La tercera mayor estupidez: el 155
Coacción e integración de Cataluña en el Estado son términos radicalmente antagónicos
En un vídeo colgado en YOU TUBE cuyo origen es el Boston Globe, Michael Bloomberg, el ex-alcalde de New York, afirma que el BREXIT es la mayor estupidez que ha podido cometer un país únicamente superada por la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Animo a los lectores a que lo vean, porque en muy pocas palabras argumenta muy bien su afirmación.
En España estamos compitiendo para incorporarnos al ranking de la estupidez en la tercera posición. Si no se produce un ataque de sensatez simultáneo en Cataluña y en el Estado, en este próximo fin de semana podemos estar ya deslizándonos por la pendiente de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que será, a nuestra manera, una estupidez equivalente a la cometida por británicos y estadounidenses.
Que en pleno siglo XXI se piense que un problema de la complejidad que tiene la integración de Cataluña en el Estado, que ha atravesado la historia de España desde que se puede hablar propiamente de España como sujeto histórico, se puede abordar desde un instituto que se define como “coacción federal”, es decir, mediante el uso de la fuerza, es una estupidez de tal magnitud, que debería conducir a que se considerara que la persona a la que se le ha ocurrido tal idea ha perdido la razón.
No cabe duda de que el artículo 155 está en la Constitución y que la “coacción federal” es “plenamente constitucional”, como han dicho enfáticamente portavoces del PP y del PSOE en estos últimos días. Pero de que esté en la Constitución no se deduce que no sea una estupidez hacer uso de la misma para dar respuesta a un conflicto como el que representa la integración de Cataluña en el Estado.
Lo que Cataluña le está planteando a España es un problema CONSTITUYENTE. Si no se entiende esto no se entiende nada. No estamos ante un problema de desajuste en el ejercicio de determinadas competencias o de un irregular comportamiento de determinados órganos de la Comunidad Autónoma, que podría ser resuelto mediante el requerimiento correspondiente y, de no ser atendido, mediante la oportuna coacción correctora, sino ante un problema global. El Parlament pactó con el Congreso de los Diputados una forma de integración de Cataluña en el Estado y el resultado de ese pacto se sometió a referéndum. Pacta sunt servanda. No hay comunidad política ni cultura jurídica que pueda sobrevivir sin que se respete este axioma.
Lo que se hizo con el pacto entre el Parlament y el Congreso de los Diputados ratificado en referéndum es la expresión máxima de la ANTIJURIDICIDAD, que es mucho más que la anticonstitucionalidad, porque no conoce fronteras. Un pacto entre Parlamentos ratificado en referéndum tiene que ser respetado. No puede no serlo. En el caso de que no lo haya sido, hay que volver a pactar. No se puede sustituir un pacto por un ordeno y mando. Si la opción del ordeno y mando fuera posible nunca se cerraría un pacto. El pacto es posible, porque no existe ninguna otra opción para resolver el problema.
Esto es exactamente lo que ocurre en la relación entre Cataluña y el Estado español. Solamente mediante el pacto se puede conseguir la integración de la primera en el segundo. Ese es el núcleo esencial de la Constitución Territorial de 1978. Pacto y referéndum para ratificar el pacto. De esta manera se resolvió la integración de Cataluña en el Estado español.
Mientras se ha respetado esa Constitución, tanto el sistema político español como el sistema político catalán han funcionado razonablemente bien. En esa relación satisfactoria entre ambos está el secreto del éxito de la Constitución de 1978. Por primera vez en la historia de España se había encontrado una fórmula para la integración de Cataluña en el Estado respetuosa de la identidad catalana.
En cuanto se dejó de respetar el principio pacta sunt servanda, se despreció el pacto entre el Parlament y el Congreso de los Diputados y la manifestación de voluntad de los ciudadanos de Cataluña en referéndum, el problema ha resultado inmanejable.
Pensar que se lo puede manejar con la “coacción federal” es una estupidez en el sentido en que utiliza el término Bloomberg. Coacción e integración de Cataluña en el Estado son términos radicalmente antagónicos. La coacción no puede formar parte en ningún caso de la respuesta al problema.
En ningún caso. Ni aunque la coacción se intente imponer a través de un Tribunal Constitucional. No deja de ser coacción y entra en contradicción con la naturaleza constituyente que tiene materialmente la integración de Cataluña en el Estado.
O nos olvidamos de la estupidez del 155 o iremos directamente a la catástrofe.