6 años del 1-O

De Extremadura e hija y hermana de policías nacionales: "Voté el 1-O porque no se puede tirar a la gente por las escaleras"

Las cargas policiales empujaron a muchos contrarios a la independencia a ejercer el derecho de voto

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Cargas policiales durante el referendo del 1 de octubre.

BarcelonaAna Jiménez no iba a votar el 1-O. Nacida en Extremadura hace 43 años, vino a vivir a Catalunya hace veinte años por amor. "Estoy enamorada de esta tierra, me he separado dos veces y me he quedado, pero no soy independentista porque prefiero que estemos juntos". En un contexto normal, se habría limitado a acompañar a su pareja, que sí es independentista, al colegio electoral que se habilitó en la Roca del Vallès, pero ella no habría ejercido el derecho de voto porque todavía se siente vinculada con España.

Pero las imágenes de las cargas policiales de la mañana la hicieron cambiar de opinión. "Puse en marcha el televisor y parecía una guerra", recuerda aún indignada: "Cuando vi cómo trataban a la gente o los enfrentamientos con los Mossos, grité: '¿Qué mierda es esta? ¿Qué miedo tienen de votar?'". Acto seguido, le dijo a su compañero que ella también votaría. "La democracia está por encima de la unidad de España", subraya para defender el derecho a decidir de Catalunya. Ella fue una de las 180.000 personas que votaron no.

La violencia policial hizo que ciudadanos contrarios a la independencia, como ella, fueran a los colegios electorales. Un estudio de los politólogos Toni Rodon y Marc Guinjoan, publicado en el 2021 en la Universidad de Cambridge, concluyó que la actuación de los cuerpos de seguridad del Estado hizo bajar la participación ahí donde tuvo lugar, pero la hizo subir en los municipios cercanos, y que parte del aumento de esa participación (un 25%) correspondía a gente "con una identidad nacional dual que no preveía votar" pero que votó como "mecanismo de protesta o desobediencia civil".

Ana votando en el referéndum en la Roca del Vallès

El caso de Ana es uno de los más sintomáticos. Hija y hermana de policías nacionales que siguen residiendo en Extremadura, su familia no entendió que fuera a votar: "No les gustó que votara y tuve algunos rifirrafes. Mi padre justificaba la actuación porque el referéndum no era legal y mi hermano reconocía que la cosa había salido de madre, pero era normal porque la situación se descontroló". Pero los excesos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil fueron el detonante para que ella fuera a votar: "No se puede tirar a gente por las escaleras o disparar pelotas de goma y que un hombre pierda un ojo por el simple hecho de votar", dice en referencia a Roger Español.

Precisamente, el lanzamiento de pelotas de goma fue lo que llevó a Víctor Sánchez a las urnas el 1-O. Estaba trabajando en el Real Club de Polo de Barcelona y pudo ver en primera persona cómo la Policía Nacional cargaba con dureza contra los concentrados y disparaba pelotas de goma. Él, como otra gente, les reprochó que dispararan esos proyectiles que están prohibidos en Catalunya a raíz del caso Ester Quintana. "Los Mossos no pueden, pero nosotros sí", le respondió con tono chulesco uno de los antidisturbios.

Sánchez, votando con su hijo en el referéndum

La rabia hizo que llamara a su pareja y le pidiera que le buscara una escuela por el Vallès Oriental para votar cuando volviera del trabajo. Fue a Granollers y votó , a pesar de no ser independentista. "No iba a votar, pero viendo cómo pegaban a gente mayor que había en el colegio y cómo disparaban pelotas de goma, decidí ir y votar a favor de la independencia porque sentía repulsa por todo lo que estaban haciendo", remarca.

Carlos Domínguez no votó ni a favor ni en contra de la independencia, sino en blanco, y también lo hizo movido por la violencia de la policía. "No tenía claro si votaría, pero si lo hacía pensaba votar en contra y al final voté en blanco por la respuesta desproporcionada de la policía", revela, antes de admitir entre risas que no sabía ni cómo se hacía. "Tuve que preguntar cómo se hacía a un amigo", dice. No fueron pocos los que eligieron esa opción: 45.000 ciudadanos votaron en blanco.

Luego se quedó a defender el colegio para evitar que se llevaran las urnas. Y en Pallejà lo intentaron también, pero no la Policía Nacional ni la Guardia Civil, sino los Mossos d'Esquadra. "Después de algunos empujones y forcejeos con nosotros, que hicimos una muralla para evitar que entraran, se fueron", recuerda con orgullo, sin esconder que no sabe si la cosa habría acabado igual si hubieran ido los cuerpos policiales españoles. Él, como el resto, sí sabe que la violencia policial lo empujó a rebelarse con una papeleta como arma.

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