Química

El orfebre alemán que instaló la BASF en Tarragona

La multinacional química ahora factura 88.000 millones de euros y emplea a 111.000 trabajadores

El fundador de BASF, Friedrich Engelhorn
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Un autocar de la marca Pegaso se desplaza por los viales húmedos de un polígono industrial tarraconense en un día lluvioso del otoño de 1969. En la parte trasera del vehículo cuelga una gran pancarta que dice Inauguración fábrica. BASF ESPAÑOLA, SA. TARRAGONA”. El autocar se detiene ante una factoría nueva de trinca y bajan varios hombres bien vestidos, con americana y corbata, y con aspecto germánico la mayoría. Están haciendo historia, porque esa primera planta de la multinacional alemana en Catalunya empezará una relación que con el paso de las décadas se convertirá en fructífera y duradera. Pocos años antes, los alemanes habían elegido a Barcelona para ubicar la sede central de su empresa en la península Ibérica.

Lo que en Cataluña era una empresa nueva, en realidad ya tenía más de 100 años de historia, porque en la primavera de 1865 el emprendedor Friedrich Engelhorn había fundado la Badische Anilin- und Sodafabrik, o sea, la BASF (fábrica de Baden de anilinas y carbonato de sodio). Sin ningún antecedente en el mundo de la química –su padre hacía cerveza y era propietario de un pub– Engelhorn acabó por fundar una de las empresas más importantes del mundo de la industria de este sector, pero antes tuvo que afrontar un camino lleno de curvas.

Su vocación de orfebre la ejerció hasta los 27 años, cuando tuvo que reinventarse tras la revolución de 1848 (la Märzrevolution), que puso en apuros su negocio. Comenzó a comerciar con gas envasado procedente del carbón para iluminación hasta llegar a ganar el concurso para el alumbrado de la ciudad de Mannheim (Gran Ducado de Baden, ahora land de Baden-Württemberg), su villa natal y lugar de residencia. El siguiente paso en el mundo de los negocios lo dio gracias a un descubrimiento del químico británico William Perkin, y consistió en aprovechar el alquitrán, que hasta entonces era un subproducto de la extracción de carbón –la materia prima que utilizaba Engelhorn para producir gas– para fabricar pigmentos procedentes de las anilinas. Y aquí ya aparece uno de los productos que darán nombre a la futura BASF.

Con este giro de la producción –del gas hacia los colorantes artificiales– Engelhorn se unió a otros inversores, como August von Clemm o Seligmann Landerburg, para crear la multinacional química que conocemos hoy en día. La sede escogida fue Ludwigshafen (Reino de Baviera y ahora Renania-Palatinado), donde todavía está el cuartel general de la BASF y que es conocida internacionalmente como la Ciudad de la Química.

Desde el principio, las políticas sociales de la empresa estuvieron en el centro de su hoja de ruta. Por un lado, el primer médico de la compañía fue contratado en 1866 y, por otro, ese mismo año ya se edificaron los primeros bloques de apartamentos para los trabajadores. En esa línea, en 1872 se llevó a cabo la edificación de la Colonia Hemsof, un complejo de 400 viviendas con jardín, también para los trabajadores de la compañía. El seguro de salud llegó tres años después.

En plena ebullición de la empresa, que no paraba de patentar nuevos colorantes, Engelhorn decidió abandonar BASF (1885) y reinvertir su patrimonio en un abanico de negocios diferentes, entre ellos una pequeña farmacéutica llamada Boehringer Mannheim , que también acabaría convirtiéndose en una multinacional de primera línea y que se mantendría en manos de la familia hasta 1997. La relación de los Engelhorn con Catalunya no comienza con el establecimiento de la BASF en Tarragona, con lo que abríamos este escrito , sino que ya en 1953 pusieron los pies para adquirir la finca Mas del Vent en Palamós, donde instalaron un claustro románico del siglo XII.

La semilla que dejó Engelhorn con la creación de la BASF se ha transformado con el paso de los años en una de las mayores empresas del mundo, con una facturación anual de unos 88.000 millones de euros y 111.000 trabajadores. Se puede decir que es una de esas compañías que no tienen propietario, porque BASF cotiza en bolsa y la totalidad del capital es libre (free float del 100%). Quien ha declarado tener una participación más abultada es el fondo de inversión Vanguard, con un 2,5% del capital. Por su parte, Boehringer Mannheim fue vendida en 1997 a la suiza Roche por 11.000 millones de dólares, que acudieron a los bolsillos de los descendientes de Engelhorn.

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