Cada casa, un mundo

Un piso fresco, joven y divertido: 52 m² que reflejan la personalidad de quien vive en ella

Francia Chica (Poble Sec, Barcelona). NOTA STUDIO

El piso situal en el barrio del Poble-Sec de Barcelona.
22/11/2024
3 min

Se van juntar antes incluso de adquirir el piso. Quien ahora es su propietario, un joven sin pareja, confió en el interiorista Rocco Bibbiani, fundador de NotA Studio, en Barcelona, ​​para que le ayudara a buscar una vivienda que le permitiera vivir solo y dejar de compartir, que es lo que había hecho hasta entonces. Es decir, hasta que Bibbiani le hizo ver las posibilidades de que tenía un piso viejo de 52 metros cuadrados en el corazón del Poble-sec que se vendía en una plataforma digital por un precio muy asequible. Requería una reforma, claro, pero eso también podía afrontarse con el presupuesto ajustado que tenía el ya nuevo propietario, por debajo de los 1.000 euros el metro cuadrado.

Y así lo hicieron. Por no gastar más de lo que tenía, se mantuvo prácticamente intacta la distribución del piso viejo. Sólo desplazaron un poco el tabique que separaba el lavabo y la cocina, eliminaron las típicas puertas separadoras entre el pasillo y el comedor y entre el comedor y la cocina, y redondearon las esquinas de las paredes que hay junto a las aberturas para ampliar la sensación de espacio. Y sobre todo por dar fluidez al movimiento entre las distintas áreas de la casa. De esta forma, se mantiene el recorrido por el pequeño pasillo de entrada, el estudio o habitación secundaria que tiene junto al mismo acceso al piso, el lavabo –que ocupa un lugar central– y el salón comedor, que por una parte da paso a la cocina y por otra se abre a una galería o balcón cerrado previamente, que a su vez es una entrada generosa de luz natural en el piso y abre el paso hacia el dormitorio principal.

La paleta de colores escogida es principalmente de pasteles.
Para abrir el espacio, se ha optado por eliminar la puerta de separación entre el pasillo y el comedor.

En lugar de tomar paredes y unificar los espacios, la opción mucho más económica de mantener la estructura original por la que apostaron permitió invertir en otras cuestiones. Se cambiaron las ventanas para conseguir la eficiencia energética y el confort térmico deseado. Se quitó la originalidad del piso y se dejaron al descubierto las bóvedas catalanas, que, además, dan materialidad al techo y calidez a la vivienda. También se rascó la pared principal de la sala comedor, por lo que se ven las sucesivas capas de pintura, que dejan testimonio de la historia del piso. Además, en el suelo del lavabo y de la cocina se pudo hacer un microcemento de color arena que, además de dar continuidad a los espacios, se junta en la sala con la madera laminada en forma de espiga y de roble que cubre el resto del piso, potenciando una vez más la calidez de la atmósfera vital.

También se ahorró en el mobiliario de la cocina y del baño. Para conseguir la originalidad deseada querían huir de comprar los muebles hechos, pero tampoco podían permitirse realizar todos los muebles nuevos. La solución para NotA Studio fue acudir al sistema de Cubro Design, una empresa que aprovecha las estructuras de los muebles modulares de Ikea pero que los tunea con los frontales, paneles y el sobre de cocina y aseo que diseña el cliente.

El lavabo del piso.
Detalle del baño.

Así que pusieron color, un diseño simple pero con un atrevido cromatismo, joven, fresco e informal que, en todos los elementos y espacios de la vivienda, refleja la forma de ser de su propietario. Que de esto se trataba.

Poner color, más que dinero

A la hora de hacer frente a la obra de una vivienda, la pintura es una de las partidas más económicas. El presupuesto escaso que tenía para la reforma el nuevo propietario de este piso del Poble-sec fue también un motivo para que el interiorista Rocco Bibbiani, de NotA Studio, apostara por darle color. “Se trataba de jugar con el color, más que con el dinero”, dice. Así, a la vez que se reflejaba la personalidad desenvuelta de quien tenía que habitarla, la casa se vistió con una paleta de colores pastel que, además, hace un guiño a una de las cartas cromáticas de la Bauhaus. Amarillo, azul cielo y verdoso toman lugar en la entrada, en la cocina y en la estantería de la sala, que, además, da paso y anuncia la misma cocina. Pero a pesar del predominio de una armonía de colores suaves pero valientes, no se huye ni del rojo ni del blanco, que se encuentran tanto en el revestimiento de los humedales —la ducha, el lavabo o el espacio para cocinar y fregar— como objetos estratégicamente posicionados.

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