'EPIC FAILS'

La Puda de Montserrat: Dos siglos de fracasos y desdicha

Marc Amat
3 min
La Puda de Montserrat: Dos siglos de fracasos y desdicha «Es complicado que el negocio pueda reflotarse -apunta el economista Sílvia Holgado-. Desde la construcción de la C-55 el entorno ha perdido todo su encanto», dice. Pero si se recuperara, la experta tiene claro que «debería vincularse con la marca Montserrat y con la práctica del 'mindfulness'», que está haciendo fortuna dentro del 'wellness'.

Cada día cerca de 27.000 conductores hacen girar el volante para trazar la curva que hay en el kilómetro 7,5 de la carretera C-55, que une el Baix Llobregat Nord con el Solsonès, pasando por el Bages. En ese punto concreto, el asfalto se eleva sobre un largo viaducto y recorre el desfiladero del Cairat, un paso natural excavado por el río Llobregat donde confluyen los términos municipales de Olesa de Montserrat, Collbató y Esparreguera. Allí, en la orilla izquierda del río Llobregat, un edificio abandonado de colosales proporciones reclama todas las miradas. Tiene una fachada que se desgarra, decenas de ventanas con contraventanas medio desclavadas y un jardín improvisado de plantas en el tejado. Es el antiguo Balneario de La Puda de Montserrat.

En el siglo XVIII, un pequeño terremoto hizo que, en ese punto concreto, empezaran a brotar aguas sulfurosas. Los médicos dijeron que tenía propiedades medicinales y Salvador Garriga, un sastre de Esparreguera, decidió invertir en la construcción de dos edificios de baños. Corría el año 1829. La jugada no le salió bien: antes de terminar las obras se quedó sin dinero y en 1831 se suicidó. Fue su hermano quien cogió su relevo. Tres años después, el balneario ya funcionaba a pleno rendimiento. Pero la suerte también le duró poco. En 1842, unas grandes riadas se lo llevaron todo y tuvo que doblar velas.

Sin embargo, la fama de las aguas sulfurosas de La Puda ya se había extendido por todas partes y había llamado la atención del empresario barcelonés Antoni Pujades, que decidió invertir en él empezando a construir un enorme edificio nuevo, que debía convertirse en uno de los mayores balnearios de toda Europa.

La aventura tampoco fue a ninguna parte y tan sólo edificó su ala izquierda. La dificultad de acceder al balneario por culpa de las facciones carlistas que controlaban sus caminos y controversias entre los socios hicieron que se acabara liquidando la sociedad, que perdía 1.000 reales diarios.

En 1858 el negocio cambió de manos y -entonces sí- bajo la batuta de varios empresarios consiguieron despegar La Puda. Después de numerosas ampliaciones, a finales del siglo XIX y durante gran parte del XX se convirtió en un lugar de moda entre la burguesía barcelonesa. Allí pasaron literatos como Jacint Verdaguer y Narcís Oller, varios ministros e incluso los reyes de España.

“Pero todo se acabó en 1958, cuando La Puda cerró sus puertas para siempre”, explica al ARA Gemma Estrada, autora del libro La Puda: un balneario a los pies de Montserrat. De motivos apunta varios. "Era la época en que se había puesto de moda el turismo de sol y playa, y los balnearios de interior se habían ido vaciando", dice. "Además, los ciudadanos ya apostaban más por las pastillas que por los baños de aguas medicinales y las instalaciones eran caras de mantener", concluye.

En 2002 La Puda cayó en manos de una empresaria rusa que, desde entonces, ha intentado sin éxito, una y otra vez, atraer a grupos de inversores para reactivar el negocio. “Se necesitan 20 millones de euros”, confesaba hace dos años al diario Región7. Hoy todavía no los ha conseguido y La Puda sigue degradándose.

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La lección

«Es complicado que el negocio pueda reflotarse -apunta el economista Sílvia Holgado-. Desde la construcción de la C-55 el entorno ha perdido todo su encanto», dice. Pero si se recuperara, la experta tiene claro que «debería vincularse con la marca Montserrat y con la práctica del 'mindfulness'», que está haciendo fortuna dentro del 'wellness'.

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