videojuegos-. Fue la semilla del sector”, explica. "Es un caso que no se ha estudiado mucho", reconoce Ignasi Medà, profesor de historia de los videojuegos del Tecnocampus.

Situémonos en 1973. Frederic Massallé, José María Roger y Ferran Yago, tres amantes de la electrónica, habían creado EFOSA. Con sede en Barcelona, ​​fabricaban componentes electrónicos para vehículos y pequeños electrodomésticos. A mediados de los 70, sin embargo, se fijaron en las máquinas recreativas. "En Estados Unidos el fenómeno ya había aterrizado", recuerda Medà. Con el espíritu de emular ese éxito, EFOSA se alió con Playmatic, empresa que fabricaba pinballs. Juntas presentaron el primero pinball electrónico español en Chicago, una de las cunas del sector. Pero las máquinas electromecánicas empezaban a ser ya cosa del pasado. La nueva moda eran las máquinas de videojuegos. Y por eso crearon Cidelsa.

“Destroyer, su primer videojuego, no tenía gran cosa de innovador: era un clon del Phoenix, un videojuego estadounidense”, recuerda Garcia. Pero funcionó. “En 1981 sacaron otros tres títulos: Altair, Altair II y Draco”, explica. Éste último se presentó en ferias internacionales. “Exportaremos la tecnología a la mayor empresa de las recreativas del mundo: la estadounidense Bally Midway”, explicaba Cidelsa en un anuncio en El Periódico de Cataluña en 1982. Pero la alegría les duró poco. Una innovación les rompió el mercado: las máquinas tragaperras. “Mientras una máquina de videojuegos podía recaudar unas 15.000 pesetas al mes, una máquina de premios podía conseguir 70.000”, explica Medà. En 1982 Cidelsa ya era historia. EFOSA y Playmatic deshicieron a la empresa para dedicarse por separado a otros proyectos.

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La lección

“Cidelsa era una empresa competente, con buenos profesionales y buenas intenciones, pero con esto no es suficiente -dice Carles Garcia, presidente de la Asociación Cultural Retrobarcelona-. Hay que acertar el momento”. Para García, la historia habría sido distinta tres años después, en pleno boom del 'arcade' en España.

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