"Exceso" de novedades por Sant Jordi

Las librerías consideran que se publican demasiados títulos nuevos, a los que se suman los autores mediáticos

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De izquierda a derecha, Maria Teresa Calabús, de El Cucut; Irene Bonet, del Dragón; Marta Valentí, de Les Voltes; e Irene Tortós-Sala, del Altillo

GeronaCuatro librerías de larga trayectoria que están de cumpleaños analizan el pasado y presente de Sant Jordi. Son Les Voltes a Girona (sesenta años), El Altillo en Banyoles (cincuenta años), Drac en Olot (cincuenta años) y El Cucut de Torroella de Montgrí, que ya lleva más de diez años organizando la tradicional merienda del Jueves Santo, previo a Sant Jordi.

De izquierda a derecha: Irene Bonet, de la librería Drac de Olot; María Teresa Calabús, de El Cucut de Torroella de Montgrí; Irene Tortós-Sala, del Altillo de Banyoles; y Marta Valentí, de Les Voltes de Girona.
1.

Marta Valentí, librería Les Voltes de Girona

"Recibimos tantas novedades que nos es imposible estar a cuento de todas"

Las Vueltas ha cumplido sesenta años y Marta Valentí está vinculada desde hace más de veinte años. Empezó a trabajar cuando todavía estudiaba, haciendo media jornada, y desde hace nueve años es su principal ocupación. “Les Voltes siempre se ha caracterizado por, además de vender libros, trabajar y luchar por la lengua y cultura catalanas. Ha sido nuestro reto y lo sigue siendo”, explica. Actualmente la clientela que tienen en la plaza del Vino es casi toda adulta porque desde que se abrió Les Voltes Educa, a tres minutos a pie de la primera librería, prácticamente todo lo que es libro infantil y juvenil lo tienen allí. “Aquí los jóvenes que vienen suelen comprar libros de cuando dan el paso a libros para adultos –dice–. Mi impresión es que la gente que lee, lee mucho, y la que no lee, no lee nada. Y que los jóvenes lean cuesta mucho. Sin embargo, hay jóvenes que leen mucho, pero también hay muchos que sólo quieren sacapuntas y nada de libros”, opina Valentí.

Como otras librerías, Les Voltes también tiene su comunidad de lectores. “Nosotros leemos mucho, por placer y por trabajo, y hacemos de prescriptoras a clientes habituales. Es lo que debemos hacer porque te venden clientes que te piden novela histórica, o un libro para el verano que no le haga pensar demasiado, o lo que sea”, explica Valentí, quien también remarca la importancia del día de Sant Jordi para la librería. “Si haces un buen Sant Jordi y una buena campaña de Navidad, casi ya salvaste el año. El resto del año es ir haciendo, ir haciendo, pero un buen Sant Jordi es básico”. Sin embargo, Valentí considera que se publica “en exceso por Sant Jordi. Hay muchos libros que al cabo de una semana ya tienes que sacarlos del sitio de novedades porque ya han llegado otros cuatro. Recibimos tantas novedades que nos es imposible estar a cuento de todas”.

En cuanto a los escritores mediáticos que publican por Sant Jordi, Valentí opina: "Consiguen facturar mucho más gracias a la posibilidad de salir a los medios; mientras que quizás un escritor que se dedica a la escritura no tiene la manera de salir". “Mucha gente que, supongo que habitualmente no lee, viene a buscar ese libro. Y por otro lado, salen tantos libros de escritores mediáticos, que piensas que alguno, tal vez, no haría falta. Hay gente que cree que escribir un libro es ponerse y ya está y no, es un oficio. Hay libros que podríamos decir que son el fast food de la literatura”, añade. Y más allá de Sant Jordi, hay editoriales que van publicando todo el año: "Las novedades son infinitas", dice Valentí.

2.
Irene Tortós-Sala, librería El Altillo de Banyoles

"Después de Sant Jordi también hay vida!"

