Nutrición

La comida basura puede hacer disminuir la memoria

La investigación ha contado con una muestra de 10.000 personas y la acaba de difundir una revista neurológica norteamericana

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El comer porquería también podría estar relacionado con el deterioro cerebral

La comida ultraprocesada vuelve a estar en el ojo del huracán. Un nuevo estudio vincula su ingesta con el deterioro cognitivo en personas de mediana edad y edad avanzada. Concretamente afectaría a la disminución de la memoria y la función ejecutiva del cerebro, que es la encargada de planificar y tomar decisiones. Así lo ha afirmado el estudio publicado en la revista médica Jama Neurology después de una extensa investigación que empezó a recopilar datos en 2008 y en la que han participado 10.000 brasileños, todos ellos funcionarios de entre 35 y 74 años. La comida que ingería la población investigada eran hamburguesas, pizzas, instant noodles (fideos preparados en paquete) y pan industrial.

El estudio pone de manifiesto que, a pesar de que ya se ha establecido una relación entre la comida ultraprocesada y la obesidad o el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, hasta ahora no se había estudiado en profundidad la relación con el declive cognitivo y estos alimentos.

En julio, la investigación se presentó en la Conferencia Internacional de la Asociación del Alzeihmer, y ahora la ha publicado la revista especializada mensual. La información pone el foco, una vez más, en la comida basura, que en nuestro país también se ha denunciado en varias ocasiones por la publicidad asociada a los niños. El estudio concluye que, cuanto más alto es el consumo diario de este tipo de comida, más alto es el riesgo de declive cognitivo, independientemente de la etnia de la persona, y que, por lo tanto, los organismos públicos de salud tienen que desalentar su consumo.

La elección del consumidor

Además, hay que sumar que la comida ultraprocesada suele ser muy económica. Pero nutricionistas como Carla Zaplana recuerdan que la comida basura es económica porque “para su producción reciben ayudas de los gobiernos”, mientras que la comida saludable “necesita más cuidado en la producción y tiene un tiempo de vida más corto”. En el libro Pensar antes de abrir la boca (Viena Edicions), la periodista Élise Desaulniers recuerda que nuestras elecciones como consumidores “tienen una incidencia directa en la industria agroalimentaria”. La cocinera catalana Maria Nicolau también ha coincidido con este discurso. Así pues, ante una bolsa de patatas chips y un brócoli, cada vez hay más argumentos a favor de la elección de una opción o la otra.

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