El inclasificable Javier Milei, que se considera modestamente "el primer presidente liberal-libertario de la historia de la humanidad", ganó las elecciones argentinas con el 56% de los votos. Ha arrasado. Sin duda, este resultado le da una fabulosa legitimidad popular: la han votado mayoritariamente los jóvenes, ha sido vencedor en zonas muy empobrecidas y en barrios muy ricos, ha contado con un gran apoyo masculino... El apoyo ha sido realmente transversal. Ha sido el voto refugio del gran descontento que vive el país, cuya inflación estratosférica hace invivible la existencia del día a día a millones de personas, empresas e instituciones. Milei ha concitado el voto de la indignación y el desengaño, el voto de la desesperación.
Con un discurso clásico antipolítico, se ha basado, como han hecho en los últimos años populistas de derechas e izquierdas en todo el mundo, al contraponerse a "la casta", un saco en el que Milei coloca naturalmente a los políticos pero también "empresarios prebendistas", "medios corruptos", sindicalistas, funcionarios cómplices... Todo el mundo menos él. Menos un Milei que se ha presentado como un hombre libre y desacomplejadamente ultraliberal: "Hay que liberarse del yugo opresor del estado, que como decía Reagan no es la solución, es el problema". Su ideología, pues, pivota sobre una idea extrema de meritocracia: "Generar competencia para que queden los mejores". Pero al mismo tiempo asegura que no dejará caer a los pobres. La cuadratura del círculo. "Elajuste –es decir, los recortes– le pagará la casta, no la gente", proclama.
Con esta habilidad discursiva, el presidente electo argentino ha basado la campaña en esparcir la creencia en soluciones fáciles a los gravísimos problemas que arrastra el país: ha prometido "exterminar" la inflación, volver al crecimiento económico para crear puestos de trabajo y acabar con la inseguridad . De perdidos en el río, habrá pensado mucha gente, por otra parte acostumbrada a los caudillos emblemáticos. En un país históricamente ligado al peronismo, Milei ha ganado al candidato peronista volviendo a los orígenes de ese movimiento populista. No en vano, él es un líder carismático, personalista, que genera empatía, que se proclama”workaholic", que grita e insulta como hace la gente en el fútbol en un país loco por el fútbol, y que sin duda está imbuido de una inmensa autoestima, la autoestima que han perdido la gran mayoría de argentinos. Si ni Messi ni el papa Francisco no se lo han devuelto, quizás Milei lo consiga.
¿Su fórmula mágica?, adelgazar el estado al máximo. medios de comunicación públicos: la televisión, la radio y la agencia de noticias Télam. Da igual que empequeñecer el sector público fuera la vía que fracasó en el mundo para salir de la crisis financiera del 2008 y que con la crisis de la pandemia fue sustituida por un reforzamiento keynesianista del estado como motor económico.Milei va embalado en dirección a los años 80 del siglo XX, en una especie de retorno a las políticas thatcherianas marcadas por dicho capitalismo social y por la deconstrucción del estado del bienestar.