Irene Tortós-Sala, de la llibreria L'Altell de Banyoles

¿Existe algún secreto para que una librería celebre cincuenta años con una salud de hierro y con empuje e ilusión por cumplir muchos más a pesar de la fuerte competencia del mundo audiovisual y unos índices de lectura poco estimuladores? Para Irene Tortós-Sala, que regenta la librería El Altillo de Banyoles, los secretos son la dedicación plena al oficio, la estima por los libros y la capacidad de crear una comunidad de lectores fieles, siempre atentos a las novedades literarias que salen y abiertos a las recomendaciones de los libreros. En 1991 Irene tomó el relevo a su padre para transformar la librería escolar que él había fundado con un grupo de maestros de Banyoles en una librería generalista de referencia en la comarca del Pla de l'Estany. Decir librería, del Altillo, es hacer corto. Por la intensa y diversa actividad que hierve durante todo el año se puede considerar un centro cultural a toda costa: clubes de lectura, presentaciones, cuentacuentos, una noche de autores a la que se añadirá una noche de traductores…

"No sé estar quieta, siempre estoy inventando actividades nuevas porque quiero que la librería esté viva, y eso sin descuidar el local: si veo algún aspecto que le envejece, enseguida pongo mano”, admite Irene. Dedicar horas en el oficio significa también, y sobre todo, leer mucho, sacrificando horas de sueño o de ocio, porque Irene tiene muy claro que sólo leyendo ella misma o los jóvenes dependientes que trabajan en la librería se puede hacer bien el trabajo de “prescribir” lecturas a los clientes, ya sea de palabra o con los ya característicos postitos que pone en determinados títulos con sugerentes comentarios sobre la obra. “Para mí, la mejor recompensa es que un cliente me diga que le entusiasmó el libro que le recomendé, o que venga a pedirme uno por su tía o su hijo porque sabe que le ayudaré a acertar en la elección”, dice Irene. Así "se hace comunidad y la librería tiene ese aire familiar que tanto me gusta", dice.

Pero estos días previos a Sant Jordi, su día a día en la librería se altera y el ritmo de trabajo se vuelve vertiginoso. Es la hora de "las correderas y el estrés", dice, rodeada de cajas de libros. Aunque admite que el Sant Jordi "es la fiesta más bonita que tenemos" y que la disfruta pese a terminar el día agotada, se queja del exceso de novedades que se concentra con motivo de esta celebración. “¡Después de Sant Jordi también hay vida!”, advierte Irene, que lamenta que pasado este boom, los libreros deben sobrevivir a unos meses de mayo y junio “muy difíciles”. “Sobre todo esto, creo que es necesaria una reflexión. Estos días tenemos tantos libros que no caben en la librería y es difícil prestar a todos la atención que merecen. Quizás muchas novedades podrían esperar a pasado Sant Jordi y seguramente tendrían más eco”, dice. Y añade: "Cada año se publica más, libros muy buenos, pero también de medianamente buenos y malos. Y todos los tenemos que tener en la librería".

3.
Irene Bonet, librería Drac de Olot

"Se publica exageradamente"

Irene Bonet, de la llibreria El Drac d'Olot

Circunstancias de la vida, como la muerte prematura de su padre a los sesenta años y la jubilación del socio con quien fundaron la librería en noviembre de 1973, hicieron que Irene Bonet se pusiera al frente del negocio con 24 años, recién terminada la carrera. Llevaba ocho años colaborando en la librería y ya sabía que era un mundo que le gustaba, pero tuvo que tomar la decisión rápidamente para saber si la librería seguía o debía venderse. Y no se arrepiente: “Ahora el reto es continuar”, dice. Ubicada en una de las joyas del modernismo olotense, el Drac es también más que una simple librería y en su momento fue una de las primeras de la comarca.

“Las seis personas que trabajamos aquí leemos mucho y cada uno en su temática somos prescriptores –explica–. Pero evidentemente no tenemos tiempo de leerlo todo y mucho menos con las novedades de Sant Jordi. Ahora bien, también hay gente que viene y nos cuentan los libros que han leído y esto es muy bueno”. Bonet, como el resto de libreras, considera que por Sant Jordi se publica en exceso. “A las novedades de siempre deben sumarse las de los autores podríamos llamar mediáticos y que como librera debes prever. Pero Sant Jordi es sólo un día y debes pedir la cantidad que crees que podrás vender”. “Estos son libros que no recomiendas, sino que los vendes directamente. Para la facturación van muy bien, y muchos son libros para gente que no lee mucho, que acaban comprando y quizá se le leen o no –explica–. Pero al margen de Sant Jordi, los libreros tenemos mucho trabajo por elegir porque nos llegan muchísimas novedades cada semana. Se publica exageradamente”, añade.

