Como ciudadanos tenemos el derecho a declararnos en huelga para reclamar mejoras en la empresa por la que trabajamos. Detenemos máquinas y dejamos claro que sin nuestro trabajo no se alcanzan objetivos ni se da un buen servicio a terceros. La empresa se ve evocada a negociar las demandas de unos trabajadores que llevan tiempo asumiendo una situación que al empezar la huelga se había vuelto insostenible.
En Sant Jaume dels Domenys, Llorenç, Banyeres y L'Arboç hace dos semanas que los trabajadores de la empresa de recogida de residuos, limpieza viaria y mantenimiento de jardines se han declarado en huelga reclamando mejoras salariales. Mejoras de unos sueldos que llevan diez años sin modificarse. Entendemos su queja, ¿verdad? Sin embargo, toda huelga tiene daños colaterales. Hay servicios mínimos decretados, pero no se están cumpliendo y el malestar entre los vecinos es notorio: no saben si les van a recoger o no la basura y muchos días los cubos vuelven a rebosar. Se acumulan bolsas sin separar en los puntos de emergencia y las ratas, insectos y malos olores ya se han asomado. Desde los ayuntamientos piden celeridad en la negociación, pero por el momento no son optimistas. También han pedido a los trabajadores, que nos recojan nuestra suciedad, que se hagan cargo de la situación. Y a los ciudadanos nos piden paciencia. Cada uno tiene sus razones y me pregunto quién sale beneficiado. De momento nadie está satisfecho, pero es evidente que ante ciertas injusticias hay que hacer algo y la huelga es una buena opción.