El escritor Pascal Quignard
27/09/2023
3 min

Entre todos los inciertos caminos del mundo, está el musical, tan seductor, misterioso e inabarcable. La música nos penetra y nos transporta, nos hace viajar de forma metafísica, espiritual. Nos eleva por encima de nuestro ser material, pero al mismo tiempo nos cosquillea: nos eriza la piel, nos excita los sentimientos y las pasiones. Por su propia condición escápula, como el viento, escribir sobre música no es fácil. ¿Cómo darle cuerpo? ¿Cómo capturarla con palabras? De hecho, la música dice lo que no pueden decir las palabras, no es, en este sentido, del todo humana.

En 1991, Pascal Quignard publicó la deliciosa Tots els matins del món, que ahora Proa saca en una edición revisada, coincidiendo con el premio Formentor concedido al autor francés este 2023. La traducción al catalán es de Júlia Ferrer y Miquel-Lluís Muntané. La acción transcurre en la segunda mitad del siglo XVII y los protagonistas son los músicos Jean de Sainte-Colombe y Marin Marais, dos geniales y míticos intérpretes y compositores de viola de gamba. Entre nosotros, claro, solo de mencionar este instrumento nos viene a la cabeza el maestro Jordi Savall. De hecho, él fue el director musical de la versión cinematográfica de la novela, dirigida por Alain Corneau.

Ante la muerte prematura de su amada esposa, Sainte-Colombe se retira a su casa –detesta París– y, durante horas encerrado en una cabaña construida en el jardín, sin ser molestado por nadie, en especial por sus dos hijas, se dedica a tocar la viola de gamba, instrumento que va perfeccionando. Con gran exigencia, también enseña a las chicas los secretos de la misma. El único ocio que se permite es ir al río con su barquita, que es como una viola abierta, y sentir el balanceo del agua peinada por los sauces.

Pronto empiezan a dar conciertos de trío, cuya fama llega rey Luis XIV, para el que, sin embargo, Sainte-Colombe se niega a tocar en Versalles. "He consagrado mi vida a unos tablones de madera grises que hay sobre una morera; en los sonidos de las siete cuerdas de una viola; a mis dos hijas. Mis amigos son los recuerdos. Mi corte son los sauces que está aquí, el agua que corre, los bagres, los gobios y las flores de saúco. Decid a vuestra majestad que Palacio deje en paz a un salvaje que fue presentado al rey, a su difunto padre, hace ya treinta y cinco años". El rey acaba dejándolo por inútil, sin castigo.

Es entonces cuando entra en escena Marin Marais, un joven sanote, de diecisiete años, que quiere mejorar como intérprete de viola de gamba. Aquí empieza realmente la historia, que no voy a contar. "Os acepto [como discípulo] por su dolor, no por su arte", le dice Sainte-Colombe, para quien la música, pese a su esencia sobrehumana, también es una lengua humana. Sainte-Colombe, a través de su arte sonoro, mantiene una secreta y apasionada vida interior aferrado al recuerdo de su difunta esposa. El resto no importa. Tampoco Marin Marais. Las hijas, un poco.

Pascal Quignard recrea con sencillez y profundidad la tumultuosa relación entre los dos músicos y con las hijas. Hace sonar cada página, cada encontronazo y cada reencuentro, cada nuevo día, como un concierto íntimo, como un lamento y una joya. Nos acompaña delicadamente al interior de un mundo perdido y eterno. Es un libro triste y bello.

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