Tecnología

La obsesión del empresario que quiere ser inmortal

Bryan Johnson es un emprendedor tecnológico de EE.UU. empeñado en acortar su edad biológica

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BarcelonaBryan Johnson se levanta cada mañana sobre las cuatro y media de la madrugada. Cuando salta de la cama, en una habitación tan minimalista que está casi vacía, lo primero que hace es medir su peso, índice de masa corporal, nivel de hidratación y porcentaje de grasa. Mientras dormía, un pequeño aparato adherido al pene le ha monitoreado las erecciones nocturnas. Lo normal es que ahora os preguntéis por qué hace todo esto. La respuesta es solo la punta del iceberg de la obsesión de este empresario tecnológico por vivir eternamente. En 2021, Johnson puso en marcha su última compañía, Blueprint, un "sistema de alargamiento de la vida" con el que quiere conseguir convertir su cuerpo de un hombre de 46 años en el de un chico de 18.

Pero volvamos al dispositivo que mide las erecciones nocturnas de Johnson. "Son un marcador de tu edad biológica", explicaba Johnson en la revista Time en un extenso perfil personal. En promedio, las suyas suman dos horas y doce minutos; para equipararse a una persona de 18 años, el tiempo debería alargarse hasta las tres horas y media. Todas las decisiones que este emprendedor toma en su día a día van orientadas a un mismo objetivo megalómano: desafiar la biología y el paso del tiempo para retrasar al máximo el envejecimiento. Hasta el punto de que en la filosofía de Johnson, llena de referencias al "hombre del futuro" y al poder de la inteligencia artificial, la muerte ya no es inevitable. De hecho, ha escrito un libro, Don't die (No te mueras).

Blueprint se basa en externalizar las decisiones sobre nuestra salud a un sistema informático que, mediante un equipo de doctores y mucho análisis de datos, elaborará una pauta –absurdamente estricta– para acortar la edad biológica. En el caso de Johnson, implica pasos como tomar 111 pastillas diarias, llevar una máscara de luz roja y azul durante cinco minutos para estimular el colágeno de la piel, realizar una hora obligatoria de ejercicio e ingerir alimentos solo entre las seis y las once de la mañana. Su alimentación incluye zumos verdes cargados de superalimentos con supuestas propiedades milagrosas, púdines cargados de frutos secos y un plato de verduras al vapor con lentejas convertido en puré. Todo en unas proporciones calculadas al milímetro, por supuesto.

¿Quién es el multimillonario que piensa que puede esquivar la muerte? Johnson nació en Utah (Estados Unidos) en el seno de una familia mormona. Antes de ir a la universidad llegó a embarcarse en una misión religiosa en Ecuador, pero con los años acabó tomando la ruta habitual de muchos futuros emprendedores tecnológicos: estudiar un MBA. Su primer proyecto exitoso fue Braintree, una compañía de procesamiento de pagos electrónicos fundada en 2007 que tuvo la suerte de comprar Venmo (una aplicación similar a Bizum muy popular en EE.UU.). Es probable que la mayor parte de la fortuna de Johnson todavía provenga del negocio redondo que supuso la posterior venta de Braintree a PayPal por 800 millones de dólares en 2013, solo seis años después de haber creado la empresa.

Johnson siempre explica que aquella época frenética como consejero delegado de una tecnológica tiene mucho que ver con el objetivo que se ha propuesto de intentar vivir eternamente. Cayó en una depresión, se divorció de su mujer -con la que tiene tres hijos-, dejó la Iglesia mormona y engordó más de 20 kilos. Según asegura, ni la terapia ni la medicación lo ayudaron a sentirse mejor, pero fue entonces cuando empezó a obsesionarse con la posibilidad de recortar la edad biológica. En 2014 creó OS Fund, un vehículo inversor en empresas que buscan alargar nuestra vida, y en 2016 lanzó Kernel, una compañía centrada en monitorizar la actividad del cerebro a través de un dispositivo similar a un casco de esquí y que le ha servido como experiencia previa a Blueprint.

