Aunque todavía debe ser confirmada en la convención demócrata que se celebrará a mediados de agosto, Kamala Harris se prefigura ya claramente como la candidata demócrata que deberá asumir el reto de impedir el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca . No sólo por el hecho de que el propio Joe Biden le ha señalado como la mejor opción, sino porque con el paso de las horas desde la renuncia del actual presidente a optar a la reelección, Harris ha recibido el apoyo de miembros clave del partido, tales como la mayoría de gobernadores y senadores demócratas. De entrada, pues, cabe señalar que el primer objetivo de la operación de cambio de candidato, que era mantener unido al Partido Demócrata, se ha logrado con éxito. Además, en las últimas horas también se ha sabido que en apenas 24 horas la campaña de Harris ha recaudado casi 50 millones de dólares, una cifra indicativa de la inyección de optimismo que su candidatura ha insuflado entre los donantes demócratas .
Ahora bien, esto no quiere decir que la actual vicepresidenta lo tenga fácil. Kamala Harris ha tenido una proyección limitada durante el mandato Biden y ahora tiene poco más de tres meses para demostrar su potencial y conseguir una movilización masiva como la que en 2020 llevó a Biden a la Casa Blanca. En contra de lo que se podía pensar hace tan sólo unos meses, el electorado republicano está hipermovilizado en torno a la figura de Trump, que tras sobrevivir a un intento de asesinato se ha convertido en una especie de héroe estadounidense –si no directamente en un mesías– para sus más fieles seguidores.
De momento, Harris ha sido muy prudente en su primera aparición pública tras la retirada de Biden y se ha limitado a alabar el legado del todavía presidente. Pero a continuación informó de que se disponía a reunirse con su equipo para empezar lo que será una carrera llena de obstáculos y de retos dentro del 5 de noviembre. La primera gran decisión que tendrá que tomar es quien será su candidato a vicepresidente. Se da por sentado que será un hombre blanco, y aquí aparecen nombres como el de Josh Sapiro, gobernador de Pensilvania, uno de los estados clave que decidirán el resultado, o el de Gavin Newsom, gobernador de California, uno de los estados más poblados. También los hay que apuestan por formar un ticket de unidad nacional con un republicano moderado anti-Trump, como Mitt Romney, aunque es una opción difícil.
Pero sin duda lo más complicado para Kamala Harris será hacer frente a la maquinaria propagandística y de guerra sucia de Trump. No es fácil enfrentarte a un oponente capaz de decir tan elevado número de falsedades por minuto y que no respeta las mínimas reglas en la confrontación política. Ésta será una batalla agria, con golpes bajos y con elevadas dosis de emocionalidad. Para Trump es la última oportunidad para volver a la Casa Blanca, y seguro que pondrá toda la carne en la parrilla, incluso a riesgo de fracturar aún más a la sociedad norteamericana y llevarla al precipicio. Ante esto, Kamala Harris no aparece sólo como una opción políticamente preferible, sino moralmente necesaria.