Bonet cree que el número de lectores no baja, por el contrario, aunque “los niños leen hasta los doce años pero llegada esta edad cuesta que sigan". "En chicas hay más continuidad pero en chicos, cuando llegan a esa edad, cuesta encontrar libros que puedan competir con todas las demás herramientas que tienen a su alcance. Antes, cuando no había tantas alternativas, quizás era más fácil”. En opinión de Bonet, esta diferencia por sexos también se nota en la edad adulta “por lo menos ésta es la sensación que tengo en la librería. Hay más mujeres que leen y terminan comprando. Y si miras a un club de lectura, el público mayoritario es femenino”. De hecho, las cuatro entrevistadas en este reportaje son libreras.

4.
Maria Teresa Calabús, El Cuco de Torroella de Montgrí

"San Jorge se ha convertido en un circo, hace un mes que recibimos cajas y más cajas de libros"

Maria Teresa Calabús, de la llibreria El Cucut de Torroella de Montgrí

Ubicada en una de las poblaciones culturalmente más activas de Cataluña, con un tejido asociativo sólido y una gran diversidad de entidades y equipamientos dedicados a todas las disciplinas artísticas (el Museo del Mediterráneo, la Fundación Vila Casas, el flamante Auditorio Espai Ter, la Fundación Mascort, entre otros muchos), la librería El Cucut se alimenta de este ambiente propicio, pero sabiendo que el mundo de la lectura tiene sus particularidades y que se necesitan "dosis extras de dedicación e imaginación para luchar contra la competencia de Amazon y la poca dedicación de la población a la lectura”. Así lo asegura Maria Teresa Calabús, alma de El Cucut, una librería que acaba de cumplir 37 años y que el pasado 29 de marzo, como cada Jueves Santo, celebró la undécima edición de su concurrido Merienda Literaria , una de las citas más esperadas por los escritores de toda Cataluña, un pre-Sant Jordi que combina novedades literarias, tertulia, firmas y gastronomía ampurdanesa, especialmente los típicos bruñuelos de Semana Santa, que Teresa y su familia cuecen para los invitados.

Es el Sant Jordi que quisiera María Teresa, distendido, sin aglomeraciones, dedicando a los autores ya sus libros el tiempo y la atención que se merecen. “Sant Jordi se ha convertido en un circo, hace un mes que recibimos cajas y más cajas de libros, no podemos quedarlo todo. Y de los que nos quedamos, muchos serán devueltos, esto duele en el corazón”, dice Maria Teresa. La librera advierte también que muchos títulos "se suicidan" saliendo a toda prisa por Sant Jordi. "Quien quiera cuidar su libro, que lo saque en octubre, o en febrero, porque entonces podremos cuidarlo como se merece", añade. También piensa que se publica en exceso. “¡No hay lectores para tantos libros!”, indica.

En este contexto, ella cree que su trabajo es el de saber elegir el grano de la paja y ganarse una clientela lectora fiel estableciendo complicidades a través de actividades como los clubes de lectura o de picaduras de guiño como las delicadas fajas de papel vegetal que coloca en determinados títulos, con mensajes sugerentes sobre la obra que ella previamente ha leído. “En un libro impresionante, que al lector le puede impactar como si recibiera un puñetazo, he puesto mi número de teléfono por si necesita hablar con alguien después de leerlo”, explica. Ésta es su manera de entender el oficio de librera y es también una de las claves del éxito de El Cucut, que en sus inicios se ganó la confianza de los vecinos del pueblo y de los alrededores ofreciendo un servicio impecable de venta de libros de texto y de lecturas escolares obligatorias.

Así creció aquella librería que Maria Teresa y su hermana (las chicas de Can Mases, como las conocían en el pueblo) crearon a partir de un negocio de papelería y venta de prensa que se traspasaba. No tenían todavía treinta años y en poco a poco fueron transformando el pequeño establecimiento en la librería generalista que es hoy El Cucut, la librería que Vicenç Pagès, que vivía en Torroella de Montgrí, consideró como su casa y donde quería hacer la primera presentación de su último libro, Kennedyana, aunque la muerte prematura se lo impidió.

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