La ciencia catalana, potente pero infrafinanciada

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Un laboratorio de la Universidad Politécnica de Cataluña.

A principios de siglo Cataluña hizo una apuesta clara por la ciencia con la creación de los Centros de Investigación de Cataluña (CERCA), que ahora aglutina ya 42 centros y casi 9.000 investigadores. La inversión en ciencia y tecnología recibió un impulso importante y también se facilitó un mecanismo de gestión más ágil que permitiera atraer talento de fuera y retener el de aquí. Sin embargo, la crisis del 2008 lo ralentizó, hasta el punto de que a estas alturas, aunque se ha aumentado la dotación pública en ciencia, no se han alcanzado los récords de inversión de antes de la gran crisis. Sin embargo, el sistema funciona porque hay mucho talento y se han conseguido fondos europeos para realizar investigaciones que han tenido un considerable eco internacional. Por eso mismo el segundo informe sobre el estado de la ciencia en Catalunya, que se presentó ayer, hace un balance positivo que constata que en el conjunto del Estado y también en el contexto europeo Cataluña está muy bien posicionada como polo de atracción de investigadores y como productora de conocimiento de alta calidad. Sin embargo, también da un grito de alerta, porque sin un aumento importante de la financiación y una mayor incidencia de la transferencia hacia la sociedad corremos el peligro de perder comba.

La ciencia debe ser un polo fundamental del crecimiento de Cataluña en el terreno económico, social y cultural. Debemos creer firmemente que éste es el camino de futuro y, por eso, habrá que ser más ambiciosos en todos los ámbitos relacionados con la investigación. En primer lugar, las universidades, que aportan el grueso principal de investigadores y suponen dos tercios de las publicaciones científicas del país. Ni Cataluña ni España, sin embargo, dedican recursos suficientes a la investigación y la educación superior, y están en la franja baja entre los países europeos y de la OCDE. Los centros CERCA están algo mejor gracias a las inversiones europeas o privadas, pero igualmente necesitan una mayor inyección de apoyo público para poder luchar en un contexto altamente competitivo. La empresa privada está realizando su trabajo –la inversión en I+D aumentó hasta los 2.492 millones de euros en el 2021–, pero tampoco es suficiente para situarnos en la media europea.

Lo que deja claro el informe es que el ecosistema científico catalán funciona bien, aunque a veces sea por voluntarismo, en todo lo que tiene que ver con la producción de conocimiento, pero que no hemos conseguido aunque todo éste esfuerzo, o por lo menos una parte significativa, pueda trasladarse a la sociedad a través de patentes o de creación de empresas. Esta pata debería reforzarse con iniciativas y recursos que permitan que cada vez más empresas, de dentro y de fuera, la valoren y apuesten claramente por la I+D. El envejecimiento de los investigadores y la ralentización del relevo generacional que potencia la fuga de talento, así como el aumento de la burocracia, tampoco están ayudando a ello. Ahora, tanto en Cataluña como en el Estado, hay nuevas leyes que intentan contrarrestar estos problemas y dar un paso adelante, pero apenas se están desplegando. Pasadas las elecciones, sería importante que hubiera un gran pacto de país por la ciencia que asegurara que la excelencia conseguida con tanto esfuerzo no sólo se pudiera mantener sino que se incrementara para convertirse en el verdadero motor del país.

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