Navidad y Reyes

No estoy para fiestas

Hay personas para las que Navidad no es sinónimo de ilusión y alegría: ¿cómo vivirlo con honestidad cuando todo el entorno está de celebración?

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Vehículos circulando bajo las luces de Navidad del paseo de Sant Joan.

GironaNunca le ha gustado demasiado la Navidad. Cree que es una farsa ligada al consumismo y, una vez más, no sabe cómo afrontar la típica comida con la familia. "Es como si tocara ir, estar juntos y sentirse perfecto". Y, sinceramente, no le apetece. Esta es la segunda Navidad que Nerea (nombre ficticio) pasará sin su marido, después de que él, hace poco más de un año, le dijera que quería separarse. Con dos hijos en común, Nerea explica que la realidad de los niños choca con la suya. “Ellos tienen ilusión y están deseando que llegue la magia de ese momento; y a mí, en cambio, me supera. No me siento cómoda y no me apetece hacer lo que toca. ¿Qué hago, brindo como si no pasara nada?”, se pregunta.

El consultor y asesor en la crianza Albert Pons –que entre sus charlas tiene una que habla sobre cómo compartir temas difíciles con las criaturas– propone una mirada cálida a situaciones como ésta, sea una separación, un duelo por la pérdida de una persona querida o el despido de un trabajo, entre otros. Momentos de introspección, dolor, rechazo y malestar... que se contraponen con el ambiente navideño que se percibe en la calle, y todo ello desdibuja el sentido de las fiestas.

“Estar en contacto de forma consciente y responsable con tus emociones para ir dirigiéndolas", propone Pons, que aconseja buscar "recursos para transitarlas de la manera más saludable". "No te obligues a salir de ellas por el hecho de que sea Navidad y nútrete de la energía de la ilusión que desprenden las criaturas. Puede ser bueno para ti y ellos también lo necesitan”, añade Pons. Y matiza: “No se trata tanto de estar bien falsamente como que apoyes la alegría y las emociones positivas de las criaturas. Encontrar el equilibrio entre la honestidad contigo mismo y que lo que te está pasando no ocupe todo el espacio o tiña por completo la Navidad de los demás”.

Cuando ha muerto un hijo

Una práctica que los que han perdido a alguien querido admiten que cuesta. Porque... ¿cómo puede sentirse Esther Ayuso, que perdió a su hijo, Quim, mientras estaba embarazada de Irina y su hijo mayor, Denís, tenía 4 años? Hace ya tres años de su muerte y, para ella, la palabra celebración es sinónimo de dolor. “La gente cree que ya he hecho el duelo, pero se me hace igual de presente que mi hijo no está. Hacer una celebración porque toca me duele y tampoco me apetece”, confiesa. Sin embargo, Ayuso subraya que, pese a la tristeza y las ganas de desaparecer del mapa familiar, le “sabe mal” por los niños y las personas de su entorno si no se organiza nada. “No quiero causar más dolor no asistiendo a esa comida que en el fondo es tradicional. Mis padres y los niños quieren que estemos juntos y esta unión también nos ayuda a vivir un duelo compartido”, precisa.

Una buena decisión, según Alba Payàs, psicoterapeuta experta en duelo y con más de 25 años de experiencia en acompañamiento de personas y familias. "Hay familias que hace años que no celebran la Navidad, pero el efecto que esto tiene en los niños y adolescentes es triste de ver", advierte Payàs. “Muchos de ellos manifiestan la sensación de haberse perdido algo e, inevitablemente, acaban asociando para siempre estas fiestas a algo doloroso y triste, y eso les ha marcado de adultos a la hora de transmitir a sus propios hijos el significado de estos encuentros”, detalla esta experta, autora del libro El mensaje de las lágrimas (Ed. Paidós), sobre la experiencia de perder a un ser querido. Para Mireia Cabero, psicóloga de familia y profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), el error es instalarse al realizar siempre la “misma lectura” de la Navidad. “No vamos a eliminar fácilmente el sentimiento que está ahí, pero la única manera de hacer el cambio es que haya una voluntad y una motivación real para que las cosas sean diferentes. Pongamos una mirada crítica y preguntémonos: «¿Me está dañando esta lectura que hago de estas fiestas?»”.

Compartir las emociones

A Clara (nombre ficticio) el perder a su madre le ha supuesto también perder la ilusión por ciertas cosas, entre ellas Navidad. Según explica, ponerse en “modo Christmas” desde hace cuatro años es “muy cargante”; tanto, que a veces le “ahoga”. “Cuando comienza la metralla navideña siento mucho vacío y la ausencia de mi madre se me hace más visible. No es verdad que todo el mundo vuelve a casa por Navidad. Hay gente que nunca vuelve”, se sincera emocionada. Incluso se había planteado explicar la realidad del tió y los Reyes Magos a su hijo, de 4 años. Sin embargo, su marido le aconsejó que de momento esperaran, y llegaron al acuerdo que él asumía la gestión de las compras navideñas, lo que le ayuda a transitar mejor por sus emociones con la presencia y conciencia de que requieren y agarrar fuerzas para vivir ratos de todo. “Cuando hay niños pequeños y no tienes ilusión, es jodido –admite–. Pero me doy permiso para escucharme. No ocurre nada. Todo está bien. Lo que no estaría bien es no hacer caso de lo que siento”, afirma.

Lamentablemente, ante la presión de vivir Navidad con alegría, el cuarto de baño acaba convirtiéndose para muchos en el refugio donde expresar los verdaderos sentimientos. Sincerarte con todos, en cambio, en todos los sentidos, siempre es una ganancia. Lo resalta Cabero: "La tristeza compartida se reduce a la mitad y la alegría crece el doble". Por su parte, Pons indica que siempre es mejor expresar cómo te sientes porque si no "lo harás de tu peor manera": "Es decir, notarán que estás triste, apático, romperás a llorar o estarás serio a la hora de los regalos... Te verán raro, cuando lo que intentabas era esconder el proceso interno pero no has podido”.

Para transitar por estas emociones en compañía de personas cercanas, especialmente criaturas, su propuesta y recomendación es “poder compartir este proceso propio con ellas. Eso sí, adecuando la forma de compartirlo a cada niño, su etapa madurativa y el carácter, a través, por ejemplo, de rituales, cuentos o actos simbólicos que ayuden a entrar en contacto con el doloroso acontecimiento de una forma saludable para ellas”. En palabras de Cabero: "Aceptar, permitir y abrazar la realidad de cada uno". Y no olvidarse de la perspectiva que cuentan los días. “Estos días de fiestas, que estarán igualmente, preguntémonos cómo los decido vivir: ¿cerrada en casa y dejando que pasen las horas? Es una opción. Pero hay otra: la vida es tiempo y cada día cuenta, hagamos que hoy para mí cuente. Aunque sea Navidad es un día más del calendario. Vivimos la vida para nosotros. ¡No por ser aplaudida por los demás!”, exclama.

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