Johnson se ha convertido en una especie de conejito de Indias de su propio producto. A la larga, su idea es que el sistema de planificación de la salud para combatir el envejecimiento que ofrece Blueprint esté abierto al público y a quien quiera seguir su ejemplo. Pero lo cierto es que de momento solo existe otra adepta a esa rutina tan militar como futurista: Kate Tolo, la directora de marketing de la compañía. "La mayoría de la gente asume que la muerte es inevitable. Básicamente, solo estamos intentando prolongar el tiempo que tenemos hasta que morimos. No creo que haya ningún momento en la historia en la que el Homo sapiens haya podido decir con cara seria que la muerte quizá no sea inevitable", decía Johnson en la revista Time. Hasta que llegó él.

De momento, las finanzas de Blueprint son más bien un misterio. Se sabe que gasta dos millones de dólares cada año manteniendo este estilo de vida y en su página web se puede comprar un único producto: una botella de aceite de oliva virgen extra de 750 mililitros que supone el 15% del consumo calórico diario de Johnson. El paquete de dos botellas cuesta 75 dólares. "No me importa qué piensa de mí la gente de nuestra era y lugar. Solo me importa qué piensa el siglo XXV", insistía en la entrevista el empresario, que acapara titulares constantemente por compartir detalles chocantes de su vida, como que su hijo de 18 años le dio plasma para estudiar si tenía algún efecto en el envejecimiento de su padre.

Una fantasía de los más ricos

Si hacéis una búsqueda en Google, Johnson tiene el aspecto de un muñeco de cera, con una piel muy blanca por la exposición controlada al sol y los tratamientos antiarrugas constantes a los que se somete. El balance de esta planificación médica loca, defiende, es que a sus 46 ya tiene los huesos de una persona de 30 años y el corazón de una de 37.

La neurosis de este emprendedor, que le permite asegurar que la muerte solo es opcional, no dista mucho de las fantasías de supervivencia de muchos otros multimillonarios de Silicon Valley. Algunas de ellas se recogen en el libro La supervivencia de los más ricos. Fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos, editado por Capitán Swing, en el que el columnista y profesor de cultura visual de la Universidad de Nueva York Douglas Rushkoff disecciona por qué las grandes fortunas del planeta están obsesionadas con huir de la Tierra. El autor se refiere a este tipo de escapismo como "la Mentalidad", en mayúsculas, una forma de pensar muy característica de la industria digital que "anima a sus adeptos a creer que, de algún modo, los ganadores pueden dejar atrás al resto de nosotros". "Amplificada por las tecnologías digitales y la inédita disparidad de riqueza que posibilitan, la Mentalidad facilita la externalización del perjuicio a los demás e inspira el correspondiente anhelo de trascendencia y distanciamiento de aquellas personas y lugares a los que han maltratado", razona.

Rushkoff los define como "aspirantes a superhéroes" que pretenden desafiar las leyes de "la física, la economía y la moral" con el objetivo de salvar el mundo, aunque solo sea una vía para escapar del apocalipsis que han creado ellos mismos. No es casualidad, pues, que el fundador de Tesla, Elon Musk, esté empeñado en colonizar Marte y haya iniciado una nueva carrera espacial con el creador de Amazon, Jeff Bezos. Esta Mentalidad también explica que uno de los emprendedores que están detrás de ChatGPT, Sam Altman, estuviera dispuesto a pagar miles de dólares a una start-up para conservar su cerebro en un superordenador.

La búsqueda de la inmortalidad –de su cuerpo o de su legado– es constante en los perfiles de muchos de estos gurús tecnológicos. "Necesitan una estrategia de salida y quizás prefieren imaginarse un futuro en el que se vean forzados a aislarse de aquellas personas que han explotado. De este modo no tendrán que sentir culpabilidad, vergüenza ni miedo a las posibles represalias", dice Rushkoff. El libro se cierra con una cita de Bezos: "Tenemos que abandonar este planeta. La Tierra no es un lugar muy bueno para las grandes industrias".

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