Crisis de los plásticos: Galicia revive la utilización política de un grave problema ambiental

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Dos mujeres mujeres limpian la arena de la playa del Vilar después de que millones de pellets de plástico se arrastraron a la región

El pasado 8 de diciembre, hace ya un mes, el Toconao,un barco con bandera de Liberia, perdió unos seis contenedores frente a las costas portuguesas, uno de los cuales llevaba como carga 26 toneladas de bolsas de 15 kilos de pellets de plástico, unas bolas pequeñas, del tamaño de una lenteja, que se utilizan para fabricar productos de plástico más grandes. Estos pellets, ya libres fuera de las bolsas en su gran mayoría, están llegando a la costa gallega y, por lo que se supo ayer, también a la asturiana. En esta historia todavía existen muchas incógnitas abiertas. No está clara la toxicidad de estos pellets, aunque las entidades ecologistas y algunos científicos han avisado ya del peligro que suponen para el medio ambiente y para la fauna. Tampoco se sabe lo que llevaban los demás contenedores y si podían llevar también elementos tóxicos. Y, lo preocupante, no está del todo claro por qué no han funcionado las alertas y por qué hasta un mes después no se han empezado a tomar medidas por parte de las instituciones para solucionar lo que sin duda es un grave problema ambiental. Por el momento, la Fiscalía General del Estado, concretamente su unidad especializada en medio ambiente, ya ha abierto diligencias, lo que quizás permita ver más claramente sus afectaciones y determinar si alguien ha cometido algún delito y también las responsabilidades en la respuesta al hecho.

Las entidades ecologistas como Greenpeace o la asociación Noia Limpa critican la lentitud de la Xunta, que no activó la fase de emergencia en el nivel 1 hasta el 5 de enero, cuando las primeras alertas de los ciudadanos al 112 se remontan a mediados de diciembre. Desde el gobierno español se critica además que el gobierno gallego no haya activado el nivel 2 que permitiría la intervención de un operativo estatal. Y desde la Xunta se acusa al ejecutivo español de no haber facilitado información sobre el accidente y la carga, se califica de electoralistas las críticas y al mismo tiempo se niega que los plásticos sean peligrosos aunque sí reconoce que es mejor retirarlos.

Es inevitable, efectivamente, tener presente en este caso que Galicia está en precampaña electoral –las elecciones serán el 18 de febrero–, lo que distorsiona las respuestas. El otro contexto que todo el mundo tiene en la cabeza es el antecedente del Prestige y el modo en que la mala gestión de la Xunta, y en ese caso también del gobierno español en manos del PP -quedan para la memoria los "hilillos de plastilina" que decía Rajoy–, aumentaron y minimizaron una catástrofe ambiental que desquició al país. Aunque esa pésima gestión no le supuso una pérdida electoral y los populares volvieron a ganar cómodamente las elecciones tras ese desastre, la desconfianza de buena parte de la población con la sensibilidad ambiental de la derecha gallega está muy arraigada y, de hecho, de momento han sido los ayuntamientos y los voluntarios, organizados a través de las redes sociales, los que han llevado el peso por recoger estos microplásticos para evitar daños mayores Parecería que en un caso así todo el mundo debería arremangarse para encontrar soluciones, pero al contrario: lo que hay es un rifirrafe político que ralentiza la toma de decisiones.Es una respuesta lamentable El debate debería ser sobre cómo minimizar los daños y encontrar las mejores soluciones, y después de que todo el mundo asuma su responsabilidad.

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