¿Existió en serio el burro del espectáculo sexual del Bagdad?
Descubrimos la verdadera historia de este animal utilizado en shows pornográficos en locales de la Barcelona de los 70
Barcelona¿Existió el famoso e increíble burro del Bagdad? ¿O es una leyenda urbana nunca bastante bien contrastada? ¿Qué es el burro del Bagdad? Pues el animal que hacían participar en un número sexual en el mítico local de espectáculos pornográficos Bagdad, en la calle Nou de la Rambla, 103. Es una historia famosa de la Barcelona canalla de la segunda mitad de los años 70 y de los primeros 80, cuando la ciudad estaba en ebullición, recién salida de cuarenta años de gris y deseosa de nuevos estímulos, de deshacerse del corsé casposa de la represión. No hay rastros de publicidad en la prensa de la época y no está claro entre qué años se pudo realizar un espectáculo de sexo en directo con un animal que era, obviamente, un tabú, una perversión sólo apta para ojos y estómagos resistentes, con ganas de experiencias al límite. Actualmente, por supuesto, sería una propuesta impensable: no sólo a ojos de las más obvias y razonables reivindicaciones animalistas sino, de hecho, a ojos de cualquier buen gusto y sentido común. ¿Pero qué rastro queda? ¿Qué memoria tenemos del burro del Bagdad? Una pista: el espectáculo existió, por supuesto, pero nunca sobre el escenario del Bagdad. Deshacemos su entramado.
De entrada, es reveladora la memoria de Julio Tomico, que poco antes de cumplir veinte años trabajaba como repartidor de destilados para la empresa La Bolsa de los Licores. Conducía la furgoneta por toda Barcelona repartiendo botellas por bares, restaurantes y salas de fiestas. Un amigo suyo, al que llamaban Pirulo, tenía un trabajo curioso. También repartía, pero repartía un burro. Cada noche lo transportaba desde las caballerías de la calle Maria Victoria, en el barrio de Sants, hasta el Bagdad. Y una vez terminado el show se lo volvía a llevar. Pirulo estuvo un par de semanas de baja y Julio le sustituyó. No puede olvidar todo lo que ocurrió esos siete u ocho viajes con la furgoneta. Las primeras veces, el burro entraba sin demasiados problemas, pero a partir del tercer o cuarto día ya no era tan fácil. ¿Qué ocurría en el escenario? Julio debía esperar a que el número acabara por devolver al animal a la cuadra. Y se quedó un par de veces en ver el show. Sexo, felaciones, masturbación. Se hace cruces, con los ojos y la memoria de hoy.
Tengo ganas de saber qué me dice la memoria privilegiada de Joan Estrada, que conoce los últimos cuarenta años de la noche barcelonesa mejor que nadie. Y lo primero que me dice me sorprende: “El burro no estaba en el Bagdad, sino en New York”. "Ah, sí? ¿Pero si el cliché es el burro del Bagdad?”, le digo. “Sí, pero estaba en New York”. Lo tiene muy claro. “Pregúntalo a Juani de Lucía, ya lo verás”. Juani de Lucía, la histórica propietaria del Bagdad, lo confirma sin dudar ni un solo segundo, claro: “¡Nunca de la vida el burro fue en el Bagdad, estaba en New York!”. Caram, New York, el local de la calle de Escudellers, en el corazón de Ciutat Vella. Y, pues, ¿qué ocurre? Ocurre que la memoria es caprichosa y todo lo centrifuga. “La gente lo pone todo en el mismo saco y como en el Bagdad hemos tenido el señor de la campana y el enano, pues también creen que teníamos el burro”, argumenta Juani. A veces, el recorrido hacía pasar al transportista por delante del Bagdad, camino del New York, y quizás esto también contribuía a la confusión, especulan tanto ella como Estrada. Y mencionan el hecho de que el local de Escudellers pertenecía a la cadena Ferrer –propiedad de Bienvenido Ferrer, un destacado empresario nocturno de la época– que también tenía locales como el Panam's –en la Rambla–, el Mr Dollar –a Josep Tarradellas , entonces Infanta Carlota– y el Starlets –en la avenida de Sarrià–. Ferrer, hábil y con instinto comercial, supo construir una red de locales con solera para poder realizar la competencia en el Bagdad. Y el burro de New York era una apuesta destacadísima.
¿Qué dice de todo esto Julio? ¿Es posible que se hubiera quedado con el recuerdo del Bagdad, pero que en realidad fuera el New York, la sala a la que transportó algunas semanas de 1976 o 1977 –no lo recuerda con exactitud– ese pobre burro que salía estresado y confundido? “Sí, es muy posible”, reconoce: la nebulosa de la memoria, entre Escudellers y Nou de la Rambla, es más que plausible. La leyenda del burro del Bagdad es cierta, sólo falla el nombre.