El creador del primer puente aéreo Barcelona-Madrid, que fue fusilado
Jorge Loring Martínez fue uno de los empresarios pioneros de la aeronáutica en España
Empresario aeronáutico
Muchos lectores deben recordar a un cura con dotes de showman que hacía proselitismo de la religión católica en distintas cadenas televisivas, primero en Televisión Española y después en canales de orientación cristiana. Era el padre jesuita catalán Jorge Loring Miró (1921-2013), un hombre locuaz de voz profunda y contundente, con gran capacidad para persuadir a sus interlocutores. En internet resulta muy fácil encontrar grandes cantidades de vídeos con sus alocuciones. Pero el padre Loring no sólo se desarrollaba con comodidad en el mundo audiovisual, porque en el ámbito editorial también tuvo gran repercusión, sobre todo gracias al libro Para salvarte, que vendió más de un millón de ejemplares. La familia de la que procedía el padre Loring no era una cualquiera, y es que su progenitor fue un personaje fundamental de la aviación peninsular, el ingeniero andaluz Jorge Loring Martínez.
El protagonista de hoy vino al mundo en el seno de una de las familias importantes de Málaga, con intereses en la banca (Banco de Málaga, fundado conjuntamente con la familia Larios), la prensa (El Correo de Andalucía), la minería (Unión Carbonífera y del Metal), la siderurgia (Altos Hornos de Marbella), las líneas ferroviarias (Ferrocarriles Andaluces) y también en la política (Unión Liberal). Uno de sus bisabuelos fue un comerciante de Massachusetts afincado en la costa andaluza, mientras que otro fue Manuel Heredia Martínez, emprendedor pionero de la revolución industrial. Su abuelo fue Jorge Loring y Oyarzábal, marqués de Casa Loring. En este ambiente familiar de tantos recursos y formación, Jorge Loring decidió estudiar ingeniería de caminos, lo que le llevó indefectiblemente a trabajar en la administración pública (siempre se ha dicho que el primer caso de un titulado con esta ingeniería que optó por el sector privado fue Pere Duran Farell, en 1947).
Pero a Loring tampoco le satisfizo mucho ese mundo y pronto se decantó por su pasión, la novísima aeronáutica, que había nacido sólo trece años antes gracias a los hermanos Wright. En 1916 logró el título de piloto y, aprovechando que la Jefatura lo destinó a Barcelona, entró en contacto con la firma Pujol, Comabella y Cía, que se dedicaba a la construcción de aviones ya la formación de pilotos. Los propietarios eran Felip Comabella y Eduard Pujol. Las instalaciones de la compañía estaban ubicadas en unos terrenos de El Prat de Llobregat (La Volateria), muy cerca de donde años después se levantaría el aeropuerto de Barcelona. El director de la academia de pilotos era Salvador Hedilla Pineda y uno de sus alumnos, Josep Canudas Busquets, sería más tarde un gran mito de la aviación catalana. Precisamente, Hedilla moriría en 1917 en un accidente de aviación en aquellos terrenos junto al empresario y periodista Josep Maria Armangué Feliu (hablamos en esta misma serie en septiembre de 2022). En la empresa, Loring asumió el cargo de director técnico. Más tarde la compañía se transformó en Talleres Heréter, por la fusión con la empresa que había fundado en 1912 Laureano Heréter Fonoll.
Inicio de la aviación comercial
En 1921 Loring abandonó la firma catalana para crear su propia empresa, la Compañía Española de Transporte Aéreo (CETA), con la que explotó la concesión de la línea entre Sevilla y Larache, una localidad del norte de África entonces bajo la administración española. Fue uno de los principales accionistas de la compañía hasta que ésta fue absorbida por la empresa monopolista Clase (Concesionaria de Líneas Aéreas Subvencionadas, SA), una línea aérea creada a instancias del gobierno de la dictadura de Primo de Rivera (es lo mismo caso que en el nacimiento de los monopolios semipúblicos Campsa y Telefónica). Antes tuvo tiempo de crear la primera línea Barcelona-Madrid (1927), lo que sería un primer ancestro del puente aéreo. Cabe decir que con la fusión de las compañías que dio lugar a Classa, el máximo accionista de la nueva entidad pasó a ser el propio Loring.
También en la década de los veinte creó sus propios talleres de fabricación de aeronaves, donde producía aviones militares bajo licencia francesa y alemana. En 1930 intentó una nueva aventura, esta vez no en aviones, sino con dirigibles del fabricante alemán Zeppelin y bajo la marca Colón Transaérea Española. El objetivo era abrir una línea entre Sevilla y Buenos Aires (Argentina), pero el negocio no funcionó y a los tres años bajó la persiana. Con la llegada de la República, las cosas aún empeoraron más, porque Loring y su familia estaban muy vinculados a la monarquía y, además, eran aristócratas. Sólo dos meses después del comienzo del conflicto bélico, Loring fue fusilado en su propia empresa.