Amor y pimienta

"Te sacaré de aquí": el inicio de una relación clandestina entre desconocidos

Martí la conoce poquísimo pero está dispuesto a sacarla del agujero negro donde ha caído rodando

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'Sácame de aquí'.

"Y tú, ¿cómo estás?"

La primera vez que se lo pide, lo hace por una mezcla de cortesía pero también de curiosidad. Conoce la situación de masa cerca y desde otro lado, pero no cuesta demasiado imaginarse que los estragos provocados por la onda expansiva le han herido a ella de forma directa. Y él, a primera vista, puede parecer un tío con pocos escrúpulos y empeñado sólo en el trabajo, pero lo cierto es que la gente le interesa y se preocupa. Y piensa que cuidándose de los demás de alguna manera limón vacíos y carencias propias. Una forma como cualquier otra de autojustificarse o de huir del dolor propio. Y de la soledad.

Martí dirige una empresa pequeña pero potente de análisis sobre las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial. Tiene la sensación de que todo va tan rápido que no puede permitirse parar o dudar. Esta forma de hacer lo aplica a todo.

Hace unas semanas que uno de sus trabajadores, del equipo de los programadores, ha dejado de asistir al trabajo. Alguien le dijo que había tenido una depresión, que se había separado, que no lo llevaba nada bien. Que estaba muy ahumado. Martí piensa en aquel hombre, en la fragilidad, en un mundo erosionado que se diluye y de repente recuerda a su mujer. Se conocieron una vez que se habían encontrado por la calle de forma casual. Intenta invocar todos sus detalles. Ellos iban con sus dos hijos pequeños. Parecían contentos, ocupados. Martí piensa en los niños, en la mujer, en su empleado. En la onda expansiva. Piensa en ello antes de recibir una llamada de la ya exmujer. Ha pedido hablar con él directamente. La situación es bastante grave: "Está ingresado en el hospital. Se ha intentado matar. No sé cuándo podrá volver a trabajar".

Martí le dice que no se preocupe, que lo más importante es que se recupere; que vuelva a situarse en el mundo. Entonces le pide:

"Y tú, ¿cómo estás?"

Ella le dice que nada bien. Que sufre, que no sabe cómo ayudarle, que los niños son demasiado pequeños. Que no quiere asumir responsabilidades que no le tocan. Que es cautiva de una situación de la que no sabe salir, entre la culpa, el compromiso y el cariño transmutado.

Él le dice que cuente con él para lo que necesite.

Dos días más tarde le vuelve a pedir vía mensaje que cómo están. Que cómo está. Ella le responde.

Martí ya ha perdido la cuenta de los mensajes que se han enviado, de las llamadas que se han hecho. No sabe en qué momento el interés por el estado de su empleado y de todo lo que le rodea se ha convertido en una preocupación real en sus prioridades. En qué momento ha dejado de ser una cabeza y se ha convertido en el amigo de la exmujer de alguien. En qué momento ella le ha acabado preocupado y ocupando más que él. ¿En qué momento le interesa más el singular de la ecuación que el plural de pareja, familia, equipo.

La conoce poquísimo, pero está dispuesto a sacarla del agujero negro donde ha caído rodando y todavía sigue descendiendo a los infiernos.

Quedan por tomar un café. Se reconocen en el acompañamiento de las últimas semanas en cada uno de los mensajes enviados. Ella se ha arreglado para normalizar una situación; para ahuyentar recriminación alguna, quizá porque ya le ha empezado a agradar aquel desconocido que ya no lo es. Él siente una ternura inmensa hacia esa mujer atrapada en un duelo con condiciones. Secreto, con coartada, difícil y al mismo tiempo tan real.

"Te sacaré de aquí" le canta en una canción encontrada mientras araña la guitarra. Quiere creérselo y ella también. Le envía por mensaje. Ella le escucha todas las noches antes de acostarse.

La próxima vez que se volverán a ver, él le robará un beso. El inicio de una relación clandestina que no cuenta las horas ni los encuentros a igual velocidad que las demás. Palabras en secreto. Esperanzas en diferido. Un futuro que ni siquiera es un esbozo.

"Y tú, ¿cómo estás?"

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