EDITORIAL

La fragilidad de la mayoría con la que quiere gobernar Sánchez

Varios diputados al llegar a la Comisión de Hacienda y Función Pública, en el Congreso de los Diputados
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La investidura de Pedro Sánchez, pactada tras unas negociaciones maratonianas hace un año, puso de acuerdo a actores ideológicamente muy alejados en el eje izquierda-derecha como EH Bildu y el PNV, por un lado, y ERC y Juntos, por otro. Más adelante, además, con la segregación de cinco diputados de Podemos del grupo de Sumar la aritmética se complicaba aún más. Si quiere aprobar algo, Sánchez necesita poner de acuerdo a Ione Belarra y Aitor Esteban. Si esto no fuera suficientemente difícil, con la investidura de Salvador Illa tanto ERC como Junts han quedado fuera del gobierno de la Generalitat, por lo que todavía tienen menos incentivos para apoyar al gobierno español, y encima ahora rivalizan por hacer valer sus siete escaños.

Ante toda esta complejidad, lo sorprendente es que el PSOE no haya cambiado su sistema de negociar. En lugar de intentar construir un consenso, por difícil que sea, entre todos los actores implicados, mantiene la estrategia de llevar la negociación al límite e intentar colar con enmiendas cosas que merecerían un trato individualizado. Y así se llegó a la sesión de la comisión de hacienda de este lunes, que tuvo que alargarse hasta pasadas las doce de la noche y que se saldó con una victoria. pírrica del gobierno español, que salvó el dictamen para transponer una directiva europea que es una condición sine qua non por recibir más de 7.000 millones en fondos europeos. Sin embargo, por el camino se perdieron la mayoría de las cosas que el gobierno español quiso añadir y, sobre todo, se dio una imagen esperpéntica de caos y se hizo evidente a los ojos de todos la fragilidad de una mayoría que es contradictoria entre sí.

Ante este escenario, que era del todo previsible, el PSOE y también Sumar deben cambiar de chip y adaptarse a las circunstancias. No es cierto que haya una mayoría progresista en el Congreso, porque el PNV y Junts son formaciones de centroderecha, sobre todo en cuestiones económicas y fiscales. Lo que existe es una mayoría plurinacional, una mayoría que permite avanzar en la descentralización del Estado y en el reconocimiento de su diversidad, tal y como se ha visto con la introducción del uso de todas las lenguas oficiales en el Congreso de los Diputados y tendrá que verse también en el sistema de financiación pactado entre el PSC y ERC. Es decir, esta legislatura debe servir para acabar con las consecuencias de la represión del Estado por el Proceso –con la amnistía– y para avanzar en un modelo territorial que no tenga a Madrid como epicentro único. Para eso sí encontrará los votos.

En medio, ERC querrá dejar en evidencia a Junts como partido de derechas y Junts intentará demostrar que negocia mejor que los republicanos, pero a la hora de la verdad no se aprobará nada si no es con el concurso de ambos partidos. Lo único que se puede pedir a junteros y republicanos es que en cuestiones de país y de interés general aparquen sus diferencias y vayan de la mano, por ejemplo con los presupuestos. Y a Sánchez, que tenga presente que no se gobierna con los socios que uno querría sino con los realmente existentes.

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