Laboral

Este mes trabajo en Perú y el que viene, en Copenhague

La pandemia dispara el fenómeno de los nómadas digitales, empleados que teletrabajan y que hacen del mundo su oficina

Anna Reig
3 min
Este mes trabajo en el Perú, y el que viene,  en Copenhague

Tenerife, cuatro de la tarde. Daryna Polishchuk ha acabado de teletrabajar, sale del hotel, coge la tabla de surf y corre hacia el mar. Copenhague, siete de la tarde, Sergio Mazzariol cierra el ordenador, se abriga y se dispone a visitar las casas de colores de la ciudad. Perú, dos del mediodía, Alba Borrero come una sopa típica de la región por 1,29 euros y lo cuelga en su Instagram (@viajeroslowcosteros), que tiene 13 mil seguidores. Todos ellos son jóvenes que, cansados de verse ligados a la silla de una oficina de nueve a cinco de la tarde, dijeron basta. Hablaron con sus jefes, hicieron las maletas y se transformaron en nómadas digitales.

“Con el teletrabajo forzado a raíz de la pandemia se abrió un mundo nuevo para mí”, explica Polishchuk, responsable de la estrategia de ventas del mercado español de Criteo. Antes viajaba solo los fines de semana porque el lunes tenía que estar en la oficina. En cambio, una vez su compañía instauró la posibilidad de teletrabajar permanentemente, voló hasta las islas Canarias para instalarse allí cuatro meses. Más tarde, se estableció en Italia y México. En el caso de Mazzariol, ingeniero de software de una consultora de Barcelona, una vez anunciado el teletrabajo se decantó por pasar algunas semanas en capitales europeas como Copenhague, Helsinki o Estocolmo. Mientras tanto, Borrero dejó su trabajo de responsable de ventas en Criteo para empezar la aventura de rodear el mundo con mochila sin billete de vuelta. Se fue de Barcelona con su pareja a principios de octubre y actualmente se encuentran en Perú.

Borrero había trabajado a remoto y viajado durante la pandemia, pero tenía ahorros y decidió dejarlo sobre todo por los horarios. “Quizás habría seguido si fuera autónoma o tuviera unos horarios flexibles, pero estando en Sudamérica o Asia es difícil seguir el horario laboral español”, afirma. Además, a través de su Instagram de viajes ha conseguido colaborar con algunas marcas para obtener ingresos. El problema de los horarios precisamente impulsó a Mazzariol a viajar solo por Europa. “Tengo una reunión obligatoria a las once y se me haría difícil asistir si no estuviera relativamente cerca de Barcelona”, explica. Contrariamente, Polishchuk decidió irse a México y adaptarse a los horarios, “trabajaba de tres de la tarde a once de la noche”, señala.

Compaginar el trabajo a distancia y viajar no siempre es fácil. “Un día había una reunión, pero todavía no tenía ningún hostal donde alojarme. Fui al aeropuerto, el único lugar con buen wifi, e hice la reunión sentada en el suelo”, explica riendo Polishchuk. Mazzariol y Borrero también añaden que algunas veces, cuando no disponen de un coworking, han tenido que trabajar desde bares con bastante ruido. “Lo peor de teletrabajar y viajar es la incomodidad”, afirma Borrero. Aun así, le compensa la libertad: “ahora el tiempo me lo puedo dedicar a mí”.

Polishchuk coincide con Borrero: “cuando iba a la oficina me tenía que estar hasta las 6 de la tarde aunque no tuviera nada que hacer, ahora cierro cuando siento que he acabado el trabajo”, apunta. Además, se siente más productiva cuando viaja, “tengo la motivación de acabar el trabajo bien y rápido para levantarme de la silla y visitar los lugares que quiero”.

Los tres disponen de un piso en Barcelona, pero solo lo pisan una o dos veces al mes. En una mochila de sesenta litros cabe todo lo que necesitan. Tampoco van a hoteles lujosos, sino que se quedan en casa de amigos o bien utilizan couchsurfing. A esta iniciativa se apuntan personas locales que invitan a su casa a extranjeros un número determinado de días, con la única recompensa del intercambio cultural generado. “Viajar así te permite sumergirte mucho más en la cultura de un país”, asegura Polishchuk.

Este fenómeno no es nuevo, en 1997 Tsugio Makimoto y David Manners ya publicaron el manifiesto titulado Nómadas digitales, donde hablaban de suprimir la “necesidad de estar en un lugar concreto para ejercer ciertos trabajos”. Según un estudio de MBO Partners, en los Estados Unidos los nómadas digitales pasaron de ser 7,3 a 10,9 millones el año pasado, un incremento del 49%. Todo hace pensar que en un futuro los trabajadores viajeros irán al alza.

stats